2ª de Pedro
3:10, “Sin embargo, no vayan a dejar que este hecho en particular se les
escape, amados, que un día es para con Jehová como mil años, y mil años como
un día.”
El
Jubileo, que venía cada año cincuenta, era un tiempo de regocijo. Toda herencia
de terreno que hubiera sido “vendida” era devuelta a sus antiguos dueños. Se
ponía en libertad a los esclavos hebreos, aunque no se hubieran cumplido
todavía sus seis años de servidumbre. (Levítico 25:8-13, 39-41) Esta ley tenía
el magnífico efecto de restaurar la economía al estado original equilibrado que
Dios había establecido cuando Israel entró en la Tierra Prometida. Evitaba la
situación que vemos en muchos países hoy... una clase extremadamente rica que
es dueña de la tierra y una clase extremadamente pobre de “siervos.”
No era posible ningún monopolio del terreno cuando la ley se ponía en
vigor.
Así, la
Ley hacía del ciudadano un hombre libre. Toda familia estaba a salvo de caer en
un estado de pobreza perpetua. La dignidad de la familia se sostenía, la
espiritualidad de la familia se mantenía alta. El padre podía pasar tiempo con
la familia, pues los días sabáticos y los años sabáticos suministraban tiempo
para atender cosas como la reconsideración en la relación personal con su
Creador y otros asuntos espirituales. Por eso, aunque los cristianos
no están bajo la ley mosaica hoy, ésta suministra un vistazo de los
caminos y tratos de Dios y una sombra de las buenas cosas por
venir,
“Una
sombra de las buenas cosas por venir.”—Hebreos 10:1.
¿Qué cosas excelentes prefiguraba
la ley del año del Jubileo para el futuro? ¡VEAMOS!
(Una anécdota interesante que proviene de la palabra
jubileo es la palabra jubilación, la jubilación es la edad a la que llega una
persona en España para cumplir la terminación de su vida laboral, que está
basada a la edad de 65 años. (Esta ley está enmarcada dentro de un periodo de
70 años que es lo mismo que 7 días de diez años cada uno, una semana de años.)
Por otro lado
tenemos el registro bíblico el cual nos dice que dentro del periodo del
descanso de Dios también es al mismo tiempo el día del hombre, y está por cumplirse
seis periodos de 1000 años cada uno, o sea seis días.
Para cumplirse la
semana completa falta un día de mil años, que es lo mismo que el jubileo o
dicho de otra forma la jubilación para la humanidad del tiempo asignado por
Dios para que el hombre demuestre su derrotero sin la intervención del Creador.
El paralelismo lo
encontramos en los dos casos dentro del tiempo de una semana, en el primero una
semana de 60 años, seis días de diez años cada uno, más la jubilación que está
enmarcada dentro de la semana completa de 70 años, una semana de 7 días.
En el segundo
caso el paralelismo lo encontramos dentro del periodo de una semana de 1000
años cada día, de la cual semana han transcurrido 6 días de 1000 años cada uno
y falta el periodo de la jubilación o el jubileo el último día de la semana de
7 días.) ¿Cómo es posible que exista en esta nación de grandes raíces católicas
esta ley enmarcada dentro de un paralelismo bíblico? Posiblemente por su legado
sefardita sefarat, o sea el legado de
origen judío al tiempo de la huida de Israel en el año 70 e.c. y sus
asentamientos en Tarsis, extendiéndose por toda la península.
Cuando
una nación tuvo descanso
Apreciando
la necesidad que el hombre tiene de descansar de las presiones y
preocupaciones, Dios le proveyó a la antigua nación de Israel un año sabático
cada séptimo año. Ninguna otra nación ha gozado de una provisión tan
reparadora. ¿Qué beneficios vinieron de ese arreglo, y cómo se compara esto con
lo que vemos ahora?
Cuando
la nación de Israel obedeció a Dios, observando los años sabáticos señalados,
sus enemigos no la molestaron. La tierra se benefició porque se le
permitía recuperarse, al no ser cultivada ese año. Cualquier persona
pobre, que quizás no estaba empleada ese año, no sufría, porque tenía
acceso pleno, libre a todos los cereales, hortalizas y frutas que crecían por
sí solos.
