Dejar la ciudad de refugio significa perder la vida
HOY descansa fuertemente
culpabilidad de derramamiento homicida de sangre sobre la cristiandad y sobre
todo el mundo. Muchas personas sinceras, porque no han matado
personalmente a un hombre o no han participado directamente en la guerra,
no tienen conciencia de su propia participación personal en la culpa. Sin
embargo, tienen que compartir esta responsabilidad con los que son
representados en la profecía como habiendo derramado sangre inocente. Hoy la
cristiandad está en la misma situación en que estuvieron los judíos del día de
Jesús, a quienes Jesús dijo: “Aquí estoy enviándoles profetas y sabios e instructores
públicos. A algunos de ellos ustedes los matarán y fijarán en maderos, y a
algunos los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad;
para que venga sobre ustedes toda la sangre justa derramada sobre la tierra,
desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías,
a quien ustedes asesinaron entre el santuario y el altar. En verdad les digo:
Todas estas cosas vendrán sobre esta generación. Jerusalén, Jerusalén, la que
mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella.”—Mat. 23:34-37.
El registro manchado de sangre de Jerusalén
provino, no de participar en guerra teocrática bajo el mandato de IEVE Dios,
sino porque derramó sangre inocente y deliberadamente mató a muchos de los
profetas de Dios, aun a Jesús, el Hijo de Dios, puesto que fue condenado a
muerte allí. Esto no se hizo inocentemente, porque siete siglos antes, en
el día de Jeremías, IEVE puso de manifiesto la culpabilidad de derramamiento
homicida de sangre de Jerusalén cuando dijo por medio de su profeta: “También, en tus
faldas se han hallado las marcas de sangre de las almas de los inocentes
pobres. No en el acto de forzar la entrada las he hallado, sino que están
sobre todas éstas. Pero dices: ‘He permanecido inocente. Seguramente su cólera
se ha vuelto atrás de mí.’ Aquí estoy entrando en controversia contigo por
motivo de decir tú: ‘No he pecado.’” (Jer. 2:34, 35)
Obrando directamente en armonía con estas palabras, en 586 a. de
la E.C. IEVE ciertamente expresó su ira contra Jerusalén por su
derramamiento de sangre desenfrenado, y los babilonios que le sirvieron de
ejecutores derramaron la sangre de ella sobre el suelo en una destrucción aterradora.
Así, también, Jerusalén recibió otro baño de sangre, en cumplimiento de las
palabras de Jesús, y antes de terminar éste en el verano de 70 E.C.
1.100.000 judíos habían muerto dentro de la ciudad sitiada.
CULPABILIDAD
DE DERRAMAMIENTO HOMICIDA DE SANGRE POR COMPARTIR RESPONSABILIDAD
Que
los de la cristiandad en particular presten atención a este ejemplo
amonestador. No todos los judíos muertos por los babilonios o por los
romanos fueron culpables directamente de matar a los profetas de Dios o de otra
manera quitar vida humana, sin embargo perecieron con los que voluntariosamente
habían derramado sangre inocente. ¿Por qué? Porque apoyaron el registro y las
tradiciones del judaísmo y así participaron en esta responsabilidad de
sociedad, haciéndose culpables por el derramamiento homicida de sangre.
Verdaderamente la cristiandad es una
correspondencia moderna de Jerusalén y su región de Judá. El registro de la
cristiandad ante Dios ha sido manchado de sangre derramada injustamente desde
su principio en el cuarto siglo, en el día de Constantino. Este registro
no puede pasar inadvertido, pues IEVE, que no cambia, declaró a Noé: “La sangre de
sus almas, la de ustedes, la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la
reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de cada uno que es su hermano,
reclamaré el alma del hombre. Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por
el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él
al hombre.”—Gén. 9:5, 6.
