ISAIAS 46:8-12,”Acuérdense de esto,
para que cobren ánimo. Pónganlo en el corazón, transgresores. 9 Acuérdense de las
primeras cosas de mucho tiempo atrás, que yo soy el Divino y no hay otro Dios,
ni nadie semejante a mí; 10 Aquel
que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se
han hecho; Aquel que dice: ‘Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es
mi deleite haré’; 11 Aquel
que llama desde el naciente a un ave de rapiña; desde un país distante, al
hombre que ha de ejecutar mi consejo. Hasta [lo] he hablado; también lo haré
venir. [Lo] he formado, también lo haré.”
POR todo
el registro bíblico, el ejercicio de la presciencia y predeterminación de Dios
está enlazado consistentemente con sus propios propósitos y voluntad. Puesto
que los propósitos de Dios se llevan a cabo con toda seguridad, él puede
preconocer los resultados, la realización final de sus propósitos, y puede
predeterminarlos, así como también los pasos que crea conveniente dar para efectuarlos.
(Isa. 14:24-27) Por eso, se dice de IEVE que ‘forma’ su propósito con respecto
a acontecimientos o acciones futuros. (2 Rey. 19:25; Isa. 46:11) Como el
Gran Alfarero, Dios “opera todas las cosas conforme a la manera que su voluntad
aconseja,” en armonía con su propósito (Efe. 1:11), y “hace que todas sus obras
cooperen juntas” para el bien de los que lo aman. (Rom. 8:28) Por lo tanto, es
específicamente en relación con sus propios propósitos predeterminados que Dios
declara “desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que
no se han hecho.”—Isa. 46:9-13.
Cuando
Dios creó a la primera pareja humana eran perfectos pero no en sentido absoluto,
y Dios pudo contemplar el resultado de toda su obra creativa y encontrarlo “muy
bueno.” (Gén. 1:26, 31; Deu. 32:4) En vez de preocuparse desconfiadamente
por lo que hiciera en el futuro la pareja humana, el registro dice que él
“procedió a reposar.” (Gén. 2:2) Él pudo hacerlo porque, en virtud de su
omnipotencia y sabiduría suprema, ninguna acción, circunstancia o contingencia
futura podría presentar un obstáculo insuperable o un problema irremediable que
obstruyera la realización de su propósito soberano. 2 Cró. 20:6; Isa.
14:27; Dan. 4:35.
PRESCIENCIA
EN CUANTO A CLASES DE PERSONAS
Se
presentan casos en los cuales Dios preconoció el derrotero que emprenderían
ciertos grupos, naciones o la mayoría de la humanidad,
de modo que predijo el derrotero básico de las acciones futuras de éstos y
predeterminó la acción correspondiente que él tomaría en cuanto a ellos. Sin
embargo, presciencia o predeterminación de esa índole no priva a los
individuos dentro de esos grupos colectivos o divisiones de la humanidad del
ejercicio del libre albedrío en cuanto al derrotero en particular que quieren
seguir. Esto se puede ver en los siguientes ejemplos:
Antes
del diluvio del día de Noé, IEVE anunció su propósito de efectuar este acto de
destrucción, que resultaría en pérdida de vida humana, así como de vida animal.
Sin embargo, el relato bíblico muestra que esa determinación divina se hizo
después que se desarrollaron las condiciones que requirieron aquella acción.
Además, Dios, que puede ‘conocer el corazón de los hijos de la humanidad,’ hizo
un examen y descubrió que “toda inclinación de los pensamientos de su corazón
[de la humanidad] era solamente mala todo el tiempo.” (2 Cró. 6:30; Gén.
6:5) Sin embargo unos individuos, Noé y su familia, obtuvieron el favor
de Dios y escaparon de aquella destrucción. Gén. 6:7, 8; 7:1.