El dueño
de la tierra, quien normalmente trabajaba con regularidad durante seis años,
ahora tenía tiempo adicional para su familia, porque en esa sociedad agrícola
estaba libre, en buen grado, de su trabajo. Los asuntos espirituales, enseñar y
educar a los hijos y el desarrollo de la vida de familia podían recibir mayor atención,
por lo tanto se fortalecían los vínculos de amor y se evitaban la división y
delincuencia que ahora infectan a tantas unidades de familia. Además,
no le afligían presiones de preocupaciones económicas, porque ningún
acreedor podía presionar por pago de una deuda durante ese año. Lev. 25:2-7;
Deu. 15:1-3.
Además,
cada año quincuagésimo era un año de “Jubileo.”
Este era un descanso todavía más completo, un
‘año de libertad.’ El Jubileo tenía las mismas provisiones que tenía el
séptimo año sabático pero era más abarcador. Hoy día las naciones podrían
aprender mucho de las leyes del Jubileo.
Al
comienzo del año de Jubileo, se cancelaban todas las deudas. Cada hombre que
había vendido su posesión hereditaria de tierra volvía a ella. Se le restituía
sin cargo. Si se había vendido a otra persona como un trabajador asalariado
para pagar una deuda, era liberado permanentemente de su servidumbre en el
primer día de este ‘año de libertad.’—Lev. 25:8-22.
¡Qué
descanso, qué seguridad trajo este arreglo a la gente! Conservaba la economía
del país en perfecto equilibrio. Evitaba el aumento de las clases
extremadamente ricas y extremadamente pobres, como sucede en muchas naciones
hoy día. Se evitaba la inflación. El valor de la tierra permanecía estable, así
como los salarios. Lev. 27:16-19; 25:50.
¡Qué
contraste con la situación mundial de la actualidad! Los costos en aumento
acarrean precios en aumento al consumidor, a su vez haciendo indispensable
aumentos de salarios y últimamente los gobiernos están editando leyes para
bajar o congelar esos salarios. Esto por un tiempo quizás parezca bueno, pero
hay un día de ajuste de cuentas. Las deudas suben a niveles altos, junto con la
inflación. ¿El resultado? Quiebras individuales, después nacionales. Los
recursos del país son abusados y dilapidados. Además de esto, la monotonía de
los trabajos en las líneas de montaje y la semi-esclabitud en muchos otros
además de la permisividad en la alteración de los contratos de trabajo hacen
que aun los que ganan salarios altos sean infelices.
Pero
bajo el arreglo de Dios se reconocía la dignidad humana. Un hombre no era
un esclavo perpetuo a una rutina desagradable. Cada cual podía usar su mente
para contribuir sus talentos y habilidades al bienestar nacional. La familia se
mantenía unida. Todos recibían educación, muchos en oficios específicos. Todos
sabían leer y escribir, y la educación en asuntos espirituales mantenía en alto
el nivel moral a la nación. El adherirse a la ley de Dios trajo la bendición de
él y produjo esta condición feliz.
Lo que
Dios ha prometido
AL LEER
los periódicos que bosquejan los nuevos problemas y crisis a los que hay que
enfrentarse cada día, ¿piensa usted, ‘oh, sí solo pudiera conseguir un poco de
descanso’? Sin duda tiempos mejores para nosotros tendrían que incluir alivio
de las tensiones, irritaciones y frustraciones a las que nos enfrentamos ahora.
Y esto
es exactamente lo que Dios ha prometido en su Palabra, la Biblia. Él conoce la
estructura humana y sabe que los humanos necesitan descanso... literalmente se
están desgastando por la situación en la que se hallan. El salmista dijo: “Él
mismo conoce bien la formación de nosotros, acordándose de que somos polvo.”
(Sal. 103:14) Él ha prometido alivio para la humanidad por medio de un gobierno
justo, uno que reemplazará a todos los sistemas actuales que fracasan, y
producirá en la Tierra una sociedad humana saludable y pacífica. Ese gobierno
es el gobierno del Reino por el cual Cristo Jesús enseñó a orar a sus
seguidores. Mat. 6:9, 10.
