“Jehová,
un Dios misericordioso y benévolo, . . . que
perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención de
castigo.”—Éxo. 34:6, 7.
¿ES ILIMITADA la
misericordia de Dios? ¿Lo han representado muchos en luz verdadera cuando lo
describen como un Dios tan compasivo y de amor tan abarcador que extiende los
brazos abiertos a todo el mundo, sin importar el modo de vivir que lleve una
persona? Por ejemplo, como declaró un profesor religioso en una revista que
publica la facultad de un seminario teológico: “Si la Iglesia es fiel a su
llamamiento tiene que declarar denodadamente que los homosexuales son personas,
hechas a la imagen de Dios, por quienes Cristo murió, y que por la gracia de
Dios ellos que no eran pueblo son pueblo de Dios, pues en otro tiempo
no habían recibido misericordia pero ahora han recibido misericordia.”
¿Abarca la misericordia de Dios a alguien que persiste en practicar tales
cosas? A otro clérigo le parece que sí, pues escribió sobre el mismo tema en
una revista de iglesia publicada “con aprobación eclesiástica”: “Si Dios
no aborrece, sino más bien ama al homosexual con la naturaleza que fue
creado, nosotros no podemos hacer menos. Y esto significa que tenemos que
aceptar al homosexual como es.” ¿Lo acepta Dios como es?
Una lectura descuidada de la Biblia pudiera
hacer que algunos estuvieran de acuerdo con los puntos de vista que expresan
estos líderes religiosos. Quizás tengan presentes experiencias de Jesucristo
como la que está registrada en Mateo, capítulo nueve. “Estando él en la casa
reclinado a la mesa, ¡mire! muchos recaudadores de impuestos y pecadores
vinieron y empezaron a reclinarse con Jesús y sus discípulos. Pero al ver esto,
los fariseos se pusieron a decir a sus discípulos: ‘¿Por qué es que su maestro
come con los recaudadores de impuestos y pecadores?’ Como los oyó, él dijo:
‘Personas en salud no necesitan médico, pero los enfermizos sí. Vayan,
pues, y aprendan lo que esto significa: “Quiero misericordia, y
no sacrificio.” Porque no vine a llamar a justos, sino a
pecadores.’”—Mat. 9:10-13.
MISERICORDIA
NO ES CONDONAR PECADOS
¿No parecería indicar esto, en la lectura
de paso, que Jesús aprobaba a los pecadores porque estaba dispuesto a asociarse
con ellos, y criticaba a los fariseos por poner objeción a ello? Note, sin
embargo, la declaración introductoria de Jesús: “Personas en salud
no necesitan médico, pero los enfermizos sí.” ¿No sugeriría esto más
bien que la razón que tenía Jesús por asociarse con ellos era para curarlos y
no simplemente aceptarlos en la condición enfermiza en la cual los hallaba
como pecadores? Jesús sí ejercía misericordia, tal como amonestó a otros en su
Sermón del Monte, al decir: “Felices son los misericordiosos, puesto que a
ellos se les mostrará misericordia.” (Mat. 5:7) Sin embargo, el que Jesús
ejerciera misericordia para con los pecadores no era condonar sus pecados.
Más bien, su misericordia operaba de la misma manera compasiva como operaba
para con los que estaban físicamente enfermos. En una ocasión un leproso
alcanzó a ver a Jesús y cayó sobre su rostro y le rogó, diciendo: “Señor, si
tan solo quieres, puedes limpiarme.” De modo que Jesús extendió la mano y lo
tocó, diciendo: “Quiero. Sé limpio.” Inmediatamente la lepra del hombre
desapareció de él. A veces decía al que estaba enfermo que simplemente
recogiera su cama y anduviera. Pero en otros casos más bien decía: “Tus pecados
te son perdonados.”—Luc. 5:12, 13, 20.
De consiguiente es evidente que Jesús
no estaba aceptando a la gente en sus pecados como estaban. Más
bien, uno de los más importantes aspectos de su ministerio era curar a los
hombres de sus enfermedades espirituales, haciendo posible que Dios los
aceptara debido a su modo de vivir cambiado. (1 Ped. 3:12; Mal. 3:18;
Hech. 10:34, 35) Los discípulos de Jesús no tenían un modo
tergiversado de ver la misericordia de Dios. Por ejemplo, el apóstol Pablo
escribió a cristianos aprobados en Corinto unos veintidós años después que
Jesús había terminado con buen éxito su ministerio terrestre: “¡Qué!
