La Reforma... fue más
retrógrada, decadente, corrupta en todos sus miembros.”
“LA VERDADERA tragedia de
la iglesia medieval fue que no adelantó con los tiempos. [...] En vez de
ser progresiva, en vez de dar dirección espiritual, fue retrógrada y decadente,
corrupta en todos sus miembros.” Eso dice el libro The Story of the
Reformation (Historia de la Reforma) sobre la poderosa Iglesia Católica
Romana que había dominado la mayor parte de Europa desde el siglo V hasta
el XV E.C.
¿Cómo cayó de su posición de tanto poder la
Iglesia de Roma para llegar a ser decadente y corrupta? ¿Cómo fue que el
papado, que se atribuía sucesión apostólica, no pudo siquiera suministrar
“dirección espiritual”? ¿Y qué resultado tuvo esto? Para hallar respuestas a
esas preguntas, tenemos que examinar brevemente qué clase de iglesia había
llegado a ser la Iglesia de Roma y qué papel desempeñó sobre las enseñanzas de
Jesús y sus apóstoles dirigidos por el Ayudante?
La
iglesia en decadencia
Para fines del siglo XV la Iglesia de
Roma, con parroquias, monasterios y conventos por todo su dominio, había
llegado a ser la mayor terrateniente de toda Europa. Según informes, era dueña
de la mitad del terreno de Francia y Alemania y dos quintas partes, o más, de
Suecia e Inglaterra. ¿Qué resultado tuvo esto? El “esplendor de Roma creció
inconmensurablemente durante los últimos años del siglo XV y los primeros
del XVI, y su importancia política prosperó temporalmente”, dice el libro A
History of Civilization (Una historia de la civilización). Sin embargo,
toda aquella grandiosidad costaba algo, y, para mantenerla, el papado tenía que
hallar nuevas fuentes de ingresos. El historiador Will Durant describe así los
diversos medios que se emplearon para esto:
“Toda persona que recibía nombramiento
eclesiástico tenía que remitir a la Curia papal —las oficinas administrativas
del papado— la mitad de los ingresos de su puesto por el primer año
(“anata”), y después, anualmente, el diezmo o décima parte. El nuevo arzobispo
tenía que pagar al papa una suma sustancial por el palio, una banda de lana
blanca que servía de confirmación e insignia de su autoridad. Al morir un
cardenal, arzobispo, obispo o abad, sus posesiones personales volvían al
papado. [...] Por todo juicio o favor que otorgaba, la Curia esperaba un
regalo como reconocimiento, y a veces el regalo determinaba el juicio que se
dictaba”.
Con el tiempo las grandes sumas de dinero que
ingresaban en los cofres papales año tras año llevaron a mucho abuso y
corrupción. Se ha dicho que ‘ni el papa puede tocar la brea sin que se le
ensucien los dedos’, y en la historia eclesiástica de este período hubo lo que
un historiador llamó “una sucesión de papas muy mundanos”. Entre estos
estuvieron-
Sixto IV (papa:
1471-1484), quien gastó grandes sumas de dinero en construir la Capilla
Sixtina, nombrada en su honor, y para enriquecer a sus muchos sobrinos y
sobrinas.
Alejandro VI (papa:
1492-1503), el infame Rodrigo Borgia, quien francamente admitía tener hijos ilegítimos
y les concedía ascensos.
Y Julio II (papa: 1503-1513), sobrino de
Sixto IV, quien era más devoto a las guerras, la política y el arte que a
sus deberes eclesiásticos. Con toda justicia el erudito católico holandés
Erasmo escribió en 1518: “La desvergüenza de la Curia romana ha llegado al
colmo”.
La corrupción y la inmoralidad no se limitaban
a los papas. Un dicho común en aquellos tiempos era: “Si quieres arruinar a tu
hijo, hazlo sacerdote”. Esto tiene el apoyo de documentos de aquella época.
Según Durant, en Inglaterra, entre “acusaciones de incontinencia [sexual]
presentadas en 1499 [...] los infractores que eran miembros del clero
componían el 23% del total, aunque el clero era probablemente menos
del 2% de la población. Algunos confesores pedían favores sexuales de las
penitentes. Miles de sacerdotes tenían concubinas; en Alemania, casi todos”. (Nótese el contraste con 1 Corintios
6:9-11; Efesios 5:5.) También se faltaba a la moralidad en otros campos. Se
dice que cierto español de aquella época se quejó en términos como estos: ‘Veo
que difícilmente podemos conseguir algo de los ministros de Cristo a no ser por
dinero; en el bautismo, dinero; en las bodas, dinero; para la confesión,
dinero... no, ¡no la extrema unción sin dinero! No tocan campanas sin dinero,
no se entierra a nadie en la iglesia sin dinero; de modo que parece que el
Paraíso está vedado a los que no tienen dinero’. (Nótese el contraste con 1 Timoteo 6:10.)
