EL ORDEN de cosas actual es viejo... tiene miles de años de antigüedad. Durante todos esos milenios de tiempo un solo espíritu ha estado difundido en el orden de cosas humano. ¿Ha sido espíritu santo? Nadie hablará de manera tan contraria a las realidades históricas como para alegar que la fuerza invisible que ha estado activando a toda la sociedad humana en sus ocupaciones, o en su estilo de vivir, ha sido espíritu santo procedente de IEVE Dios. Si hubiera sido espíritu santo lo que siempre hubiera estado apoyando e impulsando a este viejo sistema de cosas, los resultados diferirían muchísimo del estado mundial de los asuntos hoy.
Cuando hay espíritu santo de IEVE Dios obrando en la vida de la gente, ese espíritu produce un fruto que lo identifica. Este viejo orden, a juzgar por el fruto que ha producido con suficiente tiempo para ello, no está siendo conducido por el espíritu santo de Dios. La mayoría humana que apoya a este viejo orden muestra que son personas que necesitan que se les restrinja por medio de leyes que se formulan para personas de mente criminal, leyes que por lo tanto les ordenan abstenerse de toda suerte de maldad. Hace mil novecientos años hubo un hombre que había salido de estar bajo un código de leyes de esa clase. Él escribió una carta para mostrar que necesitamos mejor incentivo, una fuerza superior que esté activa en nuestra vida, si deseamos ser diferentes del viejo orden actual. Necesitamos el espíritu, la fuerza activa invisible que viene de Aquel que moralmente es mucho mejor que este viejo orden mundial, mucho mejor que todo legislador de la sociedad humana. El escritor de la carta señaló a la fuerza santa que puede activarnos correctamente, al decir:
“Sigan andando por espíritu y no llevarán a cabo ningún deseo carnal. Porque la carne está contra el espíritu en su deseo, y el espíritu contra la carne; porque éstos están opuestos el uno al otro, de manera que las mismísimas cosas que ustedes quisieran hacer no las hacen. Además, si están siendo conducidos por espíritu, no están bajo ley.
“Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas, y son: fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo, enemistades, contiendas, celos, enojos, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras, diversiones estrepitosas y cosas semejantes a éstas. En cuanto a estas cosas, les estoy avisando de antemano, de la misma manera que ya les avisé, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
“Por otra parte, el fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo. Contra tales cosas no hay ley.”—Gálatas 5:16-23. Note también 1 Timoteo 1:8-11.
¡Qué extensa lista de puntos opuestos! ¿Verdad? Ciertamente los que están produciendo el fruto del espíritu de Dios no están practicando las cosas llamadas “las obras de la carne.” Anhelan el reino de Dios con un deseo sincero de heredar sus bendiciones.
Pero ¿qué hay del viejo orden actual? No tenemos que indicar sus faltas. Eso lo hacen para nosotros sus informes periodísticos, los artículos que salen en sus revistas, sus registros policíacos, la inseguridad general que se debe al aumento en la actividad criminal, los caros hospitales para las enfermedades mentales así como las horribles enfermedades venéreas, las tensiones políticas junto con la amenaza cada vez mayor de una guerra nuclear que envuelva a todo el globo terráqueo. Muchísimas otras cosas pudieran citarse para incriminar al viejo orden como un orden que abunda en las “obras de la carne.” Este viejo orden nunca ayudará a la gente a ‘heredar el reino de Dios.’ No tiene conexión alguna con el reino de Dios. No hay espíritu santo de Dios difundido en él, moviéndolo o respaldándolo. De ninguna manera es santo, ni siquiera la parte de él que se llama cristiandad.
¿Por qué no respalda a ninguna parte de este viejo orden el espíritu de Dios? ¿Cómo llegó a estar la carne humana en tal condición que naturalmente desee hacer obras que están opuestas al espíritu de Dios? La carne humana no estaba en esa condición cuando principió. En aquel tiempo la movía el espíritu de su Creador. Dios nunca impartiría a carne recientemente creada lo que fuera malo y estuviera en oposición a él. Él no es Fuente de maldad. Como defensor de la causa de lo recto, el profeta Moisés absolvió a IEVE Dios de toda responsabilidad por las malas tendencias de la carne humana. Moisés dijo: “Perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él. Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de él, el defecto es de ellos mismos.”—Deuteronomio 32:4, 5.