El
cabeza de ese gobierno es el que le dijo a la gente de su día que anhelaba
tiempos mejores: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo
los refrescaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y háganse mis discípulos, porque
soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus
almas.”—Mat. 11:28, 29.
Pero,
¿cómo podemos estar seguros de esa esperanza de alivio por medio de este
gobierno del Reino? ¿Cómo podemos saber que éstas no son como las meras
promesas de los líderes mundiales actuales?
Bueno,
si un individuo promete algo y nosotros sabemos que él verdaderamente ha
cumplido cosas similares en el pasado, tenemos fe en que cumplirá sus promesas
para el presente. Y Dios, por su parte, nos ha dado un registro de que él ha
hecho exactamente esto. Hace siglos, él trató con la nación de Israel de tal
modo que nos da una buena idea de su habilidad para traer tiempos mejores y lo
que se propone cuando dice que le dará a su pueblo paz y descanso. Isa.
32:17, 18.
Lo que
es más, Dios nos dice específicamente que él ha hecho que se escriba el relato
de estas cosas para proveer ejemplos, ilustraciones, de lo que el hará en una
escala mundial y de un modo permanente en toda la Tierra. Examinemos algunas de
esas ilustraciones.—1 Cor. 10:11; Rom. 15:4.
Descanso
para toda la Tierra
Quizás
alguien pregunte: ‘¿Qué relación tiene eso con nuestra esperanza de tiempos
mejores hoy día?’ Bueno, Jesucristo, a quien Dios ha asignado como Rey para la
Tierra, dijo que sí tiene una relación. Ahora bien, Jesús no indicó que,
para obtener alivio, la gente tiene que regresar al estilo de vida del Israel
de la antigüedad, o necesariamente volver a una sociedad de “caballo y coche,”
sin inventos o desarrollos modernos. Más bien, los sábados de aquel entonces
eran pictóricos de cosas más grandes, más permanentes.
Jesús le
señaló a la gente que las leyes del sábado no eran meramente servicios
rituales puestos sobre el hombre como una carga. Dijo: “El sábado vino a
existir por causa del hombre, y no el hombre
por causa del sábado.” Entonces hizo una declaración muy importante. Dijo: “Así
es que el Hijo del hombre es Señor aun del sábado.”—Mar. 2:27, 28.
Ciertamente
se necesitaría una salud mejorada para cualquier disfrute verdadero de tiempos
mejores. Observe, pues, que Jesús probó que era ‘Señor del sábado’ por medio de
realizar muchas de su más asombrosas obras de curación en el día del sábado
judío. Los guías entre los judíos, no viendo el verdadero propósito del
sábado, se opusieron enconadamente a estas obras de misericordia en este día de
descanso. No obstante, Jesús realizó curaciones el sábado para prefigurar
lo que sucedería en el descanso mayor o “día” sabático de mil años de su
gobierno del Reino sobre la Tierra.
Jesús
sabía que el sacrificio de sí mismo a favor de la humanidad aboliría los
sábados literales, tanto los semanales como los anuales... las “sombras”
proféticas de cosas buenas por venir. (Efe. 2:15; Col. 2:13, 14) En
consecuencia, sus curaciones y resurrecciones solo fueron temporarias y para
nuestro estímulo hoy día, mientras esperamos los cumplimientos completos,
permanentes durante el sábado del Reino. El apóstol Pablo dijo acerca de esto a
los cristianos: “Que nadie los juzgue. . . respecto de una fiesta, o
de una observancia de. . . un sábado; porque esas cosas son una sombra
de las cosas por venir, mas la realidad pertenece al
Cristo.”—Col. 2:16, 17.
Salud
y vidas permanentes
¿Hemos
de entender por esto que las enfermedades “asesinas” tales como los colapsos
cardíacos y el cáncer serán eliminadas en los tiempos mejores que traerá el
gobierno del reino de Dios? Sí, no hay necesidad de temer que la gente
será afligida durante ese gobierno del Reino con las enfermedades que
desconciertan a los médicos de hoy en día.