Como resumen de la condición en que se hallaba
la Iglesia Romana a principios del siglo XVI, citamos las palabras de
Maquiavelo, un famoso filósofo italiano de aquel tiempo:
“Si la religión del cristianismo se hubiera
conservado según las reglas del Fundador, el estado y el dominio de la
cristiandad disfrutarían ahora de mayor unidad y felicidad. Y no puede haber
mayor prueba de su decadencia que el hecho de que mientras más cerca está la
gente de la Iglesia Romana, la cabeza de su religión, menos religiosa es”.
Primeros
esfuerzos por una reforma del catolicismo
La crisis de la iglesia no fue notada solo por
hombres como Erasmo y Maquiavelo, sino también por la iglesia misma. Se
convocaron concilios eclesiásticos para tratar algunas de las quejas y los
abusos, pero no hubo resultados duraderos. Los papas, que disfrutaban de poder
y gloria personal, estorbaban los verdaderos esfuerzos de reforma.
Si la iglesia se hubiera
entregado más de lleno a su propia limpieza, probablemente no hubiera habido
una Reforma. Pero no fue así; empezaron a oírse clamores por reforma tanto
desde dentro de la iglesia como desde fuera.
En el siglo XII Pedro de Valdo, de Lyon,
Francia, “hizo que algunos eruditos tradujeran la Biblia en la langue d’oc
[un lenguaje regional] del sur de Francia. Estudió celosamente la traducción, y
concluyó que los cristianos debían vivir como los apóstoles... sin propiedad individual”
(The Age of Faith [La era de la fe], por Will Durant). Empezó un
movimiento de predicación al que se llegó a conocer como los valdenses y los albigenses. Estos rechazaban el
sacerdocio católico, las indulgencias, el purgatorio, la transubstanciación y
otras prácticas y creencias tradicionales católicas. Se esparcieron por otros
países. El Concilio de Tolosa trató de detenerlos en 1229 mediante
proscribir la posesión de libros bíblicos. Solo se permitían libros de
liturgia, y únicamente en una lengua muerta, el latín. Pero habría más división
y persecución en el terreno religioso. Aunque se les condenó
como herejes y se les suprimió con crueldad, habían despertado en la gente
disgusto por los abusos del clero católico y habían encendido el deseo de
regresar a la Biblia. Esto halló expresión en algunos de los primeros
reformadores.
Protestas
desde dentro de la iglesia católica
John Wiclef (1330?-1384), a quien suele
llamarse “el lucero del alba de la Reforma”, era sacerdote católico y profesor
de teología en Oxford, Inglaterra. Bien al tanto de los abusos que se cometían
en la iglesia, escribió y predicó contra asuntos como la corrupción en las
órdenes monásticas, los impuestos papales, la doctrina de la transubstanciación
(el alegar que el pan y el vino que se usan en la misa se transforman
literalmente en el cuerpo y la sangre de Jesucristo), la confesión y el
envolvimiento de la iglesia en asuntos temporales.
Wiclef fue particularmente franco en cuanto al
descuido de la iglesia respecto a enseñar la Biblia. En cierta ocasión declaró:
“¡Cuánto quisiera que toda iglesia parroquial de este país tuviera una buena
Biblia y buenas explicaciones del evangelio, y que los sacerdotes las
estudiaran bien, y de veras enseñaran el evangelio y los mandatos de Dios a la
gente!”. Con este fin Wiclef, en los últimos años de su vida, emprendió la
tarea de traducir del latín al inglés la versión de la Biblia conocida como la Vulgata.
Con la ayuda de algunos asociados, particularmente Nicholas of Hereford,
produjo la primera Biblia completa en inglés. No hay duda de que esta fue la
mayor contribución de Wiclef a una restauración de la verdad bíblica.
Los escritos de Wiclef y porciones de la
Biblia se distribuyeron por toda Inglaterra mediante un grupo de predicadores a
quienes muchas veces se llamó “sacerdotes pobres”, porque iban en ropa
sencilla, descalzos y sin posesiones materiales. También se les llamó
despectivamente lolardos, al aplicárseles la palabra holandesa Lollaerd,
o “uno que murmura oraciones o himnos” (Brewer’s Dictionary of Phrase and
Fable [Diccionario Brewer de frase y fábula]). “En pocos años constituyeron
un grupo de tamaño considerable —dice el libro The Lollards (Los
lolardos)—. Se calculaba que por lo menos la cuarta parte de la nación se
inclinaba real o nominalmente a aceptar aquellas ideas.” Por supuesto, nada de
esto sucedió sin que la iglesia lo notara. Por la prominencia de Wiclef entre
las clases gobernantes y eruditas se permitió que muriera en paz el último día
de 1384. A sus seguidores no les fue tan bien como a él. Durante el
reinado de Enrique IV de Inglaterra se les tildó de herejes, y muchos
fueron encarcelados, torturados o quemados en la hoguera.