Los centenares de guerras de la cristiandad
además de las inquisiciones y cruzadas religiosas antes de de la primera
guerra mundial han segado las vidas de un sinnúmero de centenares de miles de
personas confiadas, y las dos guerras mundiales desde 1914 y 1 de septiembre de 1939,
por las cuales la cristiandad tiene que asumir la responsabilidad
principal en cuanto a las decenas de millones de vidas, han acumulado una
aterradora deuda de sangre que ella tendrá que pagar según el mandamiento de
Dios concerniente a la sangre. No se puede alegar que estas guerras son
teocráticas, peleadas en el nombre de Dios, aunque los sacerdotes y clérigos de
ambos lados de estas controversias que se pelearon en la cristiandad les han
impartido bendiciones a sus participantes. Esto no ha autorizado a nadie a
matar a su semejante y hallarse sin culpabilidad de derramamiento homicida de
sangre ante IEVE Dios. El llegar a estar bajó tal bendición de sacerdote o
clérigo no fue entrar en la “ciudad de refugio” del Sumo Sacerdote de IEVE,
Jesucristo. Aunque muchos pelearon sinceramente con un fervor religioso o
patriótico, el haber invocado el nombre de Dios en estos conflictos no ha
exonerado a los participantes de culpabilidad de derramamiento homicida de
sangre. Además, los que aprueban, ayudan o respaldan a las personas que
directamente cometen derramamiento de sangre, o participan en propaganda y
movimientos que llevan a derramamiento de sangre inocente, así mismo llegan a
estar bajo una responsabilidad de sociedad como partícipes del crimen y tienen
que comparecer ante el Dios de justicia, que no puede y no pasará por
alto esta culpabilidad de derramamiento homicida de sangre.
Sin embargo, de índole mucho más seria es la
culpabilidad de derramamiento homicida de sangre de la cristiandad por quitar
las vidas de muchos de los siervos verdaderos de Dios. Babilonia la Grande, el
imperio mundial de religión falsa del cual la cristiandad es la parte
dominante, se describe en el libro de Revelación como estando “borracha con la
sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús.” (Rev. 17:6)
Tan ciertamente como que la cristiandad no ha prestado atención a la
advertencia de IEVE, así de seguro es que el juicio de IEVE pronto se
verificará en ella como sucedió con su prototipo, Jerusalén y Judá, en 586 a. de
la E.C. y 70 E.C. Todas las personas que sean halladas en asociación
con ella en ese tiempo compartirán su culpabilidad y también tendrán que
compartir su destrucción.—Rev. 18:4.
CÓMO
HUIR A LA CIUDAD DE REFUGIO DE HOY DÍA
IEVE misericordiosamente ha detenido a su
Vengador de la sangre, el Señor Jesucristo, de modo que no ha atacado con
sus huestes angelicales a la cristiandad y a todos los que comparten su
culpabilidad de derramamiento homicida de sangre, pero pronto se terminará el
límite de tiempo. (Rev. 7:1-3) En la venidera “tribulación grande” atacará el
Vengador de la sangre humana. “Porque, ¡mira! Jehová está saliendo de su lugar para
pedir cuenta del error del habitante de la tierra contra él, y la tierra
ciertamente expondrá su derramamiento de sangre y ya no encubrirá a los de
ella a quienes han matado.” (Isa. 26:21; Mat. 24:21, 22) Cuando
llegue ese tiempo de decisión, a toda la humanidad se le hará confrontar su
responsabilidad conjunta, y esto será en una escala más grande que aquella que
jamás confrontaron Jerusalén y la judería. A todos los que no han hallado
el lugar de seguridad se les hará pagar la pena. Para toda la eternidad la
Tierra tendrá que estar limpia de la sangre de los que han sido muertos
violentamente en injusticia. Tendrá que hacerse expiación a fin de que el mandamiento
acerca de la santidad de la sangre dado a Noé quede cumplido. La única manera
de huir a la seguridad es hallar el camino que lleva a la antitípica “ciudad de
refugio” de IEVE y morar allí hasta que pase el día de la cólera de IEVE y
continuar morando en ella bajo el beneficio del gran Sumo Sacerdote de IEVE,
Jesucristo. ¿Qué, pues, es la antitípica ciudad de refugio?
