LOS ASCETAS
El apóstol Pablo
predijo en 2 Tesalonicenses 2:3 una apostasía entre los que profesaban ser
cristianos. Mencionó específicamente a ciertos apóstatas, como Himeneo,
Alejandro y Fileto. (1Ti 1:19, 20; 2Ti 2:16-19.) Entre las diversas causas
de la apostasía expuestas en las advertencias apostólicas se encuentran las
siguientes: la falta de fe (Heb 3:12), la falta de aguante ante la persecución
(Heb 10:32-39), el abandono de las normas morales correctas (2Pe 2:15-22), el
hacer caso de “palabras fingidas” de falsos maestros y de “expresiones
inspiradas que extravían” (2Pe 2:1-3; 1Ti 4:1-3; 2Ti 2:16-19; compárese con Pr
11:9) y el tratar de “ser declarados justos por medio de ley”. (Gál 5:2-4.) Aun
profesando tener fe en la Palabra de Dios, puede que los apóstatas desatiendan
su servicio a Dios al considerar de poca importancia la obra de predicar y
enseñar que Él encargó a los seguidores de Jesucristo. (Lu 6:46; Mt 24:14;
28:19, 20.) También puede que aleguen servir a Dios, pero rechacen a sus
representantes, y comiencen a ‘golpear’ a los que habían sido sus compañeros de
fe, con el fin de obstaculizar su obra. (Jud 8, 11; Nú 16:19-21; Mt
24:45-51.) Los apóstatas por lo general procuran que otros les sigan. (Hch
20:30; 2Pe 2:1, 3.) Los que abandonan voluntariosamente la enseñanza
primitiva cristiana se convierten en parte integrante del “anticristo”. (1Jn
2:18, 19.) Como en el caso de los israelitas apóstatas, también se predice
destrucción para los apóstatas actuales. (2Pe 2:1; Heb 6:4-8.
Durante el período
de persecución que sufrió la congregación cristiana primitiva a manos del
Imperio romano, a los que profesaban ser cristianos a veces se les inducía a
negar su discipulado. A aquellos que accedían se les exigía que dieran prueba
de su apostasía haciendo una ofrenda de incienso ante algún dios pagano o
blasfemando abiertamente contra el nombre de Cristo.
Es evidente que
hay una diferencia entre ‘caer’ por debilidad y ‘caer’ por haber apostatado.
Este último ‘caer’ implica una retirada drástica e intencional del sendero de
la rectitud. (1Jn 3:4-8; 5:16, 17.) Cualquiera que sea su base aparente,
intelectual, moral o espiritual, constituye una rebelión contra Dios y un
rechazo de su Palabra de verdad. (2Te 2:3, 4;
¿Es
el ascetismo la llave de la sabiduría?
“ALGUNOS ermitaños
se ponían grilletes, cadenas, cilicios y collares de púas. [...] Otros se
revolcaban en espinos y ortigas, se exponían a las picaduras de insectos, se
quemaban deliberadamente con fuego e irritaban sus heridas hasta provocarse
purulencia crónica. Algunos extremaban su dieta habitual de hambre comiendo
solo alimentos podridos o igual de repugnantes.” (The Saints [Los
santos], de Edith Simon.)
Estas personas
eran ascetas.
¿Por qué se infligían semejante maltrato? En el libro For the Sake of
the World—The Spirit of Buddhist and Christian Monasticism (Por el mundo. El espíritu del monacato budista y cristiano), los
autores dicen que “desde por lo menos los días de Sócrates (siglo V
a. E.C.), se generalizó la opinión de que una vida reducida a lo
imprescindible, libre del estorbo de los lujos sensuales y materiales, era uno
de los requisitos para alcanzar la auténtica sabiduría”. Los ascetas pensaban
que la mortificación del cuerpo elevaría su sensibilidad espiritual y les
conduciría a la verdadera iluminación.
No es fácil
definir con precisión el ascetismo. Para algunos, tan solo significa
autodisciplina o abnegación, virtudes que los cristianos primitivos valoraban
mucho. (Gálatas 5:22, 23; Colosenses 3:5.) El propio Jesucristo recomendó
llevar una vida sencilla, exenta de las ansiedades que vienen de ir en pos de
metas materialistas. (Mateo 6:19-33.) Pero el ascetismo se asocia, por lo
general, con medidas mucho más austeras, y a menudo extremas, como las
descritas arriba. ¿Son estas prácticas ascéticas, particularmente las más
extremas, la verdadera llave de la sabiduría?
