Todo el mundo tiene días llenos de energía, emoción y optimismo, y otros marcados por la fatiga, la confusión y el pesimismo. ¿En qué radica la diferencia? Algunas personas creen que la respuesta está en los ciclos biológicos, o en la acción de unas fuerzas aleatorias, o en el destino, o en la suerte.
Pero los grandes Maestros que han vivido en la Tierra nos dicen que la respuesta está en la capacidad para estar presentes. De sumergirnos en el AHORA. Cuando estamos presentes en el momento, tocamos la fuente de la vida. El tiempo mismo fluye a partir de este momento y de ningún otro.
Por lo tanto, para ir montados sobre la cresta del tiempo, necesitamos toda la energía de la cual podamos hacer acopio, y esa energía se encuentra dentro del momento presente.
Todo el poder y la realización que los hombres ansían existen en este momento. En el ahora se esconde una energía tremenda, más grande de lo que la mente puede imaginar. Nada podría estar más cerca y, sin embargo, nada se aleja con tanta rapidez. Ese es el misterio y la paradoja.
Para resolverlos, debemos reconocer que somos este momento. Todo el poder presente aquí debemos encontrarlo en nuestro interior. Cuando nos conectamos en oración y meditación con Dios en el ahora, y nos sumergimos en ese momento presente, “tocamos” a Dios.
Vivir el momento presente, ponerte en contacto con tu "ahora" constituye el meollo de una vida positiva. Si lo pensamos, nos daremos cuenta de que en realidad no existe otro momento que podamos vivir. El ahora es todo lo que hay, y el futuro es simplemente otro momento presente para ser vivido cuando llegue. Una cosa es segura; que no puedes vivirlo hasta que aparezca realmente. El problema reside en el hecho de que vivimos en una cultura que quita importancia al presente, al ahora. De esa forma nos sumergimos en preocupaciones esclavizantes de nuestra mente y espíritu.
La primera cosa que debemos hacer para recobrar nuestra libertad como Hijos de Dios es aprender a sumergirnos en el Ahora. Debemos tomar las riendas de nuestra mente y serenar nuestro espíritu.
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Pero los grandes Maestros que han vivido en la Tierra nos dicen que la respuesta está en la capacidad para estar presentes. De sumergirnos en el AHORA. Cuando estamos presentes en el momento, tocamos la fuente de la vida. El tiempo mismo fluye a partir de este momento y de ningún otro.
Por lo tanto, para ir montados sobre la cresta del tiempo, necesitamos toda la energía de la cual podamos hacer acopio, y esa energía se encuentra dentro del momento presente.
Todo el poder y la realización que los hombres ansían existen en este momento. En el ahora se esconde una energía tremenda, más grande de lo que la mente puede imaginar. Nada podría estar más cerca y, sin embargo, nada se aleja con tanta rapidez. Ese es el misterio y la paradoja.
Para resolverlos, debemos reconocer que somos este momento. Todo el poder presente aquí debemos encontrarlo en nuestro interior. Cuando nos conectamos en oración y meditación con Dios en el ahora, y nos sumergimos en ese momento presente, “tocamos” a Dios.
Vivir el momento presente, ponerte en contacto con tu "ahora" constituye el meollo de una vida positiva. Si lo pensamos, nos daremos cuenta de que en realidad no existe otro momento que podamos vivir. El ahora es todo lo que hay, y el futuro es simplemente otro momento presente para ser vivido cuando llegue. Una cosa es segura; que no puedes vivirlo hasta que aparezca realmente. El problema reside en el hecho de que vivimos en una cultura que quita importancia al presente, al ahora. De esa forma nos sumergimos en preocupaciones esclavizantes de nuestra mente y espíritu.
La primera cosa que debemos hacer para recobrar nuestra libertad como Hijos de Dios es aprender a sumergirnos en el Ahora. Debemos tomar las riendas de nuestra mente y serenar nuestro espíritu.
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Puedes disfrutar maravillosamente del momento presente, ese tiempo huidizo que siempre está contigo, si te entregas completamente a él, si te "pierdes" en él. Absorbe sanamente todo lo que te brinda el momento presente y desconéctate del pasado que ya no existe y del futuro que llegará a su tiempo. Aférrate al momento presente como si fuera el único que tienes. Y piensa que las preocupaciones innecesarias son las tácticas más usuales y más peligrosas para evadir el presente. Podemos comenzar a practicarlo con cosas sencillas como saborear una taza de café o disfrutar con el paladar los alimentos sin prisas.
Cuando nos enfocamos en lo que nos rodea y lo conectamos con el Ahora, hacemos nuestras las palabras de Jesús:
“Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas” – Mateo 6:34.
Ahora llevemos esto a la oración y meditación. Tener una actitud libre de preocupaciones requiere que volvamos a un estado espiritual donde podamos sentirnos libres, para lograr tener una relación de fe con Abba, para conectarnos con esa fuerza interior poderosa relacionada con el Creador.
Cuando en la oración y meditación “conectamos” y nos sumergimos en el Ahora, podemos llegar a un elevado estado de conciencia espiritual. Podemos “sentir” a nuestro Abba. Una paz sin igual se puede apoderar de nuestro corazón. Luego, todos los días dejemos espacios para “recargarnos” en unión con nuestro Padre.
En medio de vidas ocupadas, es necesario tener presente estas cosas vitales. Jesús tenía esta técnica. Su conciencia espiritual se hacía uno solo con el Padre Celestial. Perdía la noción del tiempo, pero descendía de la montaña como un ser poderoso, emanando energía para ayudar a otros. Nosotros también podemos seguir su ejemplo.
Una de las derivaciones del significado del Nombre de Dios es “Yo soy el que soy”. Esta expresión nos recuerda que Dios vive en el NO-TIEMPO, en la Eternidad. Cuando nosotros logramos romper las cadenas de nuestra mente, "tocamos" el infinito y un vasto poder desciende sobre nosotros como Hijos del Padre Celestial.
En el ahora se esconde una energía tremenda, más grande de lo que la mente puede imaginar. Cuando nos conectamos, recuperamos parte de la herencia de Dios, parte de su esencia a-temporal que nos convierte en sus Hijos.