( PARA MAYOR PROBECHO LEA LOS TEXTOS QUE SE CITAN ).
¿QUIÉN negaría que la violencia en el hogar sea un asunto serio que merece pronta atención? Pero, en términos prácticos, ¿qué puede hacerse cuando la familia se ve afligida por la violencia?
Ante todo, ¿qué emoción relaciona usted con la violencia en el hogar? ¿No es la cólera?
Son relativamente pocos los matrimonios en los que hay violencia debido a que un cónyuge disfruta de ser cruel e infligir dolor. Más bien, en la mayoría de los casos, la violencia en el hogar es el resultado de una cólera descontrolada.
Todos hemos heredado el pecado y la imperfección. (Rom. 5:12) Un resultado doloroso de esto es que no tenemos pleno control de nuestras emociones. Por eso, ¿quién de nosotros no se ha airado tanto que ha dicho o hecho algo que más tarde ha lamentado? La Biblia contiene varios relatos en que los siervos de Jehová han manifestado esta debilidad. —Gén. 34:1-31; 49:5-7; Jon. 4:1, 9.
¿Deberíamos esperar, pues, que en una relación tan estrecha como la de la familia la cólera no surja nunca? (Compare con 1 Samuel 20:34; Job 32:3.) De hecho, la Biblia aconseja fácticamente a los cristianos: “Estén airados, y no obstante no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado.”—Efe. 4:26.
Sin embargo cuando usted se enoja, ¿debe usted dar rienda suelta a su cólera hasta el grado de llegar a lo que se llama “dirigir acusaciones agresivas”? Quizás usted lea eso o se lo digan. Por ejemplo, el sicólogo George Bach escribió:
“El conflicto verbal entre esposo y esposa es. . . sumamente deseable. Las parejas que riñen son parejas que permanecen juntas... con tal que sepan cómo reñir de la manera debida.”—The Intimate Enemy.
Pero, juzgando por lo que usted ha visto en la vida, ¿es verdaderamente aconsejable desahogar la ira por medio de palabras coléricas? Según un estudio efectuado por el Dr. Murray A. Straus, profesor de sociología de la familia, no lo es. Él halló lo siguiente:
“Las acusaciones agresivas entre los cónyuges no solo tienen poca utilidad al tratar con los conflictos familiares, sino que también pueden ser ‘una peligrosa supe simplificación que podría traer miseria a la vida de millones de personas.’. . . Tanto las esposas como los esposos casi siempre respondieron a las declaraciones ásperas y hostiles con otras declaraciones de la misma clase.”
Es como una reacción nuclear en cadena sin control que se intensifica hasta hacer explosión. El Dr. Straus llegó a la siguiente conclusión:
“Las parejas que usan mucha violencia verbal tienen más probabilidades de llegar a usar violencia física también. . . . Además, se hace cada vez más fácil, dice él, pasar de herir verbalmente al cónyuge a herirlo a él o a ella físicamente.”—McCall’s,.
Así, sea cual sea la teoría sicológica que esté en boga, la experiencia humana misma nos prueba la sabiduría del consejo que Dios da de controlar la cólera: “El hombre dado a la cólera suscita contiendas, y cualquiera dispuesto a la furia tiene muchas transgresiones.” “Como una ciudad en que se ha hecho irrupción, que no tiene muro [de protección], es el hombre que no tiene freno para su espíritu.” “Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal.” (Pro. 29:22; 25:28; Sal. 37:8) Cualquiera que haya llegado (o hasta casi llegado) a hacerse violento en el hogar puede beneficiarse a sí mismo y a su familia estudiando y aplicando sinceramente el consejo de Dios acerca de la cólera y el gobierno de uno mismo.