El origen del defecto de la humanidad no se puede hallar en Dios. Él hizo perfecto al primer hombre, una honra y crédito a Su aptitud de Creador. No hay defecto con relación a Dios. Con la cooperación de su Hijo unigénito, Dios hizo al primer hombre “a nuestra imagen, según nuestra semejanza.” El primer hombre, Adán, era imagen de la perfección divina, y por eso, para ser imagen verdadera, tenía que ser perfecto. —Génesis 1:26-28; 2:7, 8.
En el paradisíaco Jardín de Edén el primer hombre andaba en armonía con el espíritu santo de Dios. A veces conversaba con Dios. De una manera que el ojo humano no podía ver y que sin embargo Adán el hombre podía percibir, Dios andaba en aquel hermoso Jardín de Edén. Había unidad entre Dios y el hombre. En aquel tiempo había unidad entre las cosas celestiales y las cosas terrenales. ¿Por qué? Porque el espíritu de Dios estaba difundido en todo. Todo esto hacía feliz a IEVE Dios. Él es el “Dios feliz.”—1 Timoteo 1:11.
Aquí, pues, estaba la base para el desarrollo de un orden de cosas perfecto que nunca iría envejeciendo hasta estar para pasar de la existencia. Pero hoy no tenemos un orden de cosas limpio, justo, perfecto. ¿A qué se debe esto? Se debe a que ocurrió un pecado contra el espíritu santo. ¿Cometido por quién? Cometido por aquel a quien Jesucristo identificó cuando estuvo hablando a hombres que deseaban matarlo a él porque decía la verdad de Dios. A estos que querían asesinarlo Jesús dijo: “Ustedes proceden de su padre el Diablo, y quieren hacer los deseos de su padre. Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él. Cuando habla la mentira, habla según su propia disposición, porque él es mentiroso y el padre de la mentira.”—Juan 8:44.
El discípulo de Jesús llamado Juan también identifica al primero que pecó contra espíritu santo; Juan escribe: “El que obra pecado se origina del Diablo, porque el Diablo ha estado pecando desde el principio.” (1 Juan 3:8) El que practica el pecado no pudiera tener más padre espiritual que aquel que le dio el principio.
El que se llame así un diablo al primer mentiroso de toda la creación indica que la mentira de éste estuvo contra Dios, porque el nombre Diablo significa Difamador o Calumniador. Él dejó la verdad y cultivó en sí mismo la disposición de mentir. En contradicción difamadora de lo que Dios le había dicho a Adán, el Diablo le dijo a Eva la esposa de Adán que la pena por comer del árbol prohibido no sería muerte: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día en que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo.” (Génesis 3:1-5) El mentiroso se hizo un Diablo, principalmente respecto a Dios.
El Difamador que habló contra Dios no podía garantizar que Adán y Eva no morirían positivamente si comían del fruto prohibido del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Su palabra no era más poderosa que la de Dios. (Hebreos 4:12; Génesis 2:16, 17) Pero probablemente el Diablo pensó que podría arreglárselas para poner a IEVE Dios en una posición embarazosa en la cual fuera inconsistente para Dios el dar muerte a Adán y Eva, especialmente si el Diablo dirigía a la pareja pecaminosa a comer del “árbol de la vida” antes de que pudieran ser sentenciados por Dios.—Génesis 2:9; 3:22, 23.
A pesar de todos estos manejos, el Diablo resultó mentiroso. Sus víctimas sí murieron como almas humanas, porque IEVE Dios el Juez los sentenció a muerte e impidió que llegaran al “árbol de la vida” por medio de echarlos del paradisíaco Jardín de Edén. (Génesis 3:17-24) Por haber inducido desamoradamente la muerte del primer hombre y su esposa, el Diablo se convirtió en “homicida.” Por esto merecía que se le diera muerte según la regla que declaró el Fundador del cristianismo verdadero: “Cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera ser echado en el mar con una gran piedra de molino amarrada al cuello.” (Marcos 9:42, Versión Popular) En exacta armonía con eso, destrucción sin fin sí le espera al homicida, el Diablo.