En el Israel de la antigüedad el homicida
tenía que huir a una de las seis ciudades designadas especialmente, y, después
de establecer su inocencia tocante al desenfrenado matar, tenía que morar en la
ciudad de refugio hasta que muriera el que entonces era sumo sacerdote. (Núm.
35:9-34) Por lo tanto la antitípica ciudad de refugio tiene que ser la
provisión de IEVE para protegerlo a uno de la ejecución por violar el
mandamiento de Dios acerca de la santidad de la sangre. Se logra entrar en esa
ciudad por medio de venir y permanecer bajo los beneficios del servicio activo
de su Sumo Sacerdote, Jesucristo. La vida humana perfecta de Jesús, que él sacrificó
en la Tierra, fue equivalente a la vida de la cual disfrutó el primer hombre
Adán en el paraíso de Edén. Jesús entregó esta vida inmaculada en la muerte y
después de su resurrección y ascensión a la diestra de Dios en el cielo pudo
presentar el valor del sacrificio de rescate a favor de los descendientes
moribundos de Adán. Así Jesús llegó a ser el Redentor de la humanidad, nuestro
pariente más cercano. Por lo tanto la administración de los beneficios de este
rescate nos limpia de culpabilidad y le suministra a la humanidad una reconciliación
con Dios.—Heb. 2:14; 10:12; Rom. 5:11; compare con Hechos 2:37-40.
Todo violador del mandamiento divino acerca de
la santidad de la sangre, sea voluntarioso o involuntario, tiene que buscar el
perdón de Dios y la cancelación de su pecado por medio de fe en esta sangre
vital del Sumo Sacerdote, Jesús. Tiene que mostrar arrepentimiento sincero por
haber cometido una violación permaneciendo obedientemente bajo la provisión
divina por medio de Cristo, confiando en la justicia y los buenos servicios del
Sumo Sacerdote. Pablo, el apóstol, que como Saulo de Tarso persiguió a la
congregación cristiana, hasta aprobando el asesinato de ellos, sirve como
ejemplo de los que violan el mandamiento acerca de la sangre. “No obstante,”
dice él, “se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de
fe.” (1 Tim. 1:13) Debido a que IEVE por medio de Cristo vio
esta actitud de arrepentimiento en Saulo, establecida más tarde por muchas
obras de fidelidad, el Vengador de la sangre, el resucitado Jesucristo,
no lo ejecutó más tarde en el ‘día de la venganza de nuestro Dios.’ (Isa.
61:2) Cuando Jesús se reveló a Saulo y puso de manifiesto que al perseguir
Saulo a la iglesia verdadera lo estaba persiguiendo a Él, Saulo se arrepintió,
cambió su proceder, y se aprovechó desde entonces en adelante de los beneficios
del sacrificio de rescate, como en una ciudad de refugio.—Hech. 9:1-19.
SOLICITUD
A DIOS PARA UNA BUENA CONCIENCIA
El que el homicida involuntario entrara en la
antigua ciudad de refugio no era suficiente para su protección. Antes que
pudiera permanecer en la ciudad y recibir los beneficios que la ciudad ofrecía
era preciso que demostrara que tenía una conciencia limpia para con Dios
tocante a verter intencionalmente la sangre. Hoy esta conciencia limpia para
con Dios solo se puede obtener por medio de una solicitud honrada y sincera a
Dios que se expresa en dedicación de uno mismo a Dios por medio de Cristo y
luego el bautismo. Esto significa que la persona que viene a Dios tiene que
reconocer los pecados que ha cometido en violación de la ley natural de Dios y
tiene que cambiar su proceder tocante a hacer la voluntad de Dios. Por lo
tanto, tiene que hacer una dedicación plena y sin reservas de su vida a IEVE y
luego tiene que presentarse para inmersión total en agua en símbolo de su
dedicación. Especialmente ahora a medida que se acerca el fin del sistema cruel
en manos de los demonios y sus aliados políticos-religiosos.
El apóstol Pedro habló del poder salvador del
bautismo y su relación con la conciencia del cristiano cuando escribió en 1 Pedro
3:20, 21: “Lo que corresponde a esto [es decir, el que Noé y su familia
pasaran a través del diluvio en el arca en aquel fin del mundo] ahora también
los está salvando a ustedes, a saber, el bautismo, (no el desechar la suciedad
de la carne, sino la solicitud hecha a Dios para una buena conciencia,) mediante la resurrección de
Jesucristo.” La
conciencia que solicitamos de Dios al cumplir con su arreglo del bautismo es
una conciencia que está libre de cualquier culpabilidad para con Dios. Es el
tener conciencia de la provisión del sacrificio de expiación de Jesús que nos
limpia de todo pecado, no como los sacrificios de animales que tenían que
repetirse cada año. No, esta buena conciencia que Dios nos da nos permite
entrar en una relación limpia con IEVE y permanecer en ella por medio de
aprovecharnos de los servicios de su gran Sumo Sacerdote. Los que entran en
esta condición tienen que mantener esa buena conciencia continuando con el
desempeño de la obra asignada a ellos en esta antitípica ciudad de refugio. Por
lo tanto la conciencia desempeña un papel importante para que permanezcamos en
la ciudad de refugio LA RECONCILIACIÓN.
Habiendo entrado en la antitípica ciudad por
medio de la dedicación y el bautismo bajo la provisión del sacrificio de
expiación de Cristo Jesús, dejamos atrás todo sentido de culpabilidad y debemos
continuar en la ciudad con esa misma libertad. Sin embargo, si comenzáramos a
endurecer nuestra conciencia contra Dios y justificarnos aun por infracciones
de menor cuantía a la ley de IEVE para los refugiados en la ciudad, nos
estaríamos poniendo en la situación peligrosa de con el tiempo dejar
completamente la ciudad. La ley de Dios se define claramente para nosotros en
su Palabra. El pasar por alto esta clara dirección del espíritu de Dios es
pasar por alto la dirección de nuestra conciencia cristiana. El hacer caso
omiso de la conciencia con el tiempo resulta en no sentir ningún dolor ni perturbación
cuando debería aguijonearnos. Finalmente, como dijo Pablo, la conciencia puede
endurecerse como carne cauterizada con un hierro de marcar. En esta condición
la conciencia, como la carnosidad, no siente ningún dolor, ningún
sentimiento de culpabilidad. Con el tiempo podríamos llegar a complacernos en
cometer lo malo, y cuando se llame a nuestra atención lo malo hasta llegar a
despedirlo como de poca importancia igual que si dijéramos: “Y ¿qué? ¿A quién
le importa?” Esta actitud indiferente solo puede llevar a un desprecio completo
de la provisión bajo la cual se nos permitió entrar en la ciudad, y si se nos
alcanzara en esta condición, en este estado de ánimo, no tendríamos
ninguna protección del Vengador de la sangre porque ya no estaríamos en
esta ciudad bajo los beneficios protectores del Sumo Sacerdote durante el
venidero “día de la venganza.”
PERMANECIENDO
FIRMES HASTA EL FIN
Puesto que el confiar en
nosotros mismos y perder fe en el sacrificio del Sumo Sacerdote y ya
no confiar más en que éste cubre los pecados es dejar la ciudad de
refugio, exponiéndonos así a la destrucción en el Armagedón, hacemos bien en
prestar atención a la advertencia del apóstol Pablo cuando dijo: “Por eso es
necesario que prestemos más que la acostumbrada atención a las cosas oídas por
nosotros, para que nunca nos deslicemos.” (Heb. 2:1) El tiempo para que el Vengador de IEVE entre
en acción se acerca cada vez más. Este no es el tiempo para ser cogidos
desprevenidos, fuera de la ciudad de refugio o en una situación peligrosa cerca
de la orilla de las dehesas, que marcaban los límites de este santuario
provisto por IEVE. Jamás debemos caer en el lazo de pensar que podemos
desviarnos siquiera un poco de los justos requisitos de IEVE. ¿Quién de
nosotros puede decir en qué punto llega a ser uno voluntarioso al pasar por
alto la provisión de IEVE y cesa de ser uno que ‘simplemente no usa de
buen juicio’? Acuérdese de lo que Pablo dijo en 1 Corintios 4:4: “Porque no estoy
consciente de nada contra mí mismo. Sin embargo no por esto quedo probado
justo, sino que el que me examina es Jehová.” ¿Podemos decir que
estamos poniendo nuestra confianza en IEVE si deliberadamente pasamos por alto
o violamos sus mandamientos para nosotros? El pensar en dejar la antitípica
ciudad de refugio aun temporalmente es tentar a Dios para que nos salve de su
Vengador de la sangre. Además, si una persona en esta condición tuviera que
enfrentarse a la muerte ahora mismo por causas naturales antes de la
“tribulación grande,” ¿qué participación tendría en la resurrección? Nunca
debemos descuidar el poner una base suficientemente sólida en la fe, confiando
suficientemente en los servicios del gran Sumo Sacerdote, para que el Vengador
de la sangre nos recuerde favorablemente cuando llegue el tiempo de la
resurrección. (Mat. 24:21, 22) El no hacerlo en este “tiempo del fin”
puede significar extinción eterna. Uno no tendría el privilegio de
sobrevivir a la venidera “tribulación grande.” Uno es ejecutado.
CUÁNDO
SE LES LIBERTA DE LA CIUDAD DE REFUGIO
¿Hasta cuándo tienen que permanecer los
anteriores culpables de derramamiento homicida de sangre dentro de la ciudad de
refugio? Hasta que ya no necesiten los servicios del Sumo Sacerdote. Pablo
escribió a los hebreos: “Por consiguiente él también puede salvar completamente a
los que están acercándose a Dios por medio de él, porque siempre está vivo para
abogar por ellos. Porque tal sumo sacerdote nos era apropiado: leal, sin
engaño, incontaminado, separado de los pecadores, y llegado a ser más alto que
los cielos.” (Heb. 7:25, 26) Estos servicios, entonces, son
para los sobrevivientes de la “tribulación grande” que están en imperfección
humana. Mientras continúe cualquier culpabilidad de derramamiento homicida de
sangre, se necesitan los servicios del Sumo Sacerdote a fin de mantener una
posición correcta con Dios. Los que han sido ungidos por espíritu santo de Dios
para ser hijos espirituales, coherederos con Cristo, tienen que quedarse dentro
de la antitípica ciudad de refugio hasta que fielmente terminen su derrotero
terrestre en la muerte, sacrificando así para siempre su naturaleza humana.
Puesto que el sacrificio de Cristo solo aplica a los que tienen naturaleza
humana, el Sumo Sacerdote “muere” para ellos en el sentido de que ya no necesita
obrar a favor de ellos con el mérito de su sacrificio humano, pues en el caso
del “rebaño pequeño” de “coherederos con Cristo” son cambiados en la
resurrección de humanos a espíritus y de allí en adelante residen en el cielo
puesto que poseen una “naturaleza divina.”—Luc. 12:32; Rom. 8:17; 2 Ped.
1:4.
Sin embargo, los sobrevivientes de la
“tribulación grande” con esperanzas de vida terrestre no son libertados de
la ciudad de refugio cuando los enemigos de Dios hayan sido destruidos en el
Armagedón y se haya repartido retribución por la sangre de los que han sido
muertos inocentemente a través de las generaciones de la humanidad. Es cierto,
antes que el Vengador de la sangre obre como ejecutor de IEVE, los de esta
“grande muchedumbre” tienen que haber lavado sus ropas largas y haberlas
emblanquecido en la sangre del Cordero. Sin embargo, la “tribulación grande”
no remueve su culpabilidad de derramamiento homicida de sangre ni los
libra inmediatamente de los pecados heredados de Adán. Aunque tienen una conciencia
limpia para con Dios, tienen que seguir teniendo esta conciencia limpia por
medio de permanecer dentro de los límites de la antitípica ciudad de refugio
hasta que sean restaurados a la perfección humana, de tal modo
no necesitando ya los servicios del Sumo Sacerdote. ¿Cuándo sucederá esto?