Tampoco
debemos pensar que los humanos no pueden tener salud perfecta eternamente.
Porque Jesús curó las enfermedades más imposibles, todo gratis. Sanó a los
ciegos y a los mudos. (Mat. 9:27-34) Curó a tullidos y paralíticos. (Luc.
5:18-26; 13:11-17) Restauró a sus sentidos a la peor clase de endemoniados.
(Mat. 8:28-34; Luc. 8:26-39) Curó la enfermedad más temida de aquel tiempo...
la lepra. (Mar. 1:40-45) Al usar este poder durante su gobierno del Reino sobre
la Tierra, puede hacer perfectas en mente y cuerpo a todas las personas
obedientes.
Pero,
¿qué hay de los que ya están muertos? Jesús no pasó por alto esto, sino
que consideradamente dio un goce anticipado de la resurrección trayendo de
vuelta a personas de la muerte, a una de ellas de la misma tumba. Mat. 9:18-26;
Luc. 7:11-17; Juan 11:38-44.
Abundancia
de artículos de primera
necesidad
Tampoco
hay ninguna razón para temer que quizás haya escasez de alimentos durante el
tiempo que Cristo gobierne como el Señor del gran sábado del Reino. El Rey
sabrá lo que necesitan sus súbditos. (Juan 2:25; compare con Mateo 6:7, 8.)
Jesús demostró su habilidad y su compasión cuando, cerca del mar de Galilea,
“se compadeció” de una muchedumbre de 5.000 (y en otra ocasión, 4.000) hombres,
además de mujeres y niños, y los alimentó a todos. En ambas ocasiones él hizo
esto por medio de multiplicar milagrosamente solo unos pocos panes y pescados. Mat.
14:14-21; Mar. 8:19, 20.
Siglos
antes de esto, Dios mismo dejó vislumbrar el abundante suministro de alimentos
que él proveerá durante el descanso sabático y jubileo del Reino. ¿Cómo? ¡Por
medio de dar excelentes cosechas, suficientes para dos o aun tres años, durante
el año inmediatamente anterior a los años sabáticos y de Jubileo!—Lev.
25:20-22.
Paz
y seguridad
Por
supuesto, las cosas materiales, incluso la buena salud, no producirán por sí
solas la felicidad. También tiene que haber paz... no meramente una paz
política entre las naciones, sino una paz entre toda la población de la Tierra,
prescindiendo de raza o antecedentes.
¡Cuánto
descanso dará el poder pasear fuera de la casa en perfecta seguridad, dejando
las puertas sin echar llave! ¡Qué gozoso será tener vecinos que verdaderamente
estén interesados en su paz y bienestar! ¡Qué bueno es saber que ni uno
mismo ni sus hijos morirán a causa de la guerra, el crimen o la enfermedad!
Dios también
predijo y prefiguró hace mucho esta condición de paz y seguridad genuinas. Fue
en una profecía concerniente a “nuevos cielos y una nueva tierra” (es decir, el
gobierno celestial de Jesucristo, y el nuevo arreglo de cosas terrenal durante
el gobierno milenario del Reino, el jubileo).
Esta
profecía la dijo el profeta de Dios Isaías a los israelitas antes que se fueran
al exilio en Babilonia en 605 a. de la E.C. debido a
no guardar las leyes de Dios. Dios los consoló mostrando que él los
restauraría a su tierra. Dijo:
“Ya no llegará a haber
de aquel lugar un niño de pecho de unos cuantos días de edad, ni un
anciano que no cumpla sus días; porque uno morirá como mero muchacho,
aunque cuente con cien años de edad; y en cuanto al pecador, aunque cuente con cien
años de edad se invocará el mal contra él.”—Isa. 65:17, 20.
Durante
los setenta años de exilio los israelitas se volvieron de sus derroteros
idolátricos y otra vez sirvieron a Dios en verdad. (Jer. 29:10) A su regreso,
en vez de estar en constante temor de sus enemigos, pudieron sentirse seguros.