“Sí,” muchos dirán,” pero ¿precisamente qué puede hacer uno cuando de veras se encoleriza con su esposa (o esposo)?” Considere esta posibilidad. ¿Qué hay en cuanto a esperar 60 segundos... sí, contar lentamente hasta 60 (o hasta más)? Si logra posponer su cólera, tendrá menos probabilidades de estallar o de provocar un estallido. Además, piense en este consejo divino: “El principio de la contienda es como alguien que suelta aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate.” No, eso no significa abandonar a su cónyuge. Pero cuando se sienta irritado, o hasta colérico, ¿ha tratado de excusarse y marcharse por un rato, a otra habitación o a dar la vuelta a la manzana, a fin de serenarse? Esto especialmente es una buena idea para el esposo puesto que la aparente conducta irrazonable, “mal humor” o pérdida de control de su esposa quizás no sea algo deliberado. Tal vez es una manifestación temporera de los cambios hormonales de ella, debido a lo cual se le hace difícil controlar sus sentimientos.—Pro. 17:14; 19:11.
Si, por otra parte, su cónyuge es el que da salida a la irritación o a palabras coléricas, ¿qué puede hacer usted? Hay sabiduría en esto: “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia.” (Pro. 15:1) Es interesante el hecho de que, después de mencionar el hallazgo del Dr. Straus de que el responder ásperamente ha resultado en que los cónyuges continúen haciendo más de lo mismo, el artículo citado añadió: “Solo palabras bondadosas, consideradas y amorosas produjeron respuestas conciliatorias.”
¡Puede dar resultados!
Las anteriores recomendaciones, basadas en la Biblia, no son simple teoría en cuanto a resolver la violencia en el hogar. Han dado resultados en muchos casos. Por ejemplo, Tomás, era de temperamento violento. Esta es su historia:
“Tantas veces había golpeado la pared con el puño en cólera que por fin marque dónde estaban los travesaños de la pared a fin de no volverme a magullar la mano.” En los fines de semana a menudo se emborrachaba. En una ocasión, después que él y su esposa se emborracharon y tuvieron una riña particularmente mala, decidió ver si Dios lo ayudaría. Por un tiempo fue con regularidad a la iglesia metodista. Entonces, después de orar sinceramente un día, dos cristianos bíblicos lo abordaron mientras él trabajaba en el exterior de la casa. Por cierto tiempo estudió la Biblia con ellos y se esforzó por ponerla en práctica. Su esposa a veces se burlaba de él y hasta desgarraba su literatura bíblica. Pero él no respondía de manera furiosa o violenta. Explica: “La verdad de veras efectuó grandes cambios en mí. NUNCA me hubiera mantenido tan calmado y continuado siendo tan bondadoso con mi esposa.”
Otros pasos
El trabajar en armonía con el consejo de Dios sobre la cólera es un paso positivo rumbo a vencer el problema de la violencia en el hogar. Pero hay otros pasos.
Hemos notado en el caso de Tomás y en otros casos que las bebidas alcohólicas a menudo están envueltas. Aun si el beber no hace que uno se ponga violento, puede preparar el escenario. Puede, por decirlo así, calentar la madera de modo que la primera chispa produzca un incendio incontenible.
Si su hogar ha sufrido el desagradable efecto de la violencia en la familia, piense a ver si a veces las bebidas alcohólicas han estado envueltas. La Biblia no condena el uso de las bebidas alcohólicas con moderación. Pero sí advierte: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador, y todo el que se extravía por él no es sabio.” (Pro. 20:1; Sal. 104:15; Efe. 5:18) Si debido a beber algún miembro de la familia se hizo violento, entonces podría —sí, debería— hacerse algo en cuanto a ello. Con el interés amoroso de preservar la familia y evitar daño físico o asesinato, se pudiera decidir mutuamente fijar un límite absoluto de cuándo y cuánto se va a beber. Y si la experiencia en el futuro o cualquier ‘escape por un pelo’ prueban que el límite se ha fijado demasiado alto, rebájelo. Puede que en algunos casos sea necesario renunciar completamente a la bebida. Pero, ¿no es preferible eso a continuar sumiéndose en el remolino de la violencia en el hogar?
No combate, sino comunicación
Como consideramos antes, la frustración, los celos y la inseguridad a menudo están detrás de la violencia en el hogar. ¿Qué puede hacerse en cuanto a ellos? Uno de los mejores remedios es tener mejor comunicación. “La mayoría de los matrimonios” concluyó un científico social, “no se escuchan unos a otros, y como resultado muchos riñen.”
Todos nos enfrentamos a cierta medida de frustración. Considere lo siguiente: Un hombre soñaba con ser marinero y ver el mundo, pero se casó y sus padres, de edad avanzada, necesitan el apoyo de él. Por eso trabaja en una fábrica de cordones de zapatos, limitado a un sitio en particular, abrumado por el ruido e importunado por un capataz orgulloso. ¿Cree usted que nunca llegará a casa frustrado? Su esposa había soñado con criar tres hijos hermosos en una granja pacífica. Pero no ha podido concebir hijos y ahora tiene que vivir en la ciudad a fin de estar cerca de los parientes envejecidos. ¿No estará ella familiarizada con la frustración?—Gén. 30:1; 1 Sam. 1:4-11.
Sin embargo, si el esposo y la esposa desarrollan un patrón de comunicación acerca de sus actividades y sentimientos, es improbable que las frustraciones que son comunes a la vida imperfecta en este sistema se acumulen hasta el punto de estallar violentamente. Por ejemplo, una vez que hayan considerado sosegadamente el hecho de que el trabajo de él, aunque difícil, contribuye a cumplir con la voluntad de Dios en cuanto a proveer para la familia, esto mitigará la frustración que él siente. (1 Tim. 5:8) Pueden consolarse en tenerse el uno al otro y saber el bien que están haciendo por sus padres ancianos. Además, tal vez puedan hacer planes para tener unas vacaciones en la costa, ir a pescar juntos o investigar las posibilidades de obtener otro empleo. De igual importancia es que el esposo le asegure a su esposa que la ama y que comprende los sentimientos de ella y aprecia su sacrificio. Eso contribuirá a disipar la frustración de ella. Es hasta más eficaz si la abraza mientras se lo dice.
La comunicación también podría ser útil en el momento en que fácilmente podría comenzar una riña. Por ejemplo, esta esposa percibe en cuanto el esposo llega a casa que él está de mal genio o más tenso que por lo general. Puesto que ella entiende las circunstancias de él debido a la comunicación que han tenido en el pasado, quizás pueda usar palabras tiernas y calmantes. En vez de proveer una “bomba,” provee alivio calmante. Podría preguntar bondadosamente: ‘¿Fue irrazonable el capataz hoy?’ O: ‘¿Hubo mucho tráfico hoy?’ Por otra parte, la mayoría de los esposos pueden mejorar mucho en cuanto a ser sensitivos a los diferentes estados de ánimo y emociones de su esposa a fin de decir y hacer la cosa correcta al momento correcto.—Compare con Proverbios 25:11.
Algo que contribuye a la violencia en el hogar es la tendencia a concentrarnos en nuestros propios sentimientos. (Fili. 2:4) La esposa espera que sin que ella lo mencione el esposo note su nuevo peinado y comente acerca de él. Pero cuando él llega a casa es como si él creyera que de algún modo milagroso ella debería saber acerca del embotellamiento del tráfico. Esos podrían ser los ingredientes de una riña familiar que conduzca a la violencia. No obstante, en ese momento sería útil usar más franqueza. Él puede decir: ‘Qué alivio llegar a casa después de un día como hoy,’ o ella pudiera decir: ‘Pude hacerme un nuevo peinado y permanente hoy.’ En vez de esperar que el otro cónyuge saque a relucir los sentimientos de usted, hágalo usted mismo.
También hay que considerar las finanzas de la familia. Aparte tiempo para hacer esto en vez de dejar que se conviertan en una fuente de resentimiento o tensión. Un investigador halló que “28 por ciento de los casos de esposas golpeadas estaban relacionados con problemas monetarios.” En especial surgen muchas riñas violentas cuando la esposa vez tras vez le indica al esposo que, financieramente, él no puede mantenerla a la par con los vecinos o que no le permite comprar las cosas que ella desea. Esto propende a hacer que el esposo se sienta inferior, que sienta que no es buen sostén de la familia. El consejo inspirado que se encuentra en 1 Timoteo 6:6-10, 17-19 y Mateo 6:24-34 sirve de excelente fundamento para que la familia considere sus ingresos y sus planes económicos.
Los períodos de comunicación sosegada también presentan la mejor ocasión para mencionar sentimientos como los celos, sean celos de otro hombre o mujer, o de la atención que se presta a un pariente o hasta al trabajo del esposo. El estudio que mencionamos antes halló que “35 por ciento [de los casos de esposas golpeadas] estaban relacionados con los celos.” Proverbios 6:34 y su contexto muestran que cuando hay verdadera base para los celos, la ira y el deseo de venganza son cosa común. Pero esos mismos sentimientos, junto con violencia en la familia, pueden resultar hasta de celos que tienen poca o ninguna base. Así es que en vez de dejar que los celos se intensifiquen como la presión de vapor en una caldera hasta que haya un estallido violento, es mejor mencionar los sentimientos de uno en un tono sosegado (no acusador) durante una consideración calmada entre el esposo y la esposa. Pudiera requerir esfuerzo verdadero el mantener sosegada la consideración, pero si por medio de ésta puede progresarse hacia un entendimiento mutuo de los sentimientos, éste será un paso gigante en dirección a evitar la violencia.—Pro. 14:30; 27:4.
Si a usted le es difícil considerar los asuntos de familia y sus sentimientos con su esposo o esposa y ha habido actos de violencia, considere la posibilidad de obtener ayuda de una persona madura, equilibrada, que pueda estar presente como parte neutral, pero interesada. El sociólogo John E. O’Brien, quien condujo un estudio sobre “La violencia en las familias propensas a divorcios,” declaró:
“Al principio, cuando estos sentimientos de ansiedad surgen, lo mejor es sacarlos a relucir y considerarlos. Si no es posible que los cónyuges hablen francamente solos, tienen que hallar un intermediario.”
Un profesional acreditado en estos asuntos quizás pueda ayudar a la pareja, por otro lado y como se viene mencionando en este artículo también traten de considerar sosegadamente sus sentimientos o problemas y a pesarlos a la luz de la Biblia, que es provechosa “para rectificar las cosas.”—2 Tim. 3:16, 17.
¿Por qué la Biblia?
Es probable que usted haya observado que gran parte del consejo mejor y más práctico para enfrentarse a la violencia en el hogar o evitarla ha venido de la Palabra de Dios. Esto es de esperarse, pues su Autor es el Originador de la vida de familia y ha estado observando tanto los hogares violentos como los pacíficos en el transcurso de toda la historia humana. Él ha puesto en las Escrituras el consejo más útil para afrontar el problema de la violencia en el hogar.
Por ejemplo, repetidas veces la Biblia recalca que el hombre y su esposa deben considerarse como “una sola carne.” (Gén. 2:24; Mar. 10:8; Efe. 5:31) Si una pareja absorbe el espíritu verdadero de esa declaración de Dios, no es probable que la violencia estalle en su hogar. Efesios 5:28, 29 amplía sobre esto, al declarar: “El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia.” ¿No aprecia usted la veracidad de eso? ¿Se ha airado usted tanto con su mano que ha usado una olla o un martillo para golpearla o se ha sentido usted tan encolerizado con su cuello que se ha asfixiado usted mismo?
También, ¿no nos enteramos de las debilidades o peculiaridades de nuestro cuerpo, como oído deficiente, y no hacemos ajustes en cuanto a ellas? Estos ajustes también deberían hacerse en el matrimonio. No obstante, implícita en muchas batallas familiares está la idea: ‘¿Por qué no eres más como yo? ¿Por qué no ves las cosas a mi manera o no las haces como yo las haría?’ Naturalmente, la idea quizás no se exprese en esas mismas palabras. Quizás adopte esta forma: ‘¿Por qué no limpiaste la mesa antes de sentarte a ver TV?’ O: ‘¿Por qué dejas tus medias sucias metidas en los zapatos en vez de ponerlas con la ropa que se va a lavar?’ La idea implícita es la misma. Pero el esposo o la esposa que tiene el punto de vista de Dios de que los cónyuges son una sola carne acepta más prontamente a la otra persona como individuo que tiene sus propias peculiaridades y debilidades por las cuales hay que compensar amorosamente mientras se esfuerza por mejorar. Sabiamente la Biblia declara: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión.”—Pro. 19:11.
La pareja que acepta y sigue lo que dice la Biblia también ora junta con regularidad. (1 Ped. 4:7) Piense en lo fortalecedor que les es al esposo y esposa el que estén física y emotivamente juntos al orar en humildad a Dios, pidiéndole ayuda y misericordia. Es interesante el hecho de que en cuanto a la violencia en el hogar, el sicólogo neoyorquino S. Didato escribió:
“A menudo les digo a las parejas que oren en su noche de bodas. Si se habitúan a hacerlo me parece que se les hará mucho más difícil cometer actos de violencia.”
La oración, junto con la aplicación de los principios bíblicos, llegó a ser parte de la vida de Zoila y David. La historia de Zoila, natural del Perú, es:
“Nuestro matrimonio era un completo desastre. David me abandonaba y salía todas las noches, gastando todo su dinero y a menudo me dejaba sin los artículos de primera necesidad. Frecuentemente me golpeaba, dejándome amoratados los ojos y en una ocasión hasta me partió un dedo cuando estaba encinta. Tuve que protegerme el abdomen por temor de lesionar al bebé que llevaba en mi seno.” Con el tiempo la tía de David, cristiana bíblica los visitó y comenzó un estudio bíblico. David se dio cuenta de lo malo de su pasado, y hasta lloró en cuanto a él, comprendiendo que si no cambiaba no podía esperar recibir el favor de Jehová cuando Dios remueva a los inicuos de la Tierra. Por medio de aplicar la Biblia hicieron cambios en su personalidad y caminos. Ahora la violencia en el hogar es cosa del pasado.
Por lo tanto, aunque las noticias continúan enfatizando la frecuencia con que ocurre la violencia en el hogar —esposas golpeadas, esposos golpeados y niños maltratados— no es necesariamente un problema irresoluble o inevitable. Si usted ha sido víctima de ella, o hasta si ha participado en ella, puede dar pasos para aplicar el consejo perfecto de Dios a fin de que en su caso, también, la violencia en el hogar sea cosa del pasado.
[Nota]
Ejemplos instructivos: Gén. 4:3-8; 1 Sam. 20:30-33; Ester 1:10-20. Consejo sabio adicional: Pro. 12:16; 16:32; 19:19; 22:24, 25; Col. 3:8; Sant. 1:19, 20.
[Comentarios]
“De adulto, cuando usted no concuerde con alguien, tiene que aprender a controlar sus emociones y a usar el lenguaje propio de los mayores. Si recurre a la violencia física y a golpear, si grita y arroja cosas, . . . se está comportando como un niño. Está atacando ciega e irrazonablemente algo que lo enfuria. No debe hacerlo. Al fin y al cabo ese comportamiento lo destruirá.”—“First Aid for the Happy Marriage,” por la Dra. Rebecca Liswood.
“La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija.”—Pro. 12:25.
“Un hombre enfurecido suscita contienda, pero el que es tardo para la cólera apacigua la riña.”—Pro. 15:18.
Saludos.