Un hombre en quien influyó mucho John Wiclef
fue el bohemio (checoslovaco) Jan Hus (1369?-1415), también sacerdote
católico, y rector de la Universidad de Praga. Como Wiclef, Hus predicó contra
la corrupción de la Iglesia Romana y recalcó la importancia de leer la Biblia.
Esto pronto le atrajo la ira de la jerarquía. En 1403 las autoridades le
ordenaron que dejara de predicar las ideas antipapales de Wiclef, cuyos libros
también quemaron públicamente. Sin embargo, Hus siguió escribiendo algunas de
las acusaciones más vigorosas contra las prácticas de la iglesia, como la de la
venta de indulgencias. Fue condenado y excomulgado en 1410.
Hus no estuvo dispuesto a transigir en lo
referente a su posición a favor de la Biblia. “Rebelarse contra un papa que se
equivoca es obedecer a Cristo”, escribió. También enseñó que la iglesia
verdadera, lejos de ser el papa y el establecimiento romano, “es el grupo de
todos los escogidos y el cuerpo místico de Cristo, cuya cabeza es Cristo; y la
novia de Cristo, a quien por su gran amor él redimió con su propia sangre”.
(Compárese con Efesios 1:22, 23; 5:25-27.) Por todo esto fue sometido a
juicio en el Concilio de Constanza y condenado como hereje. Él declaró que
“mejor es morir bien que vivir mal”, y rehusó retractarse, y fue quemado en la
hoguera en 1415. El mismo concilio también ordenó que los huesos de Wiclef
fueran desenterrados y quemados, ¡aunque había estado muerto y enterrado por
más de 30 años!
Otro de los primeros reformadores fue el monje
dominico Jerónimo Savonarola (1452-1498), del monasterio de San Marcos,
de Florencia, Italia. Llevado por el espíritu del Renacimiento italiano,
Savonarola se expresó contra la corrupción que había tanto en la Iglesia como
en el Estado. Diciendo que se basaba en las Escrituras y visiones y
revelaciones que había recibido, procuró establecer un estado cristiano, o un
orden teocrático. En 1497 el papa lo excomulgó. El año siguiente fue
arrestado, sometido a tortura y ahorcado. Sus últimas palabras fueron: “Mi
Señor murió por mis pecados; ¿acaso no he de dar gustosamente esta pobre vida
por él?”. Su cuerpo fue quemado, y las cenizas fueron arrojadas al río Arno.
Apropiadamente, Savonarola se llamó a sí mismo “un precursor y un sacrificio”.
Pocos años después la Reforma estalló con pleno vigor por toda Europa.
Una
casa dividida
Cuando la tempestad de la Reforma al fin estalló,
desbarató la casa religiosa de la cristiandad en la Europa occidental. Esta,
que antes había sido dominada casi totalmente por la Iglesia Católica Romana,
llegó a ser una casa dividida. El sur de Europa —Italia, España, Austria y
partes de Francia— permaneció en su mayor parte católico. El resto de Europa se
dividió en tres porciones principales: una luterana en Alemania y Escandinavia;
otra calvinista (o reformada) en Suiza, los Países Bajos, Escocia y partes de
Francia; y otra anglicana en Inglaterra. Esparcidos entre estos había otros
grupos más pequeños, pero más radicales: primero los anabaptistas y después los
menonitas, huteritas y puritanos, quienes con el tiempo llevaron sus creencias
a la América del Norte.
A través de los años
aquellas divisiones principales siguieron fragmentándose hasta llegar a los
centenares de organizaciones religiosas que existen hoy: presbiteriana,
episcopal, metodista, bautista, congregacional, para mencionar solo algunas.
Ciertamente la cristiandad llegó a ser una casa dividida. ¿Cómo se produjeron
estas divisiones?
Lutero
y sus tesis
Si hubiera que dar un punto claro de comienzo
para la Reforma protestante, sería la fecha del 31 de octubre
de 1517, cuando el monje agustino Martín Lutero (1483-1546) clavó
sus 95 tesis en la puerta de la iglesia y castillo de Wittenberg, en el
estado alemán de Sajonia. Sin embargo, ¿qué impulso hubo tras este dramático
acontecimiento? ¿Quién fue Martín Lutero? ¿Y contra qué protestó?
Como Wiclef y Hus antes
de él, Martín Lutero era un monje erudito. También era doctor en teología y
profesor de estudios bíblicos en la Universidad de Wittenberg. Lutero adquirió
mucha fama por su perspicacia con relación a la Biblia. Aunque tenía sus
propias opiniones vigorosas sobre el asunto de la salvación o justificación por
fe más bien que por obras, o penitencia, no pensaba romper con la Iglesia de
Roma. De hecho, escribió estas tesis como reacción a un incidente específico y
no como una revuelta que hubiera planeado. Protestó contra la venta de indulgencias.