Se indicó ese fin para el Diablo cuando el Juez de todos, IEVE, lo asemejó a la serpiente que había sido usada para engañar a la mujer Eva y hacer que comiera del fruto prohibido en oposición al mandato de Dios. Realmente dirigiendo las palabras a la Serpiente simbólica, IEVE dijo: “Porque has hecho esta cosa, tú eres la maldita de entre todos los animales domésticos y de entre todas las bestias salvajes del campo. Sobre tu vientre irás y polvo es lo que comerás todos los días de tu vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón.” (Génesis 3:14, 15) Así el Diablo llegó a ser el maldito de Dios. De modo que queda con Dios dar muerte a este maldito. Pero esto no sucedería antes de que la Serpiente maldita tuviera la oportunidad de tener una “descendencia,” prole en sentido figurativo o espiritual. Siendo espíritu, el Diablo no tiene facultades reproductivas inherentes como el hombre.
IEVE comparó al Diablo con una serpiente que se arrastra sobre su vientre y come alimento sobre el cual se acumulan partículas del terreno. Así indicó la condición de rebajamiento profundo en la cual fue arrojado entonces el Diablo maldito. Puesto que era la más baja condición de la existencia, fue comparada con el lugar que llegó a ser llamado Tártaro. Con el transcurso del tiempo otros espíritus, otros ángeles que renunciaron a la Paternidad de Dios y adoptaron la paternidad del Diablo, se unieron al Diablo en este lugar. Estos espíritus se convirtieron en su “descendencia.”
Con referencia a esta descendencia espiritual de la Serpiente original, el apóstol cristiano Pedro escribió: “Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, sino que, echándolos en el Tártaro, los entregó a hoyos de densa oscuridad para ser reservados para juicio.” (2 Pedro 2:4) El discípulo cristiano Judas se refiere a la misma “descendencia” angélica de la Serpiente, cuando escribe: “A los ángeles que no guardaron su posición original, sino que abandonaron su propio y debido lugar de habitación, los ha reservado con cadenas sempiternas bajo densa oscuridad para el juicio del gran día.”—Judas 6.
En el tiempo en que el Diablo engañó a Eva, la esposa de Adán, e hizo que se rebelara contra Dios su Padre celestial, no había “descendencia” de la Gran Serpiente. El Diablo obró solo. No optó por tener un asociado angelical que pudiera convertirse en su rival y reclamar el dominio de la prole de Adán y Eva. Codiciaba el control exclusivo de toda la humanidad. Desconocemos precisamente qué puesto ocupaba en la organización original de Dios. Muchos estudiantes de la Biblia han entendido que la profecía de Ezequiel 28:11-19 acerca del rey de la antigua Tiro aplica también a Satanás el Diablo, y por eso razonan que el que se hizo a sí mismo el Diablo era originalmente un “querubín” entre los “hijos de Dios” de la región celestial. Si esto es así, entonces el grado del rebajamiento que experimentó como la Gran Serpiente es proporcionalmente mayor.
Los otros ángeles que se rebelaron contra Dios, que llegaron a ser la “descendencia” de la Serpiente, comparten con éste la oscuridad tartárea, como serpientes malditas. Ya no tienen la luz del favor y consejo de Dios. Cuando se rebelaron, Dios removió de ellos Su espíritu santo.
El porvenir es absolutamente tenebroso para la Gran Serpiente y su “descendencia” angelical. Les espera el día de juicio de Dios, con la perspectiva de ser ‘magullados en la cabeza.’ Dios usará a la “descendencia” de su “mujer” para el magullamiento. (Génesis 3:15) El magullamiento que se inflige no es una simple herida sobre el cuero cabelludo. Es el aplastamiento de la cabeza, que resulta en muerte para la Gran Serpiente y su “descendencia.” Esto no se puede entender mal, porque, en Romanos 16:20, está escrito a los discípulos de Cristo: “El Dios que da paz quebrantará a Satanás bajo los pies de ustedes en breve.” Esta es razón sólida para que Satanás y su “descendencia” estén en enemistad con la “descendencia” de la “mujer” de Dios. Cuando Dios mencionó la “descendencia” de su “mujer,” tanto el cielo como la tierra se vieron ante un misterio. El misterio o secreto sagrado que ahora despertó curiosidad universal fue: ¿Quién es la descendencia de esta mujer?