Solo cuando hayan alcanzado la perfección humana al fin del reinado de mil años
de Cristo y él los entregue en su perfección (una posición completa en justicia)
a IEVE para una prueba final de su integridad sobre su propio mérito. Cuando
salen de la protección que tienen bajo el gran Sumo Sacerdote, Jesucristo, él,
de hecho, muere para ellos como Sumo Sacerdote, porque ya no será
necesario que él obre a favor de ellos con la sangre limpiadora de su
sacrificio.
¿Qué hay, pues, de los que serán resucitados
durante el reinado de mil años de Jesús? ¿Tienen que entrar éstos también en la
ciudad de refugio y permanecer allí hasta la “muerte del sumo sacerdote”? No.
Porque éstos han pagado la pena de su pecaminosidad por su propia muerte. (Rom.
6:7) Han sido exonerados de pecado al descender al sepulcro común de toda la
humanidad. Al salir de la muerte, no están en un camino que lleva a la
antitípica ciudad de refugio, sino a la vida eterna. Continuando en este camino
de la vida también a éstos el Sumo Sacerdote los ayudará a alcanzar la
perfección humana. El que pasen la prueba final después del fin del reinado de
Cristo de mil años les traerá también a ellos la declaración de IEVE de que son
justos y una garantía de vida sin fin en la Tierra. No obstante, el
no llenar los requisitos de Dios que aplicarán a la humanidad en aquel día
les acarreará un juicio final de condenación y serán exterminados para siempre,
lo mismo que aquellos que fueron ejecutados mil años antes en la “tribulación
grande.”
Pero, quizás alguien pregunte, ¿qué hay de las
palabras de Pablo a los hebreos: “Esta esperanza la tenemos como ancla del alma, tanto
segura como firme, y entra hasta dentro de la cortina, donde un precursor ha
entrado a favor nuestro, Jesús, que ha llegado a ser sumo sacerdote a la manera
de Melquisedec para siempre”? (Heb. 6:19, 20) ¿Por qué se dice
que Jesús será Sumo Sacerdote para siempre si sus servicios como Sumo Sacerdote
habrán de terminar para con el mundo de la humanidad al fin de los mil años? ¿De
qué manera continúa como Sumo Sacerdote para siempre?
En el tipo judío el sumo sacerdote moría
literalmente, terminando así no solo sus servicios de sumo sacerdote sino
su vida también. Esto no sucede con el Sumo Sacerdote mayor, Jesucristo.
Es cierto, sus servicios terminan en esta capacidad cuando a la humanidad se le
trae a una posición completa en justicia ante IEVE, pero Jesús que está a la
diestra de IEVE continúa para siempre. El que cese su puesto de Sumo Sacerdote
mediador para con la humanidad no pone fin a su vida. Los buenos efectos
de su servicio como Rey y Sumo Sacerdote sobre la humanidad permanecerán para
siempre con la humanidad, y la humanidad eternamente estará endeudada con él
por haber servido como Rey y Sumo Sacerdote a favor de ellos. Por toda la
eternidad doblarán la rodilla al nombre de Jesús, y confesarán que él es Señor
para gloria de Dios el Padre. (Fili. 2:5-11) Entonces ya no serán
necesarios sus servicios para con la humanidad en la aplicación de su
sacrificio de expiación para con ellos. Pero como gran Administrador y Vocero
de IEVE, indiscutiblemente continuará a través de toda la eternidad como el
Preeminente en engrandecer la alabanza de IEVE y llevar la delantera en la
adoración que unificará a todo el universo para gloria y honra, de IEVE.
¡Qué bendito privilegio
será estar entre esas criaturas felices que habrán sobrevivido hasta ese
tiempo! ¡Cuán agradecidos estaremos por la misericordia de IEVE que ha hecho
posible esta maravillosa provisión! Es esta esperanza la que ahora puede
sostenernos. Apreciémosla como atesoramos la vida misma, pues el permanecer en
la ciudad de refugio de IEVE ahora en este “tiempo del fin” del mundo culpable
de derramamiento homicida de sangre ciertamente significa nuestra vida.