En el tiempo de Lutero se
vendían indulgencias papales en público no solo para beneficio de los vivos,
sino también de los muertos. Un dicho común era que con la misma rapidez con
que la moneda iba al cofre el alma salía del purgatorio. Para la gente común la
indulgencia llegó a ser casi una póliza de seguro contra recibir castigo por
cualquier pecado, y el arrepentimiento perdió importancia. “Por todas partes se
vende la remisión del tormento en el purgatorio —escribió Erasmo—; no solo se
vende, sino que se impone por fuerza a los que la rechazan.”
En 1517 Johannes
Tetzel, un fraile dominico, fue a Jüterbog, cerca de Wittenberg, para vender
indulgencias. En parte el dinero que obtuviera de la venta financiaría la
reconstrucción de la basílica de San Pedro en Roma. También ayudaría a Alberto
de Brandeburgo a reembolsar la suma que había conseguido prestada para pagar a
la Curia romana por el puesto de arzobispo de Maguncia. Tetzel usó todas sus
aptitudes de vendedor, y la gente afluyó a él. Lutero se indignó, y usó el
medio más rápido a su disposición para expresar públicamente lo que opinaba de
todo aquel asunto que parecía un circo: clavar en la puerta de la iglesia
95 puntos de debate.
Lutero dio a estas
95 tesis el nombre de Disputa para que se aclare el poder de las
indulgencias. Más que para desafiar la autoridad de la iglesia, hizo esto
para señalar los excesos y abusos con relación a la venta de las indulgencias
papales. Eso se puede ver por las siguientes tesis:
“5. El papa no tiene ni la voluntad ni el
poder para remitir penas, excepto las que haya impuesto él por su propia
autoridad. [...]
20. Por lo tanto, el papa, cuando habla de
remisión plenaria de todas las penas, no significa realmente de todas, sino
solo de las que él mismo ha impuesto. [...]
36. Todo cristiano que experimenta verdadera
compunción tiene como derecho remisión plenaria de castigo y culpa aunque no
tenga cartas de perdón”.
Con la ayuda de la
imprenta, inventada en aquellos tiempos, estas ideas explosivas no tardaron en
llegar a otras partes de Alemania... y a Roma. Lo que empezó como un debate
académico sobre la venta de indulgencias pronto se convirtió en una
controversia sobre asuntos de fe y sobre la autoridad papal. Al principio la
Iglesia de Roma debatió con Lutero y le ordenó que se retractara. Cuando él
rehusó hacerlo, se hizo blanco de la ira tanto de los poderes eclesiásticos
como de los políticos. En 1520 el papa emitió una bula o edicto que
prohibía a Lutero predicar y ordenaba la quema de sus libros. Como desafío,
Lutero quemó en público la bula papal. El papa lo excomulgó en 1521.
Más tarde en aquel año
Lutero fue llamado a la dieta o asamblea que se convocó en Worms. Allí lo
sometieron a juicio el emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos V,
católico firme, y los seis electores de los estados alemanes y otros líderes y
dignatarios, religiosos y seglares. Cuando de nuevo se ejerció presión en
Lutero para que se retractara, él hizo su famosa declaración: “A menos que se
me convenza con las Escrituras y la razón pura [...] no puedo retractarme
de nada, ni me retractaré, puesto que ir contra la conciencia no es ni justo ni
seguro. Dios me ayude. Amén”. Por consiguiente, el emperador lo declaró fuera
de la ley. Sin embargo, el gobernante de su propio estado alemán, el elector
Federico de Sajonia, vino en socorro de Lutero y le ofreció protección en el
castillo de Wartburgo.
Pero las medidas que se
tomaron no detuvieron la difusión de las ideas de Lutero. Este pasó diez meses
en la seguridad de Wartburgo y se dedicó a sus escritos y a traducir la Biblia.
Con el texto griego de Erasmo como base, tradujo las Escrituras Griegas al
alemán. Después hizo lo mismo con las Escrituras Hebreas. La Biblia de Lutero
resultó ser precisamente lo que necesitaba la gente común. Los informes indican
que “se vendieron cinco mil ejemplares en dos meses, y doscientos mil en doce
años”. La influencia de esta Biblia en el lenguaje y la cultura alemanes suele
compararse con la de la Versión Autorizada en el inglés.
En los años que siguieron
a la Dieta de Worms el movimiento de la Reforma adquirió tanto apoyo popular
que en 1526 el emperador otorgó a cada estado alemán el derecho de escoger
su propia forma de religión: luterana, o romana. Sin embargo, en 1529,
cuando el emperador revocó aquella decisión, algunos de los príncipes alemanes
protestaron; y de ahí vino que se llamara “protestante” al movimiento de la
Reforma. El año siguiente, 1530, en la Dieta de Augsburgo el emperador trató de
conciliar las diferencias entre los dos partidos. Los luteranos presentaron sus
creencias en un documento —la Confesión de Augsburgo— compuesto por Felipe
Melanchthon, pero basado en las enseñanzas de Lutero. Aunque el tono del
documento era muy conciliatorio, la Iglesia Romana lo rechazó, y ya no se pudo
establecer armonía entre el protestantismo y el catolicismo. Muchos estados
alemanes se pusieron de parte de Lutero, y en poco tiempo los estados
escandinavos hicieron lo mismo.
¿Reforma,
o revuelta?
¿Qué puntos fundamentales
dividían a los protestantes y a los católicos romanos? Según Lutero, eran tres.
Primero, Lutero creía que la
salvación es el resultado de “justificación por fe solamente” (latín: sola
fide) y no por absolución sacerdotal ni obras de penitencia. Segundo, enseñaba que el perdón solo se
otorga por la gracia de Dios (sola gratia) y no por la autoridad de
sacerdotes ni papas. Finalmente, Lutero afirmaba que todos los asuntos
doctrinales deben ser confirmados solo por las Escrituras (sola scriptura)
y no por papas ni concilios eclesiásticos.
A pesar de esto, Lutero,
como dice The Catholic Encyclopedia, “retuvo tanto de las creencias y la
liturgia antiguas como pudiera hacerse que cupiera dentro de sus puntos de
vista particulares sobre el pecado y la justificación”. Sobre la fe luterana,
la Confesión de Augsburgo declara que “no hay nada que discrepe de las
Escrituras, ni de la Iglesia Católica, ni siquiera de la Iglesia Romana, según
lo que se conoce de esa Iglesia por los escritores”. De hecho, la fe luterana
esquematizada en la Confesión de Augsburgo incluía doctrinas no bíblicas como
las de la Trinidad, la inmortalidad del alma y el tormento eterno, y prácticas
como las del bautismo de infantes y la observación de días festivos
eclesiásticos. Por otra parte, los luteranos exigieron algunos cambios, como el
que se permitiera que la gente recibiera tanto el vino como el pan en la
comunión y que se abolieran el celibato, los votos monásticos y la confesión
obligatoria.
En general la Reforma por
la que abogaron Lutero y sus seguidores logró libertad del yugo papal. Sin
embargo, como declaró Jesús en Juan
4:24, “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con
espíritu y con verdad”. Se puede decir que con Martín Lutero la
búsqueda de la verdad enseñada por Jesús y sus apóstoles solo tomó una nueva
dirección; todavía estaba lejos la senda estrecha de la verdad. (Mateo
7:13, 14; Juan 8:31, 32.)
La
reforma de Zuinglio en Suiza
Mientras Lutero batallaba
con los emisarios papales y las autoridades civiles en Alemania, el sacerdote
católico Ulrico Zuinglio (1484-1531) empezó su movimiento de reforma en
Zurich, Suiza. Puesto que allí se hablaba alemán, la gente ya había sido
afectada por el oleaje de reforma que había venido desde el norte. Alrededor
de 1519 Zuinglio empezó a predicar contra las indulgencias, la
mariolatría, el celibato clerical y otras doctrinas de la Iglesia Católica.
Aunque Zuinglio alegaba que su obra no dependía de la de Lutero, concordaba con
Lutero en muchos puntos, y distribuyó los tratados de Lutero por todo el país. Sin
embargo, en contraste con Lutero, que era más conservador, Zuinglio pedía
eliminar todo vestigio de la Iglesia Romana: las imágenes, los crucifijos, la
vestidura clerical, hasta la música de la liturgia.
No obstante, una controversia más seria entre
los dos reformadores tuvo como centro la cuestión de la eucaristía o misa
(comunión). Lutero, quien insistía en una interpretación literal de las
palabras de Jesús: ‘Este es mi cuerpo’, creía que el cuerpo y la sangre de
Cristo estaban presentes milagrosamente en el pan y el vino que se servía en la
comunión. Por otra parte, Zuinglio, en su tratado Sobre la Cena del Señor,
arguyó que la declaración de Jesús “tiene que tomarse en sentido figurado o
metafórico; ‘Este es mi cuerpo’ quiere decir: ‘El pan significa mi cuerpo’, o
‘es una representación de mi cuerpo’”. Esta diferencia hizo que los dos
reformadores se apartaran el uno del otro.
Zuinglio continuó
predicando sus doctrinas de reforma en Zurich y efectuó muchos cambios allí. En
poco tiempo otras ciudades siguieron su guía, pero la mayoría de las personas
de las zonas rurales, que eran más conservadoras, se apegaron al catolicismo.
El conflicto entre las dos facciones se hizo tan grande que estalló guerra
civil entre los protestantes y los católicos romanos suizos. En 1531 se
dio muerte a Zuinglio mientras servía como capellán del ejército, en la batalla
de Kappel, cerca del lago Zug. Cuando finalmente vino la paz, a cada distrito
se le dio el derecho de decidir su propia forma de religión, protestante o católica.
Anabaptistas,
menonitas y huteritas
Sin embargo, algunos
protestantes creían que los reformadores no habían hecho una obra completa al
renunciar a las faltas de la iglesia católica papista. Creían que la iglesia
cristiana debería consistir solamente en practicantes fieles de la religión que
se bautizaran, más bien que en toda la gente de una comunidad o nación. Por lo
tanto, rechazaron el bautismo de infantes e insistieron en la separación de la
Iglesia y el Estado. En secreto volvieron a bautizar a sus compañeros de
creencia, y así adquirieron el nombre de anabaptistas (ana significa “de
nuevo” en griego). Estas personas, que rehusaban portar armas, prestar
juramento o aceptar puestos públicos, fueron vistas como una amenaza para la
sociedad y fueron perseguidas tanto por los católicos como por los
protestantes.
Al principio los
anabaptistas vivían en grupitos esparcidos en algunas partes de Suiza, Alemania
y los Países Bajos. Puesto que por dondequiera que iban predicaban sus
creencias, su número aumentó rápidamente. Un grupito de anabaptistas,
arrebatado por su fervor religioso, abandonó su pacifismo y capturó la ciudad
de Münster en 1534 e intentó convertirla en una comunidad polígama llamada
Nueva Jerusalén. Aquel movimiento fue sofocado rápidamente con gran violencia.
Esto dio a los anabaptistas mala reputación, y casi fueron eliminados por
completo. En realidad la mayoría de los anabaptistas eran gente sencilla y
religiosa que trataba de vivir una vida separada y tranquila. Entre los
descendientes mejor organizados de los anabaptistas estuvieron los menonitas,
seguidores del reformador holandés Menno Simons, y los huteritas, que seguían a
Jacob Hutter, del Tirol. Para escapar de la persecución, algunos de ellos
emigraron a la Europa oriental —Polonia, Hungría y hasta Rusia—, y otros a la
América del Norte, donde con el tiempo formaron comunidades huteritas y amish.
Surge
el calvinismo
En Suiza la obra de
reforma siguió adelante bajo el liderato de un francés llamado Jean Cauvin, o Juan
Calvino (1509-1564), quien se enteró de las enseñanzas protestantes
durante sus días de estudiante en Francia. En 1534 Calvino salió de París
debido a la persecución religiosa y se estableció en Basilea, Suiza. En defensa
de los protestantes publicó Institución de la religión cristiana, obra
en la que dio un resumen de las ideas de los antiguos padres de la iglesia y de
teólogos medievales, así como de Lutero y Zuinglio. Esta obra llegó a verse
como el fundamento doctrinal de todas las iglesias de la Reforma establecidas
después en Europa y América.
En Institución él
presentó su teología. Para Calvino, Dios es el soberano absoluto, cuya voluntad
determina y rige sobre todo. Por contraste, el hombre caído es pecaminoso y no
merece nada. Por lo tanto, la salvación no depende de las buenas obras del
hombre, sino de Dios, y de ahí vino la doctrina de predestinación de Calvino,
sobre la cual escribió:
“Aseguramos que por consejo eterno e
inmutable Dios ha determinado de una vez por todas tanto a quiénes admitiría en
la salvación como a quiénes condenaría a la destrucción. Afirmamos que este
consejo, en lo que se refiere a los escogidos, se funda en Su misericordia
gratuita, prescindiendo totalmente del mérito humano; pero que para los que
dedica a la condenación la puerta de la vida está cerrada por un juicio justo e
irreprensible, pero incomprensible”.
La austeridad de tal enseñanza se refleja
también en otros campos. Calvino insistía en que los cristianos tenían que
llevar vidas santas y virtuosas, y no solo abstenerse del pecado, sino también
del placer y lo frívolo. Además, afirmaba que la iglesia, que está compuesta de
los escogidos, debe ser librada de toda restricción civil, y que solo mediante
la iglesia puede establecerse una sociedad verdaderamente piadosa.
Poco después de
publicarse Institución, Guillermo Farel, otro reformador francés,
convenció a Calvino de que debía establecerse en Ginebra. Trabajaron juntos
para poner en práctica el calvinismo. Su objetivo era hacer de Ginebra una
ciudad de Dios, una teocracia de gobernación divina que combinara las funciones
de Iglesia y Estado. Instituyeron reglamentos estrictos, con sanciones, en los
cuales abarcaron todo: desde las instrucciones religiosas y los servicios en
las iglesias hasta la moral pública, e incluso asuntos como la sanidad y
medidas preventivas contra incendios. Un libro de texto de historia informa que
“un ejemplo es el de cierto peluquero que, por arreglarle el cabello a una
novia de modo que no pareció aceptable, fue echado en prisión por dos días; y
la madre y dos amigas que habían ayudado a hacer aquello recibieron la misma
pena. El magistrado también castigaba el bailar y jugar a las cartas”. También
se trataba con severidad a los que no concordaban con Calvino en teología, y el
caso más infame de esto fue la quema del español Miguel Serveto.
Calvino siguió aplicando
en Ginebra su tipo de reforma hasta su muerte en 1564, y la iglesia
reformada quedó firmemente establecida. Reformadores protestantes que huían de
la persecución en otros países afluían a Ginebra, tomaban las ideas de Calvino
y empezaban movimientos de reforma en sus respectivos países. Pronto el
calvinismo se esparció a Francia, donde los hugonotes (como se llamó a los
protestantes calvinistas franceses) fueron cruelmente perseguidos por los católicos.
En los Países Bajos los calvinistas ayudaron a establecer la Iglesia Holandesa
Reformada. En Escocia, bajo el liderato celoso de John Knox, quien había sido
sacerdote católico, se estableció la Iglesia Presbiteriana de Escocia en
conformidad con las enseñanzas de Calvino. El calvinismo también desempeñó un
papel en el movimiento de la Reforma en Inglaterra, y desde allí pasó con los
puritanos a la América del Norte. En este sentido, aunque Lutero puso en moción
el movimiento de la Reforma protestante, Calvino fue quien, por mucho, ejerció
la mayor influencia en su desarrollo.
La
Reforma en Inglaterra
La Reforma de los
ingleses, que se desarrolló por separado de los movimientos de reforma en
Alemania y Suiza, tiene sus raíces allá en los días de John Wiclef, cuya
predicación anticlerical e hincapié en la Biblia engendró el espíritu
protestante en Inglaterra. A su esfuerzo por traducir la Biblia al inglés se
añadió el de otros. William Tyndale, quien tuvo que huir de Inglaterra, tradujo
su Nuevo Testamento en 1526. Tyndale fue víctima de una traición después
en Amberes, y estrangulado, y su cuerpo fue quemado en la hoguera. Miles
Coverdale completó la traducción de Tyndale, y la Biblia entera se publicó
en 1535. Sin duda, la publicación de la Biblia en el idioma de la gente
común fue el factor más poderoso por sí solo en la Reforma en Inglaterra.
El rompimiento formal con
el catolicismo romano tuvo lugar cuando Enrique VIII (1491-1547), nombrado
Defensor de la Fe por el papa, declaró el Acta de la Supremacía en 1534 y
se estableció a sí mismo como cabeza de la Iglesia Anglicana. Enrique también
clausuró los monasterios y dividió la propiedad de estos entre la alta
burguesía. Además, ordenó que en toda iglesia hubiera un ejemplar de la Biblia
en inglés. Sin embargo, la acción de Enrique fue más política que religiosa. Lo
que él quería era independizarse de la autoridad papal, especialmente con
relación a sus asuntos maritales. En sentido religioso siguió siendo católico
en todo menos de nombre.
Fue durante el largo
reinado (1558-1603) de Isabel I de Inglaterra cuando la Iglesia Anglicana
se hizo protestante en la práctica aunque siguió siendo mayormente católica en
estructura. Abolió la lealtad al papa, el celibato del clero, la confesión y
otras prácticas católicas, pero retuvo la forma episcopal de estructura
eclesiástica en su jerarquía de arzobispos y obispos, así como órdenes de
monjes y monjas. Este conservadurismo causó considerable disgusto, y surgieron
grupos disidentes. Los puritanos exigían una reforma más completa para
purificar de todas las prácticas católicas romanas a la iglesia; los
separatistas e independientes insistían en que los asuntos eclesiásticos
estuvieran a cargo de ancianos locales (presbíteros). Muchos de los disidentes
huyeron a los Países Bajos o a la América del Norte, donde desarrollaron a
mayor grado sus iglesias congregacionales y bautistas. También surgieron en
Inglaterra la Sociedad de Amigos (cuáqueros) bajo George Fox (1624-1691) y los
metodistas bajo John Wesley (1703-1791). (Véase la tabla de abajo.)
¿Cuáles
han sido las consecuencias?
Habiendo considerado ya
las tres principales corrientes de la Reforma —luterana, calvinista y
anglicana— debemos detenernos para evaluar lo que la Reforma logró. No se puede
negar que cambió el curso de la historia del mundo occidental. “La Reforma
despertó en la gente una sed de libertad y el deseo de una ciudadanía superior
y más pura. Dondequiera que se extendió la causa del protestantismo, las masas
se hicieron más agresivas”, escribió John F. Hurst en su libro Short
History of the Reformation (Breve historia de la Reforma). Muchos eruditos
creen que sin la Reforma no habría sido posible la civilización occidental
como la conocemos hoy. Sea como sea, tenemos que preguntar: ¿Qué logró la
Reforma en sentido religioso? ¿Qué hizo en contra de la apostasía sobre
las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles?
No hay duda de que el
mayor bien logrado por la Reforma fue poner en las manos de la gente común la
Biblia en su propio idioma. Por primera vez la gente tuvo ante sí toda la
Palabra de Dios para leerla, y así nutrirse espiritualmente. Pero, por
supuesto, se necesita más que solo leer la Biblia. ¿Trajo la Reforma a la gente
libertad no solo de la autoridad papal, sino también de las doctrinas y dogmas
erróneos a que se la había sujetado por siglos? (Juan 8:32.)
Casi todas las iglesias
protestantes aceptan los mismos credos —el credo de Nicea, el credo de Atanasio
y el credo de los Apóstoles— en que se afirman algunas de las mismas doctrinas
que el catolicismo ha estado enseñando por siglos y lo sigue enseñando, como
las de la Trinidad, la inmortalidad del alma y un infierno de fuego. Esas
enseñanzas antibíblicas dieron a la gente un cuadro torcido de Dios y su
propósito. En vez de ayudar a la gente a buscar al Dios verdadero, las muchas
sectas y comuniones religiosas que vinieron a la existencia como resultado del
espíritu de libertad de la Reforma protestante solo la han dirigido en muchas
direcciones diferentes. De hecho, la diversidad y confusión ha llevado a muchas
personas a poner en tela de juicio la mismísima existencia de Dios. ¿Qué
resultado ha tenido esto? En el siglo XIX hubo un oleaje de ateísmo y
agnosticismo. Consideraremos esto en el capítulo siguiente.
[Notas]
Cartas de penitencia emitidas
por el papa para perdonar pecados.
Lutero insistía tanto en
el concepto de “justificación por fe solamente” que en su traducción de la
Biblia añadió la palabra “solamente” a Romanos 3:28. También recelaba del libro
de Santiago por su declaración de que “la fe sin obras está muerta”. (Santiago
2:17, 26.) No se daba cuenta de que en la carta a los romanos Pablo
hablaba de las obras de la Ley judía. (Romanos 3:19, 20, 28.)
Martín Lutero se casó
en 1525 con Catalina de Bora, quien como monja había escapado de un
claustro cisterciense. Tuvieron seis hijos. Él declaró que se había casado por
tres razones: para agradar a su padre, para llevarles la contraria al papa y al
Diablo, y para sellar su testimonio antes del martirio.
Enrique VIII tuvo
seis esposas. En oposición a los deseos del papa, su primer matrimonio fue
anulado, y otro terminó en divorcio. Ordenó la decapitación de dos de sus
esposas, y dos murieron muertes naturales.
La palabra griega e·pí·sko·pos
se traduce “bishop” (obispo) en Biblias en inglés como la Versión
Autorizada.
“Errores de la Trinidad”
A los 20 años de edad
Miguel Serveto (1511-1553), educado en derecho y medicina, publicó la obra De
Trinitatis erroribus (Errores de la Trinidad), en la cual declaró que ‘no
usaría la palabra Trinidad, que no se halla en las Escrituras, y solo
parece perpetuar un error filosófico’. Denunció la Trinidad como doctrina,
diciendo “que no puede ser entendida, que es imposible por la naturaleza de las
cosas, ¡y que hasta puede considerarse blasfema!”.
Por su franqueza, Serveto fue
condenado por la Iglesia Católica. Pero los calvinistas fueron los responsables
de su arresto, juicio y ejecución por quema lenta. Calvino justificó así lo que
hizo: “Cuando los papistas son tan rigurosos y violentos en defensa de sus
supersticiones que rabian con crueldad mientras derraman sangre inocente, ¿no
quedan avergonzados los magistrados cristianos si defienden con menos
ardor la verdad segura?”. El fanatismo y el odio personal de Calvino
cegaron su juicio y ahogaron los principios cristianos. (Compárese con Mateo
5:44.)
Esquema sencillo de las principales religiones de la cristiandad
Comienzo de la apostasía
Siglo II Iglesia Católica Romana
Siglo IV (Constantino)
Siglo V Copta, Jacobita
1054 E.C. Ortodoxa Oriental
Rusa
Griega
Rumana y otras
Siglo XVI Reforma Luterana
Alemana
Sueca
Estadounidense
y otras
Anglicana
Episcopal
Metodista
Ejército de Salvación
Bautista
Pentecostal
Congregacional
Calvinismo
Presbiteriana
Iglesias
reformadas
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