Se
basa en suposiciones falsas
Una de las ideas
que ha dado origen al ascetismo es la de que las cosas materiales y los
placeres físicos son malos por naturaleza y, en consecuencia, impiden el
progreso espiritual. Otro concepto que abre el camino para el ascetismo es la
creencia generalizada de que el ser humano se compone de cuerpo y alma. Los
ascetas creen que el cuerpo material es la prisión y el enemigo del alma.
¿Qué enseña la Biblia? Las Escrituras indican que cuando Dios terminó su
creación terrestre, dijo que cuanto había hecho —toda su creación física,
material— era “muy bueno”. (Génesis 1:31.) Dios quería que el hombre y la mujer
disfrutaran de las creaciones materiales del jardín de Edén. Precisamente el
nombre Edén significa “Placer” o “Deleite”. (Génesis 2:8, 9.) Adán
y Eva eran perfectos y tuvieron una buena relación con su Creador hasta que
pecaron. A partir de aquel momento, la imperfección se convirtió en una barrera
entre Dios y el hombre. No obstante, la satisfacción de los deseos humanos
legítimos o el goce de los placeres físicos concedidos por Dios —siempre y
cuando estuvieran en armonía con Sus leyes morales—, jamás constituirían una
barrera de comunicación entre Dios y sus adoradores. (Salmo 145:16.)
Además, la Biblia
enseña claramente que el hombre de carne, creado del polvo, es un alma.
Las Escrituras no apoyan la idea de que el alma sea algún tipo de entidad
inmaterial e inmortal que se encuentre dentro del cuerpo físico, ni de que
la carne impida de algún modo tener una relación estrecha con Dios. (Génesis
2:7.)
Obviamente, el
concepto del ascetismo ofrece una imagen distorsionada de la relación del
hombre con Dios. El apóstol Pablo advirtió que algunos presuntos cristianos
preferirían las filosofías humanas engañosas a las verdades bíblicas.
(1 Timoteo 4:1-5.) Respecto a algunos que compartían esta opinión, un
historiador religioso dice: “La creencia de que la materia era mala [...]
y de que había que librar al alma humana de la influencia de la materia,
fomentó un ascetismo riguroso que prohibía comer carne, tener relaciones
sexuales, etc., un proceder que solo podía seguirlo una minoría selecta de
perfecti (perfectos) que habían pasado ciertas pruebas especiales de
iniciación”. Este modo de pensar carece de respaldo bíblico y los cristianos
primitivos no lo compartían. (Proverbios 5:15-19; 1 Corintios
7:4, 5; Hebreos 13:4.)
No
hace falta ser asceta
Jesús y sus
discípulos no eran ascetas. Aguantaron diversas pruebas y tribulaciones,
pero nunca se las provocaban ellos mismos. El apóstol Pablo previno a los
cristianos contra las filosofías humanas engañosas que podían desviarlos de la
verdad de la Palabra de Dios y conducirlos a prácticas extremadas e
irrazonables. Pablo mencionó específicamente “un tratamiento severo del
cuerpo”. Dijo: “Esas mismísimas cosas, en verdad, tienen una apariencia de
sabiduría en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un
tratamiento severo del cuerpo; pero no son de valor alguno en combatir la
satisfacción de la carne”. (Colosenses 2:8, 23.) El ascetismo
no conduce a la persona a una santidad especial ni a la verdadera
iluminación.
Es cierto que el
proceder de obediencia cristiana implica esfuerzo vigoroso y autodisciplina.
(Lucas 13:24; 1 Corintios 9:27.) Hay que poner gran empeño en adquirir el
conocimiento de Dios. (Proverbios 2:1-6.) Además, la Biblia condena la
esclavización a “deseos y placeres” y el ser “amadores de placeres más bien que
amadores de Dios”. (Tito 3:3; 2 Timoteo 3:4, 5.) Ahora bien, estos
pasajes bíblicos no respaldan el ascetismo. Jesucristo, hombre perfecto,
disfrutó de ocasiones agradables amenizadas con alimento, bebida, música y
baile. (Lucas 5:29; Juan 2:1-10.)
La sabiduría
verdadera es razonable, no extremista. (Santiago 3:17.) IEVE Dios creó
nuestro cuerpo físico con la capacidad de gozar de muchos placeres en la vida.
Él desea que seamos felices. Su Palabra nos dice: “He llegado a saber que
no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la
vida de uno; y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por
todo su duro trabajo. Es el don de Dios”. (Eclesiastés 3:12, 13.)