UNA “DESCENDENCIA” TERRESTRE DE LA SERPIENTE
La misteriosa “descendencia” de la “mujer” de Dios no resultó ser el hijo primogénito de Eva, a quien ella llamó Caín. El que Caín fuera el hijo primogénito de toda la humanidad no le dio el derecho de servir como esa prometida “descendencia.” Además, el talón de Caín nunca fue magullado por la Gran Serpiente, el Diablo. En cuanto a magullar a alguien en la cabeza, Caín asesinó a su hermano Abel, que temía a Dios, posiblemente dándole un golpe aplastador en la cabeza. En vez de ser bendecido por Dios y recibir el espíritu santo de Dios, Caín llegó a ser el segundo individuo al que en la Biblia se llama ‘maldito,’ siendo el primero la Serpiente simbólica o el Diablo. (Génesis 3:14; 4:11) De esta manera Caín se hizo a sí mismo parte de la “descendencia” terrestre de la Gran Serpiente, el Diablo, a quien imitó al mentir y cometer homicidio. Él no amó ni a su hermano, a quien podía ver, ni a Dios, a quien no podía ver. A los seguidores de Cristo se les exhorta a ser lo contrario de lo que fue Caín, en las siguientes palabras:
“Debemos tener amor los unos para con los otros; no como Caín, que se originó del inicuo y mató atrozmente a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató atrozmente? Porque sus propias obras eran inicuas, pero las de su hermano justas.” (1 Juan 3:11, 12) “Ay de ellos, porque han ido en la senda de Caín.”—Judas 11.
Caín imitó al Diablo, su padre espiritual, el “inicuo,” al pecar contra el espíritu santo de Dios. Esto no significa que Caín, el primer hijo de Adán y Eva, tuviera alguna vez el espíritu santo. Sus padres terrestres habían perdido espíritu santo por haber violado voluntariamente el mandamiento de Dios. Pero Caín vio el funcionamiento de espíritu santo. ¿Cuándo y cómo?
Esto fue cuando Caín le presentó a Dios una ofrenda tomada de su trabajo agrícola, mientras que su hermano más joven, Abel, le presentó a Dios un sacrificio tomado de animales degollados de su rebaño de ovejas. ¿Fueron aceptables a Dios las presentaciones de estos dos hermanos? Génesis 4:4-7 nos dice: “Ahora bien, aunque IEVE miraba con favor a Abel y su ofrenda, no miraba con ningún favor a Caín ni a su ofrenda. Y Caín se encendió en gran ira, y empezó a decaérsele el semblante. Por lo cual IEVE le dijo a Caín: ‘¿Por qué te has encendido en ira y por qué se te ha decaído el semblante? Si te diriges a hacer lo bueno, ¿no habrá ensalzamiento? Pero si no te diriges a hacer lo bueno, hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?’”
Por supuesto, Dios no se les apareció a Caín y Abel en esta ocasión. No se nos dice cómo miró con favor a Abel y su ofrenda de sacrificio. Pero tiene que haber habido alguna evidencia visible de esto. Un funcionamiento del espíritu santo de Dios fue esto. Caín vio esto y, también, sin palabra alguna de Dios. Por eso se encendió en gran ira y su semblante decayó. No respondió humildemente y con arrepentimiento ante el funcionamiento visible de espíritu santo procedente del Dios a quien le estaba presentando una ofrenda que no era aceptable.
Estaba claro que Caín no estaba haciendo lo correcto. La voz de Dios procedente de lo invisible le explicó la situación. Demasiado orgulloso para humillarse, Caín no se arrepintió ni se volvió a hacer lo bueno, aunque el pecado estaba agazapado como si estuviera a la puerta de su hogar y tuviera el deseo vehemente de apoderarse de él como víctima. Caín no quiso lograr el dominio sobre él, sin importar lo que el espíritu santo de Dios le había indicado. Puesto que no quiso un ensalzamiento de su semblante, tramó contra el que tenía la aprobación de Dios y lo mató. Así pecó contra espíritu santo.
Esto desagradó a Dios e hizo que su maldición viniera sobre Caín. Pero agradó a la Gran Serpiente, el Diablo, porque éste ahora vio a un hijo terrestre suyo que obraba como una verdadera copia de su padre espiritual. El Diablo mismo había pecado contra espíritu santo. Además de haber visto a Dios mismo, el que ahora era el Diablo había visto todo el funcionamiento de espíritu santo relacionado con la región celestial y relacionado con la creación de la Tierra y del hombre perfecto sobre ella. (Job 38:7) Durante el tiempo en que no hubo en él ninguna seducción egoísta, él mismo tuvo una debida medida del espíritu de su Padre celestial. Él sabía lo que por este espíritu santo se le había hecho posible hacer. También vio el “espíritu de bondad inmerecida” que Dios expresó para con Adán y Eva al suministrarles lo que necesitaban para disfrutar de vida humana perfecta en un paraíso terrestre. Y sin embargo, ¿qué hizo este celestial ‘hijo de Dios’?—Hebreos 10:29.
Representó falsamente el “espíritu de bondad inmerecida” al decirle a Eva que el motivo de éste era egoísmo por parte de Dios. Además, que la prohibición que Dios impuso en cuanto a comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo tenía como motivo el temor, por parte de Dios, de que sus criaturas humanas adquirieran la habilidad de tomar decisiones sin depender de él, decisiones en cuanto a lo que es correcto y lo que es incorrecto, lo que es bueno y lo que es malo. Por eso, cuando aquel ‘hijo de Dios’ de la región de los espíritus voluntariamente y con propósito definido torció la realidad clara del caso y mintió para engañar a Eva y hacer que pecara, pecó contra el espíritu santo, un pecado que no tiene perdón. Se había dejado atraer por la posibilidad egoísta de ejercer soberanía sobre la Tierra y sus habitantes humanos y entonces entró en acción para apoderarse de esa soberanía. Al hacer eso perdió el espíritu santo de Dios. El fruto del espíritu de Dios en su vida se marchitó y murió. Él se hizo un Diablo, solo merecedor de destrucción. —Hebreos 12:29; 6:7, 8.
Este que fue el primero en pecar contra espíritu santo se hizo un demonio. Los “hijos de Dios” angélicos que más tarde se le unieron en la rebelión contra Dios se hicieron demonios como el Diablo. Estos demonios llegaron a ser la “descendencia” de la Gran Serpiente, y así el Diablo llegó a ser el “gobernante de los demonios,” quien llegó a ser llamado Beelzebub. (Mateo 12:24-27) Estos son los que promueven el demonismo, para apartar a la gente de adorar al único Dios vivo y verdadero, IEVE. Se les clasifica como “espíritus inmundos.” (Mateo 10:1, 8; 12:43-45) La práctica del espiritismo bajo la influencia de estos demonios solo puede resultar en inmundicia espiritual para el practicante de tal cosa y hacerlo inmundo a la vista de Dios. La práctica del espiritismo es una de las obras de la carne caída e impide que la persona tenga parte alguna en el reino de Dios y sus bendiciones. Los espíritus inmundos se oponen al espíritu santo de Dios, y él condena al que tenga que ver con los espíritus inmundos. —Deuteronomio 18:9-14; Gálatas 5:19, 20; Revelación 9:20, 21; 21:8.
LA CLASE DE “ESPÍRITU” QUE ES
Es de suma importancia para nosotros saber las cosas que ya hemos considerado. Al saberlas podemos comprender por qué la humanidad está en su condición actual. Aquí estamos hoy, en nuestro siglo veintiuno, un siglo que empezó tan prometedoramente desde el punto de vista humano. Según la cuenta del tiempo en armonía con las Sagradas Escrituras, hemos avanzado unos seis mil años desde cuando el egoísta ‘hijo de Dios’ se rebeló contra la soberanía universal de IEVE y condujo a Adán y a Eva a una desobediencia como la de él a Dios. Después que estos dos rebeldes humanos fueron sacados del paraíso de Edén, un nuevo orden humano fue establecido en la Tierra, uno que difería de lo que Dios el Creador de ellos se había propuesto para nuestro planeta Tierra. Por eso, para este tiempo deberíamos poder determinar qué clase de espíritu hay tras el orden que ahora es viejo.
Por “espíritu” queremos decir una fuerza activa invisible, una fuerza animadora, avivadora, comunicadora de energía, que mueve a la sociedad humana en común. Ejerce influencia en el proceder que siguen en la vida. Los mueve en cierta dirección común. Así, la gente en general se comporta de manera bastante uniforme casi inconscientemente, sin realmente pensar en ello. Las cosas que hacen llegan a ser casi instintivas, impulsadas por algún estímulo interno de modo que sigan una rutina regular y tejan cierto patrón o modelo de vida. Puede haber variaciones pequeñas que dependen de las diferencias individuales de personalidad, pero la vida y sus objetivos tienen un aspecto común que lo marcan como característico de la sociedad humana que ahora está bajo el sistema de cosas actual.
Ese espíritu tras el viejo orden de cosas de hoy ha sido afectado en gran manera por personalidades sobrehumanas invisibles que dominan este orden de cosas y se han apoderado de su administración. No puede haber duda en cuanto a quién es el que predominantemente controla el orden entero. Hasta en tiempo tan avanzado como el quinto milenio del viejo orden, Jesucristo declaró que Satanás el Diablo es “el gobernante de este mundo,” con quien él no tenía tratos de amistad. En la última noche de su vida en la Tierra como hombre, Jesucristo dijo a sus apóstoles: “Viene el gobernante del mundo. Y él no tiene dominio sobre mí.” (Juan 12:31; 14:30; 16:11) En la gobernación invisible de la humanidad Satanás el Diablo no está solo. Tiene ángeles demoníacos en asociación con él como soberano de ellos. Todas estas potencias demoníacas han hecho su parte en los asuntos del viejo orden actual de la sociedad humana.
Los efectos de la gobernación sobrehumana de ellos han sido dañinos. En testificación de esto tenemos la profecía que escribió el apóstol Juan respecto a lo que en aquel tiempo era un acontecimiento futuro, el desalojar a los demonios de estar en los santos cielos. Esta profecía, como se encuentra en Revelación 12:7-12, dice:
“Y estalló guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron pero éste no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. . . . ‘Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.’”
Una de las cosas a las cuales el Engañador, Satanás el Diablo, ha conducido por extravío a toda la tierra habitada es a la adoración de él mismo. A personas sinceras, pero engañadas, esta revelación quizás les choque y alarme, pero Revelación 13:4 dice lo siguiente respecto a la gente aficionada a la política mundana: “Adoraron al dragón porque le dio la autoridad a la bestia salvaje, y adoraron a la bestia salvaje.”
Las palabras del apóstol Pablo también apoyan esto, que es al Diablo a quien principalmente adora el mundo de la humanidad, a sabiendas o sin saberlo. Pablo dijo: “Ahora, si las buenas nuevas que declaramos están de hecho veladas, están veladas entre los que están pereciendo, entre quienes el dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios, no resplandezca a través a ellos.” (2 Corintios 4:3, 4) Este sistema de cosas tiene un “dios.” Su posición de dios y también su gobernación sobre el mundo ciertamente debería afectar el espíritu que hay tras el viejo orden de cosas actual.
A principios de la historia humana el que es ahora “el dios de este sistema de cosas” indujo a nuestros primeros padres humanos a caer. Ejerció influencia en Adán y Eva y los llevó a desobedecer a su Creador. Esto fue antes de que nosotros naciéramos. Todos hemos sentido los malos efectos de esto. En Romanos 5:12 el apóstol Pablo habla con fidelidad a la realidad cuando escribe: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” Llegamos a estar bajo la condenación divina de muerte debido a que heredamos naturalmente imperfección, el pecado y la corrupción moral. Pudiéramos darnos por muertos. Para Dios no vivíamos.
Naturalmente, éramos herederos de la cólera de Dios, “hijos de ira.” Estábamos ‘alejados de la vida que pertenece a Dios.’ (Efesios 4:18) Como también dice Colosenses 1:21: “Ustedes. . . en otro tiempo estaban alejados y eran enemigos porque tenían su mente en las obras que eran inicuas.” Debido a ese estado de los asuntos y en aquel tiempo, IEVE Dios no estaba actuando en nosotros. Pues, bien, ¿quién o qué estaba haciendo eso?
En respuesta a esa pregunta, las palabras de Efesios 2:1-5, escritas a personas que se habían convertido al cristianismo, dicen: “A vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa ahora en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera... Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos.”—Biblia de Jerusalén.
¿Quién es ese “Espíritu que actúa ahora en los rebeldes”? Es el rebelde original de todos los que se han rebelado contra IEVE Dios, a saber, el Diablo, “la serpiente original.” Pero ahora debemos declarar que algunos traductores de la Biblia consideran que, en Efesios 2:2, la palabra “espíritu” significa algo impersonal. Consideran que es una fuerza activa invisible que está bajo el control del “Príncipe del imperio del aire” y que funciona dentro de los que son desobedientes a IEVE Dios. Por ejemplo, la traducción de Nácar-Colunga de Efesios 2:2 dice: “en los cuales en otro tiempo habéis vivido, según el modo secular de este mundo, conforme al príncipe del poder del aire, del espíritu que ahora actúa en los que son rebeldes.” (Vea también la traducción dirigida por E. M. Nieto y la de P. Besson.) Ese “espíritu” impersonal estaría bajo la gobernación del inicuo usador del “aire.” Activaría a los que se comportan “conforme al sistema de cosas de este mundo,” desobedeciendo a Dios.