Así
mismo sucedió con la nación de Israel; aunque Dios le dio la oportunidad de
llegar a ser un “reino de sacerdotes y una nación santa” por medio de guardar
su pacto, unos cuarenta años después, cuando la nación estaba a las fronteras
de la Tierra Prometida, IEVE predijo que ésta quebrantaría su pacto y, como
nación, él la abandonaría. Sin embargo, esta presciencia no fue sin base
previa, pues ya había quedado revelado que había insubordinación y rebelión
nacionales. Por consiguiente, Dios dijo: “Porque bien conozco su inclinación que van
desarrollando hoy antes de introducirlos en la tierra acerca de la cual he
jurado.” (Deu. 31:21; Sal. 81:10-13) Dios podía preconocer los resultados a los
cuales aquella inclinación manifiesta llevaría ahora en la forma de iniquidad
aumentada sin que él fuera responsable de ello debido a su presciencia, tal
como el que uno sepa de antemano que cierta estructura construida por alguien con
materiales inferiores y con trabajo chapucero se deteriorará no lo hace a
uno responsable de ese deterioro. Ciertos profetas entregaron advertencias
proféticas de las expresiones de juicio predeterminadas de Dios, todas las
cuales se basaban en condiciones y actitudes de corazón ya existentes. (Sal.
7:8, 9; Pro. 11:19; Jer. 11:20) Sin embargo, en estos casos también había
oportunidad para que individuos respondieran al consejo, censura y advertencias
de Dios y se hicieran dignos de su favor, y hubo quienes lo hicieron. Jer.
21:8, 9; Eze. 33:1-20.
El Hijo
de Dios, que también podía leer corazones humanos (Mat. 9:4; Mar. 2:8; Juan
2:24, 25), fue dotado divinamente de poderes de presciencia y predijo
condiciones, acontecimientos y expresiones de juicio divino futuros. Él predijo
el juicio del Gehena para los escribas y los fariseos como clase (Mat.
23:15, 33), pero no dijo con ello que cada fariseo o escriba
individual estaba predeterminado a la destrucción, como lo muestra el caso del
apóstol Pablo. (Hech. 26:4, 5) Jesús predijo ayees para los populachos de
Jerusalén y otras ciudades que no querían arrepentirse, pero
no indicó que su Padre hubiera predeterminado que cada individuo de esas
ciudades debería sufrir aquellos ayees. (Mat. 11:20-23; Luc. 19:41-44;
21:20, 21) También preconocía en qué resultaría la inclinación y actitud
de corazón de la humanidad y predijo las condiciones que se habrían
desarrollado entre la humanidad para el tiempo de la “conclusión del sistema de
cosas,” así como los resultados que se producirían al irse realizando los
propios propósitos de Dios.—Mat. 24:3, 7-14, 21, 22.
PRESCIENCIA
RESPECTO A INDIVIDUOS
Además
de haber presciencia en cuanto a clases, ciertos individuos están envueltos
específicamente en predicciones divinas. Entre éstos están Esaú y Jacob, el
Faraón del Éxodo, Sansón, Salomón, Jeremías, Juan el Bautista, Judas Iscariote
y el propio Hijo de Dios, Jesús.
En los
casos de Sansón, Jeremías y Juan el Bautista, IEVE ejerció presciencia antes
del nacimiento de éstos. Sin embargo, esta presciencia no especificó cuál
sería el destino final de ellos. Más bien, con esa presciencia como base, IEVE
predeterminó que Sansón viviría según el voto de los nazareos y que comenzaría
a libertar a Israel de los filisteos, que Jeremías serviría de profeta y que
Juan el Bautista efectuaría una obra preparatoria como precursor del Mesías.
(Jue. 13:3-5; Jer. 1:5; Luc. 1:13-17) Aunque fueron sumamente favorecidos con
esos privilegios, esto no garantizaba que obtendrían salvación eterna,
ni siquiera que permanecerían fieles hasta la muerte (aunque los tres lo
fueron). Así, IEVE predijo que uno de los muchos hijos de David se llamaría
Salomón y predeterminó que Salomón sería utilizado para edificar el templo.
(2 Sam. 7:12, 13; 1 Rey. 6:12; 1 Cró. 22:6-19) Sin embargo,
aunque fue favorecido de esta manera y hasta tuvo el privilegio de escribir
ciertos libros de las Santas Escrituras, Salomón cayó en la apostasía en sus
años posteriores. 1 Rey. 11:4, 9-11.
Así
mismo sucedió en el caso de Esaú y Jacob, la presciencia de Dios no fijó
sus destinos eternos, sino, más bien, determinó o predeterminó cuál de los
grupos nacionales que descenderían de estos dos hijos conseguiría la posición
dominante sobre el otro. (Gén. 25:23-26) Este dominio previsto también señaló
que Jacob ganaría el derecho del primogénito, un derecho que llevaba consigo el
privilegio de ser de la línea de descendencia por medio de la cual vendría la
“descendencia” abrahámica. (Gén. 27:29; 28:13, 14) De esta manera IEVE
Dios aclaró que el que él seleccionara a ciertos individuos para determinados
usos no está circunscrito por las costumbres o procedimientos usuales que
se conforman a lo que los hombres esperan. Tampoco se distribuyen los
privilegios divinamente asignados solo sobre la base de obras, de modo que
alguien creyera que se habría ‘ganado el derecho’ a tales privilegios y que
éstos ‘se le debieran.’ El apóstol Pablo enfatizó este punto al mostrar por qué
Dios, por bondad inmerecida, pudo conceder a las naciones gentiles privilegios
que en otro tiempo, aparentemente, le estaban reservados a Israel. Rom. 9:1-6,
10-13, 30-32.
La cita
que Pablo hizo acerca de que ‘IEVE le
tenía amor a Jacob [Israel] y odio a Esaú [Edom]’ es de Malaquías 1:2, 3,
algo que se escribió mucho después del tiempo de Jacob y Esaú. De modo que la
Biblia no necesariamente dice que IEVE tenía esa opinión de los gemelos
antes de su nacimiento. Es un hecho establecido científicamente que gran parte
de la disposición general y temperamento del niño se determinan al tiempo de la
concepción, debido a los factores genéticos que contribuye cada padre. El hecho
de que Dios puede ver esos factores es evidente por sí mismo; David dice de IEVE
que vio “hasta mi embrión.” (Sal. 139:14-16; vea también Eclesiastés 11:5.)
No se puede decir a qué grado afectó tal discernimiento divino la
predeterminación de IEVE respecto a los dos muchachos, pero, en todo caso, el
escoger a Jacob en vez de Esaú en sí no condenó a la destrucción a Esaú
ni a sus descendientes, los edomitas. El “cambio de parecer” que Esaú
buscó encarecidamente con lágrimas, sin embargo, solo fue un esfuerzo
infructuoso por cambiar la decisión de su padre Isaac de que la bendición
especial del primogénito permaneciera enteramente en Jacob. De modo que esto
no indicó arrepentimiento alguno delante de Dios de parte de Esaú en cuanto
a su actitud materialista. Gén. 27:32-34; Heb. 12:16, 17.
Estos
casos de presciencia antes del nacimiento del individuo, por lo tanto,
no están en pugna con las cualidades reveladas y normas anunciadas de
Dios. Tampoco hay indicación alguna de que Dios haya obligado a los individuos
a obrar contra la propia voluntad de ellos. En los casos de Faraón, Judas
Iscariote y el propio Hijo de Dios, no hay evidencia alguna de que la
presciencia de IEVE se haya ejercido antes que la persona viniera a existir.
Dentro de estos casos individuales se ilustran ciertos principios que tienen
que ver con la presciencia y predeterminación de Dios.
Uno de
estos principios es que Dios prueba a los individuos causando o permitiendo
ciertas circunstancias o acontecimientos, o haciendo que estos individuos oigan
sus mensajes inspirados, con el resultado de que ellos se ven en la necesidad
de ejercer su libre albedrío para tomar una decisión y así revelar una actitud
de corazón definida, leída por IEVE. (Pro. 15:11; 1 Ped. 1:6, 7; Heb.
4:12, 13) Según la manera en que respondan los individuos, Dios también
puede moldearlos en el derrotero que han escogido de su propia voluntad.
(1 Cró. 28:9; Sal. 33:13-15; 139:1-4, 23, 24) Se ve, pues, que el “corazón
del hombre terrestre” primero se inclina hacia cierto camino antes que IEVE
dirija los pasos de dicho individuo. (Pro. 16:9; Sal. 51:10) Bajo prueba, la
condición de corazón de uno puede hacerse fija, ya sea endurecida en la
injusticia y la rebelión como lo fue el corazón del Faraón al tiempo del Éxodo,
o hecha firme en devoción inquebrantable a IEVE Dios y en hacer su voluntad.
(Éxo. 4:21; 8:15, 32) Habiendo alcanzado este punto por su propio
albedrío, el resultado final del derrotero del individuo ya se puede preconocer
y predecir sin injusticia y sin violar de modo alguno el libre albedrío del
hombre. Compare con Job 34:10-12.
El
derrotero de traición de Judas Iscariote cumplió profecía divina y demostró la
presciencia de IEVE, y también la de su Hijo. (Sal. 41:9; 55:12, 13;
109:8; Hech. 1:16-20) No obstante, no puede decirse que Dios haya
predeterminado o predestinado a Judas mismo a ese derrotero. Las profecías
pronosticaron que algún conocido íntimo de Jesús sería quien lo traicionaría,
pero no especificaron cuál de los que compartían aquella relación íntima
sería. De nuevo, los principios bíblicos no dan lugar a la posibilidad de
que Dios haya predeterminado las acciones de Judas. La norma divina declarada
por el apóstol es: “Nunca impongas las manos apresuradamente a ningún hombre;
ni seas partícipe de los pecados ajenos; consérvate casto.” (1 Tim.
5:22) Algo que hace claro cuánto le interesaba a Jesús que la selección de sus
doce apóstoles fuese hecha sabia y apropiadamente es el hecho de que pasó la
noche en oración a su Padre antes de dar a conocer su decisión. (Luc. 6:12-16)
Si Judas ya hubiera estado predeterminado divinamente para ser traidor, esto
resultaría en que hubiera inconsistencia en la dirección y guía de Dios y,
según la regla, lo haría participante de los pecados que el predeterminado
cometiera.
Por lo
tanto, parece patente que cuando Judas fue escogido como apóstol su corazón
no presentaba evidencia definida de una actitud de traición. Él permitió
que ‘brotara una raíz venenosa’ y que lo contaminara, con el resultado de que
se desviara y de que no aceptara la dirección de Dios, sino la guía del
Diablo, que lo llevó a un derrotero de robo y traición. (Heb. 12:14, 15;
Juan 13:2; Hech. 1:24, 25; Sant. 1:14, 15) Para cuando esa desviación
llegó a cierto punto, Jesús mismo pudo leer el corazón de Judas y predecir su
acto traicionero. Juan 13:10, 11.
Es
verdad que en el relato de Juan 6:64, cuando algunos discípulos tropezaron por
ciertas enseñanzas de Jesús, leemos que “Jesús sabía desde el principio quiénes
eran los que no creían y quién era el que lo traicionaría.” Aunque la
palabra “principio” se usa en 2 Pedro 3:4 para referirse al comienzo de la
creación, también puede referirse a otras ocasiones. (Luc. 1:2; Juan 15:27) Por
ejemplo, cuando el apóstol Pedro dijo que el espíritu santo cayó sobre los
gentiles “así como también cayó sobre nosotros al principio,” estaba
refiriéndose al día del Pentecostés, 33 E.C., al “principio” del
derramamiento del espíritu santo con cierto propósito. (Hech. 11:15; 2:1-4) Por
lo tanto es interesante notar este comentario sobre Juan 6:64 en Critical,
Doctrinal, and Homiletical Commentary, por
Schaff-Lange: “[‘Principio’] significa, no metafísicamente desde el
principio de todas las cosas. . . . , ni desde el
principio de conocer Él [Jesús] a cada uno . . . ,
ni desde el principio de congregar Él a los discípulos en torno de sí,
ni el principio de Su ministerio mesiánico . . . ,
sino desde los primeros gérmenes secretos de incredulidad [que hicieron
tropezar a algunos discípulos]. Así también Él conoció al que lo traicionaría
desde el principio.”—Compare con 1 Juan 3:8, 11, 12.
EL
MESÍAS
IEVE
Dios preconoció y predijo los sufrimientos del Mesías, la muerte que sufriría y
su resurrección subsiguiente. (Hech. 2:22, 23, 30, 31; 3:18; 1 Ped.
1:10, 11) El que se realizaran las cosas determinadas por el hecho de que
Dios ejerciera esa presciencia dependía en parte de que Dios ejerciera su
propio poder y en parte de las acciones de los hombres. (Hech. 4:27, 28)
Sin embargo, aquellos hombres voluntariamente dejaron que los engañara el
adversario de Dios, Satanás el Diablo. (Juan 8:42-44; Hech. 7:51-54) Por
consiguiente, así como los cristianos del día de Pablo no estaban “en
ignorancia de sus designios [de Satanás],” Dios previó los deseos y métodos
inicuos que proyectaría su adversario contra su Ungido. (2 Cor. 2:11)
Obviamente, el poder de Dios también podía desbaratar o hasta obstruir
cualesquier ataques o esfuerzos dirigidos contra el Mesías que
no concordaran con la manera o tiempo profetizados.
La
declaración del apóstol Pedro de que Cristo, como el Cordero de sacrificio de
Dios, fue “preconocido antes de la fundación [inflexión del griego katabolé]
del mundo [kosmou]” es interpretada por los defensores del
predestinacionismo como que quiere decir que Dios ejerció esa presciencia antes
de la creación de la humanidad. (1 Ped. 1:19, 20) La palabra griega katabolé,
traducida “fundación,” significa literalmente “un echar o colocar en dirección
hacia abajo,” y puede referirse a la ‘concepción’ de descendencia, como en
Hebreos 11:11, que hace referencia a que Abrahán echó semen humano abajo para
engendrar un hijo y a que Sara recibió este semen para ser fecundada. Aunque
hubo la “fundación” de un mundo de la humanidad cuando Dios creó a la primera
pareja humana, como se muestra en Hebreos 4:3, 4, esa pareja después perdió
por desobediencia la posición que tenían como hijos de Dios. (Gén. 3:22-24;
Rom. 5:12) No obstante, por la bondad inmerecida de Dios, se les permitió
el echar (sembrar) semen abajo y concebir descendencia y producir hijos, uno de
los cuales la Biblia muestra específicamente que consiguió el favor de Dios y
se colocó en situación de recibir redención y salvación, a saber, Abel. (Gén.
4:1, 2; Heb. 11:4) Es digno de notarse que en Lucas 11:49-51 Jesús hace
referencia a “la sangre de todos los profetas derramada desde la fundación del
mundo,” y pone en paralelo esto con las palabras, “desde la sangre de Abel
hasta la sangre de Zacarías.” Así Jesús relaciona a Abel con la “fundación del
mundo,” con aquel período de tiempo general.
El
Mesías o Cristo habría de ser la Descendencia prometida por medio de quien
todas las personas justas de todas las familias de la Tierra se bendecirían.
(Gál. 3:8, 14) La primera mención de una “descendencia” de esa índole vino
después que la rebelión en Edén ya se había iniciado, pero antes del nacimiento
de Abel. (Gén. 3:15) Esto fue más de cuatro mil años antes que se hiciera la
revelación del “secreto sagrado” de la administración que vendría por medio del
Mesías; por consiguiente, verdaderamente fue “guardado en silencio por tiempos
de larga duración.”—Rom. 16:25-27; Efe. 1:8-10; 3:4-11.
A su
debido tiempo IEVE Dios asignó a su propio Hijo primogénito para que cumpliera
el papel profetizado de la “descendencia” y llegara a ser el Mesías.
No hay nada que muestre que ese Hijo fue “predestinado” a semejante papel
aun antes de su creación o antes que la rebelión estallara en Edén. La
selección que con el tiempo Dios hizo de él como el encargado de cumplir las
profecías tampoco se hizo sin base previa. El período de asociación íntima
entre Dios y su Hijo antes que el Hijo fuera enviado a la Tierra sin duda
resultó en que IEVE ‘conociera’ a su Hijo a tal grado que podía estar seguro de
que su Hijo cumpliría fielmente las promesas y cuadros proféticos.—Compare con
Romanos 15:5; Filipenses 2:5-8; Mateo 11:27; Juan 10:14, 15.
LOS
‘LLAMADOS Y ESCOGIDOS’
Quedan
aquellos textos que tratan de los cristianos “llamados” o “escogidos.” (Jud. 1;
Mat. 24:24) Se les describe como “escogidos según la presciencia de Dios”
(1 Ped. 1:1, 2), ‘escogidos antes de la fundación del mundo,’
‘predeterminados a la adopción como hijos de Dios’ (Efe. 1:3-5, 11),
‘elegidos desde el principio para salvación y llamados a este mismísimo
destino.’ (2 Tes. 2:13, 14) El entendimiento de estos textos depende
de si se refieren a la predeterminación de ciertas personas individuales, o si
describen la predeterminación de una clase de personas, a saber, la
congregación cristiana, el “un solo cuerpo” (1 Cor. 10:17) de los que
serán coherederos con Cristo Jesús en su reino celestial. Efe. 1:22, 23;
2:19-22; Heb. 3:1, 5, 6.
Si estas
palabras aplican a individuos específicos como predeterminados a salvación
eterna, entonces se desprende que esos individuos jamás podrían resultar
infieles ni fallar en su llamada, porque el que Dios los preconociera
no podría resultar inexacto y el que él los predeterminara a cierto
destino jamás podría ser frustrado o desbaratado. No obstante, los mismos
apóstoles que fueron inspirados a escribir las palabras ya citadas mostraron
que algunos que fueron ‘comprados’ y ‘santificados’ por la sangre del
sacrificio de rescate de Cristo y que habían “gustado el don gratuito
celestial” y “han llegado a ser participantes de espíritu santo. . .
y los poderes del sistema de cosas venidero” apostatarían de modo que les sería
imposible arrepentirse y se acarrearían destrucción.—2 Ped. 2:1, 2,
20-22; Heb. 6:4-6; 10:26-29.
Por otra
parte, si se considera que aplican a una clase, a la congregación cristiana o
“nación santa” de llamados en conjunto (1 Ped. 2:9), los textos previamente
citados significarían que Dios preconoció y predeterminó que se produciría una
clase de esta índole (pero no específicamente a los individuos que la
formarían). También, estos textos significarían que él prescribió o
predeterminó el ‘modelo’ al cual tendrían que conformarse todos los que al
debido tiempo fueran llamados para ser miembros de ella, todo esto según su
propósito. (Rom. 8:28-30; Efe. 1:3-12; 2 Tim. 1:9, 10) Él también
predeterminó las obras que se esperaría que éstos llevaran a cabo y el que
fueran probados debido a los sufrimientos que el mundo les causaría. Efe. 2:10;
1 Tes. 3:3, 4.
Por
consiguiente, el ejercicio de la presciencia de Dios no nos libra de la
responsabilidad de esforzarnos por cumplir con su voluntad justa.
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