¿No saben ustedes que los injustos no heredarán el reino de Dios?
No se extravíen. Ni fornicadores, ni idólatras,
ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales,
ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones,
ni avarientos, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que
practican extorsión heredarán el reino de Dios. Y sin embargo eso es lo que
algunos de ustedes eran. Mas ustedes han sido lavados, mas ustedes han
sido santificados, mas ustedes han sido declarados justos en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios.”—1 Cor.
6:9-11.
Juan, un apóstol de Jesús y uno a quien Jesús
amó especialmente, caracterizó al pecado y a los que lo practican con estas
palabras y mostró cuál sería el fin de éstos: “Todo el que practica pecado
también está practicando desafuero, de modo que el pecado es desafuero. Ustedes
saben también que ése [Jesús] fue manifestado para quitar nuestros pecados, y
no hay pecado en él. Todo el que permanece en unión con él
no practica pecado; nadie que practica pecado lo ha visto ni ha
llegado a conocerlo. Hijitos, no vaya a extraviarlos nadie; el que obra
justicia es justo, así como ése es justo. El que obra pecado se origina del
Diablo, porque el Diablo ha estado pecando desde el principio. Con este
propósito el Hijo de Dios fue manifestado, a saber, para desbaratar las obras
del Diablo.”—1 Juan 3:4-8.
NO
HAY EXENCIÓN PARA PRACTICANTES DEL PECADO
Los que quieren ganar la aprobación de Dios o
que quieren continuar disfrutando de ella deben notar bien las palabras de
Pablo a las congregaciones gálatas: “No se extravíen: de Dios uno
no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto
también segará; porque el que está sembrando teniendo en mira su carne, segará
de su carne la corrupción; mas el que está sembrando teniendo en mira el
espíritu, segará del espíritu vida eterna.” (Gál. 6:7, 8) Dios sí perdona
pecados y considera con misericordia y compasión a los hijos de Adán que
nacieron en pecado. (Sal. 51:5) Sin embargo, el Dios verdadero se reveló a
Moisés como “IEVE, un Dios misericordioso y benévolo, . . . que
perdona error y transgresión y pecado, pero de ninguna manera dará exención
de castigo.” (Éxo. 34:6, 7) Aun en el caso del rey David, con quien IEVE
había hecho un pacto para el reino, Dios no hizo una excepción. David fue
castigado por sus pecados, pero porque se arrepintió también fue
misericordiosamente perdonado. Sin embargo, el perdón de IEVE no se
extiende a los que deliberadamente violan los principios justos sobre los
cuales se establece su propio trono, ni a los que hacen del pecar un modo
de vivir. (Compare con Hebreos 1:8, 9.) Al contrario. Su posición es de
hostilidad activa para con ellos y éstos no pueden evitar de ninguna
manera el juicio que tiene reservado para ellos.
Esto no debe llevarnos a concluir que IEVE
no es un Dios sufrido y de gran paciencia. Según su propio testimonio, al
tratar con la nación de Israel en tiempos pasados, dice: “No me deleito en
la muerte del inicuo, sino en que alguien inicuo se vuelva de su camino y
realmente siga viviendo.” (Eze. 33:11) Y, aunque algunos inicuos
imprudentemente se aprovechan de su paciencia, hasta se mofan de la advertencia
de que algún día se acabará su gran paciencia, él continúa aguantándolo a fin
de que los que son de corazón honrado se vuelvan a él y sean
salvados.—2 Ped. 3:3, 4, 9, 15; Rom. 2:4.
Toda la humanidad, aun los inicuos, se
benefician de la misericordia de Dios. Él no retiene de ellos las cosas
necesarias para la vida. Jesús citó esta cualidad de la bondad inmerecida de IEVE
como ejemplo para nosotros, recordándonos que nuestro Padre celestial “hace
salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.”