¿Dónde podemos conseguir alguna idea específica de lo que es el espíritu que está detrás del viejo orden de cosas actual o cómo se manifiesta? Bueno, veamos lo que escribe el apóstol Juan. Advirtiendo a los cristianos contra aquel espíritu mundano, él escribe: “No estén amando ni al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él; porque todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno— no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el mundo va pasando y también su deseo.”—1 Juan 2:15-17.
Por consiguiente, el espíritu del viejo orden mueve a las gente del mundo a desear las cosas que son tan atractivas a su vista y a desear las cosas que a la carne le parecen tan buenas; y, lógicamente, esos deseos llevan a acción egoísta. Por desear egoístamente tantas cosas que complacen al ojo y a la carne caída, esa gente que aman este mundo acumulan muchas cosas que constituyen su medio de vida, para disfrutar de la vida. En su orgullo de poseer cosas, les gusta presentar una exhibición ostentosa de sus medios de vida para impresionar a otros. Esto impulsa o incitan a los que no tienen esos recursos a querer poseer esas cosas también.
Allá en el primer siglo de nuestra era común hubo judíos que prefirieron imbuirse del espíritu que había tras el orden de cosas mundial. El templo que había construido el rey Herodes todavía estaba en la capital nacional de ellos, Jerusalén, y ellos estaban familiarizados con el código de la Ley dado por medio del profeta Moisés. No quisieron recibir el espíritu de Dios que se estaba expresando en el cristianismo puro que entonces se proclamaba por toda la tierra habitada. Por consiguiente IEVE Dios dejó que aquellos judíos se fueran por su propio camino, como lo había hecho el Israel apóstata de la antigüedad. ¿Con qué resultado para ellos? En Romanos 1:26-32, el apóstol Pablo nos informa esto, diciendo:
“Por eso es que Dios los entregó a apetitos sexuales vergonzosos, porque sus hembras cambiaron el uso natural de sí mismas a uno que es contrario a la naturaleza; y así mismo hasta los varones dejaron el uso natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error. Y así como no aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado mental desaprobado, para que hiciesen las cosas que no son apropiadas, llenos como estaban de toda injusticia, iniquidad, codicia, maldad, estando llenos de envidia, asesinato, contienda, engaño, genio malicioso, siendo susurradores, difamadores solapados, odiadores de Dios, insolentes, altivos, presumidos, inventores de cosas perjudiciales, desobedientes a los padres, sin entendimiento, falsos en los acuerdos, sin tener cariño natural, despiadados. Aunque conocen éstos muy bien el justo decreto de Dios, que los que practican tales cosas son merecedores de muerte, no solo siguen haciéndolas, sino que también consienten con los que las practican.”
En aquella era apostólica del primer siglo E.C. se estaba proclamando la verdadera fe cristiana, y por eso, ¿no reemplazaría el espíritu santo de Dios al espíritu que había tras el viejo orden de cosas a medida que se difundiera el cristianismo? ¿Y no fue esto más especialmente así después de haber sido establecida la cristiandad por el emperador romano, Constantino el Grande, en el cuarto siglo E.C.? ¿No se infundió entonces un nuevo espíritu moralmente limpio, religiosamente santo, en la sociedad humana en progreso? No, no según lo que escribió el apóstol Pablo en prisión para el año 65 E.C. más o menos. En su última carta, dirigida a su compañero de mucho tiempo, Timoteo, él predijo:
“En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, temerarios, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa mas resultando falsos a su poder; . . . De hecho, todos los que desean vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos.”—2 Timoteo 3:1-5, 12.
Toda esta serie de cualidades expresa el espíritu que mueve a la masa de la humanidad en general mientras ellos apoyan el viejo orden de cosas. ¿Es ésa la clase de espíritu que deseamos tener como la fuerza que impela y guíe en nuestra vida? No; ¡no si tenemos que juzgar por el fruto de su espíritu que los que apoyan el viejo orden están cosechando hoy día! Sinceramente deseamos tener un espíritu diferente, un espíritu que esté en acción a favor de un mejor sistema de cosas. Esto exige que tengamos el único otro espíritu que hay: espíritu santo.
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