Se había ido el sentimiento que habían experimentado setenta años antes cuando
Nabucodonosor había venido y destruido tanto a jóvenes como a viejos. (Lam.
2:21) En su condición restaurada un niño viviría hasta la madurez, y un hombre
viviría toda la duración normal de su vida, pues ésta no sería cortada por
la espada, el hambre o el azote de la peste.
La
profecía de Isaías continúa:
“Y ciertamente edificarán
casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto.
No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo
comerá. . . . No será para nada que se afanarán,
ni darán a luz para disturbio; porque son la prole que está compuesta de
los escogidos de IEVE, y sus descendientes con ellos. Y realmente sucederá que
antes que ellos clamen yo mismo responderé; mientras todavía estén hablando, yo
mismo oiré.”—Isa. 65:21-24.
Los
israelitas restaurados del exilio de Babilonia, después de ser exhortados por
los profetas de IEVE a poner en primer lugar los intereses espirituales, fueron
prosperados en su edificación y cultivos, sus propiedades no les fueron
arrebatadas por un invasor, ni por angustias económicas. No criaron a
sus hijos para que fueran presa de la guerra, la delincuencia o una muerte prematura.
Por muchos años fueron bendecidos así por IEVE. Pero más tarde se hicieron
desobedientes otra vez, y decayeron como nación. ¿Por qué permitió Dios esto?
Todavía
no era el tiempo para que gobernara el reino mesiánico de Dios;
no era el tiempo para la instalación de ‘nuevos cielos y una nueva tierra
en los que la justicia ha de morar,’ de los cuales escribió el apóstol Pedro.
En aquel entonces solo hubo un cumplimiento en miniatura o típico. 2 Ped.
3:13.
Los
actos pasados de Dios aseguran
condiciones paradisíacas
Pero,
¿qué hay acerca de la realidad bajo el gobierno mesiánico de Dios? Dios hizo
esas cosas buenas para su pueblo en aquel entonces cuando lo escucharon. Él las
hará en una escala mucho mayor y permanente para los que oyen y creen sus
promesas muy pronto, porque él se propone tener una Tierra paradisíaca, una
verdadera nueva serie de condiciones que durarán para siempre.
Jesús le
habló a un malhechor que moría a su lado acerca de este paraíso al cual el
malhechor sería resucitado. Este hombre, aunque estaba siendo justamente
ejecutado por algún crimen, expresó fe en el venidero reino de Cristo, y esto
impulsó a Jesucristo a prometerle que él tendría una oportunidad de vivir
allí.—Luc. 23:39-43.
Observe,
también, algunas de las otras promesas de Dios, muchas de las cuales él cumplió
de un modo típico o en miniatura en el siglo seis a. de la E.C., para
nuestra fe, esperanza y consuelo:
“El desierto y la región
árida se alborozarán, y la llanura desértica estará gozosa y florecerá como el
azafrán. Sin falta florecerá, y realmente estará gozosa con gozo y con alegre
gritería. . . . Pues en el desierto habrán brotado aguas, y
torrentes en la llanura desértica.”—Isa. 35:1, 2, 6.
Estas
promesas resultaron ser ciertas en una escala pequeña cuando Israel regresó de
Babilonia. Su tierra había quedado completamente desolada, sin humanos o
animales domésticos; solo bestias salvajes la habían habitado por setenta años.
La mayor parte de la tierra era como un desierto desolado. Sin embargo Dios,
complacido con el regreso de ellos a la adoración verdadera, hizo brotar el
agua, y en poco tiempo la tierra comenzó a florecer y a producir
abundantemente.
IEVE ha
prometido bendiciones permanentes para los que le obedezcan bajo el gobierno
del Reino y jubileo, bendiciones como las que proveyó a los israelitas
repatriados:
“Para ellos ciertamente
celebraré un pacto en aquel día en conexión con la bestia salvaje del campo y
con la criatura volátil de los cielos y la cosa que se arrastra del suelo, y el
arco y la espada y la guerra quebraré de la tierra, y sí haré que se acuesten
en seguridad.”—Ose. 2:18.