(Mat. 5:45) Y cuando Adán y Eva desobedecieron la ley de Dios comiendo del
árbol prohibido del conocimiento del bien y el mal en el jardín de Edén, la
misericordia para con su prole no nacida aún impelió a IEVE a permitirles
vivir hasta que les hubieran nacido hijos.
Muchos han aceptado la bondad inmerecida y
gran paciencia que IEVE continúa manifestando y no han dejado de cumplir
su propósito, pero, por otra parte, un sinnúmero de millones desde el día de
Adán han usado este período de tiempo intermedio, el período en que IEVE se ha
contenido, como oportunidad para vivir en oposición a Dios y practicar toda
suerte de actos injustos contrario a la voluntad explícita de Dios para sus
criaturas. (2 Cor. 6:1; Rom. 1:28-32) Pero Dios no está más obligado
a tolerarlos indefinidamente que lo que estuvo obligado a hacerlo para con Adán
y Eva, que al debido tiempo descendieron a la muerte eterna, tal como IEVE
había decretado para ellos. (Gén. 3:19; 5:5) El período en que IEVE se ha
contenido está acercándose a un fin. Cuando concluya, las huestes angélicas de IEVE
comenzarán su obra de ejecución asignada, y la misericordia de IEVE
no abarcará a los que se hallen todavía participando en sus actos
desaforados, que no se hayan vuelto y recibido la marca de los discípulos
verdaderos de Jesucristo. (Eze. 9:5, 6) Cuando llegue ese tiempo,
¿abarcará la misericordia de Dios todos los pecados de usted?
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SE
REQUIERE VIGILANCIA CONTINUA
Si usted todavía no ha llegado a conocer
y aceptar como modo de vivir los justos decretos de IEVE, usted no tiene
tiempo que perder. Tiene que obrar rápidamente si va a permanecer de pie
delante de las fuerzas ejecutoras de IEVE con la marca de identificación del
cristiano verdadero. Sin embargo, hay muchos que leen estas páginas que ya han
reconocido su condición pecaminosa delante de Dios y que se han arrepentido de
este camino malo y se han vuelto, aceptando la provisión de Dios para reconciliación, el don indescriptible
de Dios para la humanidad, el sacrificio de su Hijo amado. ¿Les garantiza esto,
entonces, el favor continuo de Dios, su misericordia inmutable ejercida a favor
de ellos? Los que se han dedicado a Dios y simbolizado este acto por bautismo
en agua saben que se requiere vigilancia continua. (1 Cor. 10:12) Sabiendo
que son imperfectos, se dan cuenta del conflicto dentro de ellos mismos, de
modo que con la carne son esclavos de la ley del pecado aunque con la mente son
esclavos a la ley de Dios. (Rom. 7:25) Saben que hay comparativa gravedad de
maldad y que los pecados pueden asumir una variedad de formas... pecados contra
la humanidad, pecados contra Dios y Cristo, pecados contra el propio cuerpo de
uno, pecados al participar en los pecados de otros, y muchas otras ofensas semejantes.
Sin embargo, obtienen consuelo de estas
palabras de Juan: “Si alguno comete un pecado, tenemos
un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un
sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, empero no solo por los
nuestros, sino también por los de todo el mundo. Y en esto tenemos el
conocimiento de que hemos llegado a conocerlo, a saber, si continuamos observando sus mandamientos. El que dice: ‘Yo he
llegado a conocerlo,’ y sin embargo no está observando sus mandamientos,
es mentiroso, y la verdad no está en esta persona. Pero cualquiera que sí
observa su palabra, verdaderamente en esta persona el amor de Dios se ha hecho
perfecto. En esto tenemos el conocimiento de que estamos en unión con él. El
que dice que permanece en unión con él está obligado él mismo también a seguir
andando así como anduvo aquél.”—1 Juan 2:1-6.
Los que están en el camino de la reconciliación para con nuestro
Creador confían con seguridad en la misericordia de Dios expresada por medio de
Jesucristo y se esforzarán por andar en el camino de Aquél. Pero aunque evitan
los pecados crasos que obviamente los sacarían de estar bajo la misericordia de
Dios, saben que hay muchos actos de comisión u omisión que pueden poner en
peligro serio su posición con Dios. Saben, por ejemplo, que Jesús
no atribuía cosas malas a sus discípulos, sin embargo les previno contra
el abusar de ciertas actividades cotidianas que podrían derrotarlos en el
camino a la vida. Jesús dijo: “Presten atención a ustedes mismos
para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso y por las inquietudes de la vida, y de repente
esté aquel día [cuando Dios pronunciará su juicio] sobre ustedes
instantáneamente como un lazo.” (Luc. 21:34, 35) Los que
quieren seguir con sumo cuidado y atención los pasos de Jesús se dan cuenta,
por lo tanto, de que ningún asunto se puede pasar por alto sin peligro o
considerarse como demasiado insignificante para que ocupe su atención atenta y
diligente.
Con esta conmovedora admonición de Jesús
delante de nosotros, entonces, ¿nos conviene pasar por alto o minimizar las
palabras que Jesús nos enseñó a orar: “Perdónanos nuestras deudas, como
nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores”? ¿Sinceramente y con
discernimiento hace usted esta petición a Dios? Estas no son palabras que
han de tomarse a la ligera. Jesús añadió: “Porque si perdonan a los hombres sus
ofensas, su Padre celestial también los perdonará a ustedes; mientras que si
no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco perdonará su Padre las
ofensas de ustedes.” (Mat. 6:12, 14, 15) Jesús pasó a amonestar: “Dejen de
juzgar para que ustedes no sean juzgados; porque con el juicio con que
ustedes juzgan, serán juzgados; y con la medida con que ustedes miden, se les
medirá. ¿Por qué, pues, miras la paja en el ojo de tu hermano, pero
no tomas en cuenta la viga en tu propio ojo? O, ¿cómo puedes decir a tu
hermano: ‘Permíteme extraer la paja de tu ojo’; cuando ¡mira! hay una viga en
tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero extrae la viga de tu propio ojo, y entonces
verás claramente cómo extraer la paja del ojo de tu hermano.”—Mat. 7:1-5.
LA
CUALIDAD POSITIVA DE MISERICORDIA
La práctica de misericordia, como se usa la
palabra en español, muy a menudo transmite la idea de abstenerse, de ejercer
restricción como en el caso de administrar castigo, siendo impelida esta
restricción por compasión o benevolencia. Y así se usa en la Biblia. El
ejercicio de Dios de misericordia siempre está en armonía con sus otras cualidades
y normas rectas, incluso su justicia y apego a la verdad. (Sal. 40:11; Ose.
2:19) Y puesto que todos los hombres son pecaminosos por herencia y reciben el
pago de la muerte por el pecado, es evidente que el perdonar el error, o el
aligeramiento de juicio o castigo, está envuelto con frecuencia en el ejercicio
de Dios de misericordia. Sin embargo, la palabra hebrea y la palabra griega
no están limitadas a perdón o restricción al aplicar un castigo judicial.
Con más frecuencia, la misericordia no se refiere a una acción negativa,
una abstención (como de dar castigo), sino a una acción positiva, a una
expresión de consideración bondadosa o piedad que produce alivio a los que
están en situación desventajosa y que necesitan misericordia. Por lo tanto,
como se pudiera esperar las Escrituras muestran que la misericordia de IEVE
Dios no es una cualidad que entra en juego solo cuando las personas están,
de hecho, “enjuiciadas” delante de él a causa de haber cometido alguna maldad
en particular. Más bien, es una cualidad característica de la personalidad de
Dios, su manera normal de reaccionar para con los necesitados, una faceta de su
amor.—2 Cor. 1:3; 1 Juan 4:8.
Así sucede también con
Jesús. No limitó sus actos de misericordia a los que se oponían a él o lo ofendían.
Los ciegos, los poseídos por demonios, los leprosos, y aquellos cuyos hijos
estaban atribulados se hallaban entre los que evocaban la expresión de su
misericordia y piedad. (Mat. 9:27; 15:22; 17:15; Mar. 5:18, 19; Luc.
17:12, 13) En respuesta a la súplica, “Ten misericordia de nosotros,”
Jesús ejecutaba milagros que aliviaban a éstos. Lo hacía, no de manera
rutinaria, indiferente, sino porque estaba “enternecido.”—Mat. 20:33, 34.
¿No hace esto más
significativas las palabras del medio hermano de Jesús Santiago, que advirtió:
“Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin
misericordia”? (Sant. 2:13) La misericordia que Dios nos manifiesta es de tan
gran magnitud que somos compelidos a ejercer misericordia para con nuestros semejantes,
prescindiendo de lo comparativamente pequeña que sea nuestra manifestación de
ella. Juan dijo: “Amados, continuemos
amándonos los unos a los otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha
nacido de Dios y adquiere el conocimiento de Dios. El que no ama
no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor. En esto el amor de
Dios fue manifestado en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al
mundo para que nosotros consiguiésemos la vida por medio de él. El amor
consiste en esto, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio por nuestros
pecados. Amados, si Dios nos amó así a nosotros, entonces nosotros mismos
estamos obligados a amarnos los unos a los otros.”—1 Juan 4:7-11.
A
QUÉ GRADO SE EXTIENDE LA MISERICORDIA DE DIOS
Puede que a veces esto parezca difícil y las
ofensas o faltas aparentes de nuestros semejantes sean de tal índole que nos
inclinemos a pasar por alto este requisito de mostrar amor y extender
misericordia, racionalizando dentro de nosotros que seguramente Jesús
no quiso decir que deberíamos pasar por alto faltas tan “extremadas” en
otros. Pero Pablo engrandece el amor de Dios por encima de cualquier amor que
nosotros pudiésemos manifestar cuando dijo:
“Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía
pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom. 5:8) ¡Cuánto mayores son los
pecados que Dios nos ha perdonado que cualquiera que se nos pidiera que
perdonáramos en nuestro semejante! Y la necesidad que nosotros tenemos de que
Dios nos manifieste misericordia suministrando un modo de redención no se
puede comparar con las necesidades de nuestro semejante que nosotros podemos
satisfacer. ¿Debe extrañarnos, entonces, que la misericordia de Dios no se
pueda extender a los que carecen de misericordia?—Col. 3:13; compare con Mateo
18:23-35.
Entonces, debe
interesarnos muy seriamente la pregunta: ¿Abarca la misericordia de Dios todos
mis pecados? Si me he dedicado a IEVE Dios y lo he simbolizado por bautismo en
agua, solicitando a Dios una buena conciencia, ¿todavía podría llegar a estar
bajo el juicio de Dios por no ejercer misericordia, amor hacia otros?
(1 Cor. 13:1-3) Santiago advirtió, como ya se citó: “Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin
misericordia.” Sin embargo, Santiago siguió esta admonición con la
consoladora seguridad: “La misericordia
se alboroza triunfalmente sobre el juicio.” (Sant. 2:13) ¿Cómo? ¿Y de qué
manera que podría traernos a juicio pudiéramos dejar de ejercer misericordia
aun ahora, antes del Día de Juicio?
Un ejemplo sobresaliente
de misericordia, que se ejerció al grado completo del significado del término,
es el que desplegó José, el hijo favorecido de Jacob. Pero José, en la
misericordia que manifestó, estaba siguiendo el modelo que JIEVE Dios mismo
estaba demostrando al mismo tiempo. Sea que José se diera cuenta al principio
del grado completo de la misericordia de Dios que se ejerció para con él y la
casa de su padre, el relato bíblico no lo dice. Pero José estaba confiando
enteramente en la liberación de IEVE y nunca vaciló en su determinación de
seguir la dirección de IEVE y adherirse estrictamente a los requisitos justos
de IEVE que había aprendido de su padre Jacob. Y cuando José estaba en su
condición de mayor necesidad, la misericordia de IEVE expresada a su favor
siempre lo socorrió y, al debido tiempo, hizo que llegara a ser el segundo
entre los más prominentes del mundo de su día, ocupando una posición de tal
poder que, si lo deseaba, podía vengarse con impunidad de todos los que lo
habían maltratado. O, podía usar su posición para llegar a ser una gran
bendición para ellos. Cómo José ejerció misericordia, no solo para con los
culpables de maldad, sino también con tierna compasión y empatía para con los
necesitados, y cómo este relato de la vida real nos puede mostrar la manera en
que “la misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio,” dejamos que lo
demuestre el artículo subsiguiente. Una lectura cuidadosa de Génesis,
capítulos 37 a 47, antes de considerar estas páginas, resultará
sumamente interesante e instructiva.