Si
Israel hubiera permanecido fiel, su paz hubiera durado. Pero se hicieron
rebeldes contra Dios. Bajo el gobierno celestial de Cristo, no habrá tal
rebelión. ¿Por qué no? Porque, sobre la base de su sacrificio expiatorio a
favor de la humanidad, él gradualmente perfeccionará a los obedientes,
eliminando el egoísmo y la codicia de la Tierra. Esta es la gran diferencia
entre la base de la paz que trae su gobierno del Reino con la que los líderes
mundiales tratan de establecer.
Ahora,
por medio de aplicar principios bíblicos, podemos superar parcialmente los
rasgos malos y por lo general tenerlos bajo control. Pero con la completa
aplicación del mérito del sacrificio de Cristo, los obedientes lograrán
completa curación espiritual, mental y física, con control completo
de todas sus facultades, superando completamente todas sus imperfecciones. Compare
con Romanos 7:18-25.
Vea cómo
Dios nos asegura paz, salud y seguridad permanentes en el último libro de la
Biblia:
“‘¡Mira! La tienda de Dios
está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y
Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la
muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor,
ni dolor. Las cosas anteriores [del antiguo sistema de hoy] han pasado.’ Y
el que estaba sentado sobre el trono dijo: ‘¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas
las cosas.’ También dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y
verdaderas.’”—Rev. 21:3-5.
El
prometedor, un Dios de verdad
Sí,
estas palabras son fieles y verdaderas. No son meras promesas políticas de
hombres que tratan de retener posiciones de poder y prominencia. Dios se tomó
todo el trabajo de preparar estas cosas con mucho adelanto y de registrarlas
hace siglos para nuestra instrucción. (2 Tim. 3:16, 17) En lo
precedente hemos visto que él ya ha hecho que se cumplan sus promesas en una
escala pequeña y de un modo temporario. Muchas otras promesas que él hizo ya
las ha realizado, y éstas deberían darnos firme confianza en la confiabilidad
de su palabra. Note unas pocas:
Cuando
hace siglos Dios prometió limpiar la Tierra por medio de un diluvio, el diluvio
vino. (Gén. 6:17; 7:11-24) Cuando prometió con 400 años de adelanto sacar
a Israel de Egipto, eso ocurrió a tiempo. (Gén. 15:13, 14; 50:25; Éxo.
12:37-42) Cuando prometió con casi doscientos años de adelanto que haría que un
hombre llamado Ciro el persa derribara a Babilonia para que Israel pudiera ser
liberado, sucedió. Isa. 45:1, 2; 2 Cró. 36:22, 23; Esd. 1:1-4.
Además,
centenares de profecías acerca del Mesías se cumplieron con exactitud en
Jesucristo, el prometido Libertador y Rey... el lugar y la manera de su
nacimiento, el tiempo de su llegada como Mesías, que sería traicionado, su muerte,
su resurrección, y otras cosas demasiado numerosas para mencionarlas en este
artículo. Miq. 5:2; Isa. 7:14; Dan. 9:25, 26; Sal. 41:9; Isa. 53:12; Sal.
16:10.
La
conclusión razonable a la cual debemos llegar, pues, es que lo que Dios ha prometido se llevará a cabo exactamente
como él lo dijo. No podemos pasar por alto
el testimonio de hombres fieles que no recibieron una ganancia egoísta
cuando, para el fin de su vida, exaltaron a Dios como el Cumplidor de sus
promesas, más bien que darse gloria a sí mismos. Como Josué, quien guió a
Israel en la conquista de la Tierra Prometida, les dijo: “Bien saben con todo su corazón y
con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que IEVE
su Dios les ha hablado ha fallado.”—Jos. 23:14.
No hay
otra fuente aparte de la Biblia que prometa lo que la gente realmente desea y
necesita. ¿En qué otro lugar hallamos una promesa de paz genuina, libertad del
crimen, salud, seguridad y abundancia, junto con vida eterna? ¿No son
éstas las cosas que uno verdaderamente desea? ¿No son estas
extraordinarias promesas dignas de que uno las investigue a cabalidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario