País y pueblo a los
que a menudo se relaciona con los medos, tanto en la Biblia como en la
historia. Los medos y los persas debían estar emparentados con las antiguas
tribus arias (indoiranios), lo que supone que los persas descendían de Jafet,
quizás por Madai, antepasado común de los medos. (Gé 10:2.) Darío el Grande se
llama a sí mismo en una inscripción “persa, hijo de un persa, ario de estirpe
aria”. (El Mundo de los Persas, de H. H. von der Osten, 1965,
pág. 74.)
Ciertas
inscripciones asirias que datan del período de Salmanasar III (seguramente
contemporáneo de Jehú de Israel) mencionan la invasión de Media y el pago de un
tributo por parte de los reyes de “Parsua”, una región que al parecer estaba
situada al O. del lago Urmia y que hacía frontera con Asiria. Mientras que
muchos eruditos opinan que “Parsua” era el nombre que en ese entonces se daba a
la tierra de los persas, otros lo relacionan con los partos. De cualquier modo,
en inscripciones posteriores se ubica a los persas mucho más al S., en “Parsa”,
al SE. de Elam, en lo que hoy es la provincia de Fars, en el moderno Irán.
Anshan, distrito o ciudad que limita con Elam y que posiblemente en algún
momento estuviera bajo su dominio, también fue ocupada por los persas.
Así que parece ser que los persas al
comienzo de su historia solo poseían la porción sudoccidental de la extensa
meseta iraní. Persia limitaba al NO. con Elam y Media; al N., con Partia; al
E., con Carmania, y al S. y SO., con el golfo Pérsico. Salvo el litoral del
golfo Pérsico, caluroso y húmedo, el país constaba principalmente de la región
meridional de los escarpados montes Zagros, y estaba dividido en valles longitudinales
bastante fértiles, con laderas muy arboladas. El clima de los valles es
templado, pero en las elevadas mesetas, el viento azota las tierras áridas, que
soportan un frío severo en los meses de invierno. Al igual que los medos, los
persas debieron dedicarse a la cría de ganado, sin abandonar la agricultura. El
rey persa Darío el Grande describió con orgullo su tierra natal como “grande,
con buenos caballos y buenos hombres”. (El Mundo de los Persas, de
H. H. von der Osten, 1965, pág. 84.)
Si bien los persas
llevaron en un principio una vida bastante austera y a menudo nómada, durante
el imperio manifestaron gran afición por el lujo y los alrededores exquisitos.
(Compárese con Est 1:3-7, y con la vestidura que se dio a Mardoqueo, 8:15.) Las
esculturas de Persépolis representan a los persas vistiendo amplias prendas que
llegaban hasta los tobillos y estaban ceñidas en la cintura, y calzando zapatos
atados en el empeine. Por el contrario, se representa a los medos con
vestiduras rectas de manga larga que les llegaban hasta las rodillas. (GRABADO,
vol. 2, pág. 328.) Tanto los medos como los persas utilizaban una especie
de pantalón; y a los soldados persas se les muestra llevando pantalón y túnica
de manga larga sobre la armadura de cota de malla. Eran diestros jinetes, por
lo que la caballería desempeñaba un papel importante en su estrategia bélica.
El idioma persa
está clasificado dentro de la familia indoeuropea, y presenta pruebas de que
está emparentado con el sánscrito de la India. En algún momento de su historia
los persas comenzaron a utilizar un sistema de escritura cuneiforme, que tenía,
sin embargo, un número muy reducido de signos, en comparación con los cientos
de signos de la escritura cuneiforme de Babilonia y Asiria. Se han hallado
algunas inscripciones de la época del imperio en persa antiguo acompañadas de
traducciones al acadio y a un idioma que por lo general se ha denominado
“elamita”. No obstante, los documentos oficiales que se utilizaban en la
administración de los territorios imperiales se registraban principalmente en
arameo como idioma internacional. (Esd 4:7.)
El desarrollo del
Imperio medopersa.
Parece ser que los persas, al igual
que los medos, fueron gobernados por varias familias nobles. Una de estas
produjo la dinastía de reyes aqueménidas, linaje real del que procedió el
fundador del Imperio persa: Ciro el Grande. Según Heródoto (Historia, I,
107, 108) y Jenofonte (Ciropedia, I, II, 1), Ciro nació de padre
persa y madre meda, y unió a los persas bajo su caudillaje. Hasta entonces los
medos habían dominado a los persas, pero Ciro consiguió una rápida victoria
sobre el rey medo Astiages y capturó su capital, Ecbátana (550 a. E.C.).
(Compárese con Da 8:3, 20.) El Imperio medo quedó así bajo el control de
los persas.
Aunque los medos
continuaron subordinados a los persas durante la dinastía aqueménida,
no cabe duda de que el imperio llegó a ser de naturaleza binaria. Por
consiguiente, la obra History of the Persian Empire (de
A. Olmstead, 1948, pág. 37) dice: “La estrecha relación entre persas
y medos no se olvidó jamás. Ecbátana siguió siendo una residencia real
favorita después de ser saqueada. Los medos recibían igual honra que los
persas; se les colocaba en puestos encumbrados y se les escogía para acaudillar
ejércitos persas. Por lo general, los extranjeros hablaban de los medos y los
persas, y cuando usaban un solo término, empleaban ‘el medo’”.
Durante el gobierno
de Ciro, el Imperio medopersa se extendió aún más hacia el O., y llegó al mar
Egeo como resultado de la victoria persa sobre el rey Creso de Lidia y el
sometimiento de ciertas ciudades griegas de la costa. Sin embargo, su victoria
más importante se produjo en 539 a. E.C., cuando Ciro, al frente de una
fuerza combinada de medos, persas y elamitas, tomó la poderosa Babilonia, en
cumplimiento de las profecías bíblicas. (Isa 21:2, 9; 44:26–45:7; Da
5:28.) Con la caída de Babilonia llegó a su fin un largo período de supremacía
semítica, reemplazada entonces por la primera potencia mundial dominante de ascendencia
aria (jafética). También la tierra de Judá, así como Siria y Fenicia, quedó
dentro del dominio medopersa. El decreto que Ciro emitió en 537 a. E.C.
permitió a los judíos exiliados regresar a su tierra natal, que había yacido
desolada exactamente setenta años. (2Cr 36:20-23; véase CIRO.)
Capitales
persas. De acuerdo con la naturaleza binaria del
imperio, un medo llamado Darío se convirtió en el gobernante del derrotado
reino caldeo, aunque es probable que no fuese independiente de la
soberanía de Ciro. (Da 5:31; 9:1.) Babilonia continuó siendo una ciudad real
del Imperio medopersa y un centro religioso y comercial. Sin embargo,
no parece que sus calurosos veranos fuesen del agrado de los emperadores
persas, por lo que rara vez les sirvió de lugar de residencia, salvo en épocas
invernales. Testimonios arqueológicos muestran que poco después de la conquista
de Babilonia, Ciro regresó a Ecbátana (la moderna Hamadán), situada a más de
1.900 m. sobre el nivel del mar, al pie del monte Elvend, donde los
inviernos, con nieve abundante y un frío penetrante, se compensan con veranos
agradables. En Ecbátana se halló varios años después de ser emitido el
memorándum de Ciro concerniente a la reconstrucción del templo de Jerusalén.
(Esd 6:2-5.) La anterior capital persa estaba en Pasargada, a unos 650 Km.
al SE. de Ecbátana, pero aproximadamente a la misma altitud. Cerca de
Pasargada, los emperadores persas Darío, Jerjes y Artajerjes Longimano
edificaron tiempo después la ciudad real de Persépolis, a la que dotaron con un
gran sistema de túneles subterráneos, seguramente para suministrar agua
potable. Otra capital fue Susa, situada cerca del río Coaspes (Kerja), en la
antigua Elam, y que ocupaba un lugar estratégico y céntrico entre Babilonia, Ecbátana
y Persépolis. Allí edificó Darío el Grande un magnífico palacio de invierno,
pues en Susa, al igual que en Babilonia, el calor del verano era extremado.
No obstante, con el transcurso del tiempo, Susa se convirtió en el
verdadero centro administrativo del imperio.
Religión y ley.
Aunque los gobernantes persas eran tan capaces de cometer crueldades como los
reyes semíticos de Asiria y Babilonia, parece que al menos inicialmente
demostraron cierta equidad y legalidad en el trato a los pueblos conquistados.
Al parecer, su religión incluía algunos preceptos éticos. Además de su dios
principal, Ahura Mazda, una deidad importante era Mitra, a la que con el tiempo
no solo se conoció como un dios de la guerra, sino también como el dios de
los contratos, cuyos ojos y oídos siempre estaban alerta para poner al
descubierto a quien violara un acuerdo. El historiador griego Heródoto escribió
sobre los persas: “Desde los cinco, hasta los veinte años, sólo enseñan a sus
hijos tres cosas: a montar a caballo, a disparar el arco y a decir la
verdad. [...] Consideran que mentir constituye la mayor deshonra”. (Historia, I,
136, 138.) Aunque la historia de los gobernantes persas muestra que
no estaban exentos de engaño e intrigas, puede que la insistencia en la
inviolabilidad de la “ley de los medos y los persas” refleje cierta adhesión a
algún credo tribal de lealtad a la palabra dada. (Da 6:8, 15; Est 1:19;
8:8.) Por consiguiente, cuando se halló el decreto de Ciro unos dieciocho años
después de que se emitió, el rey Darío reconoció la legalidad de la postura
judía respecto a la edificación del templo y ordenó que se cooperara con ellos
plenamente. (Esd 6:1-12.)
La organización
imperial persa manifiesta una considerable habilidad administrativa. Además de
la junta consultiva o consejo privado del rey, compuesta por “siete príncipes
de Persia y Media” (Est 1:14; Esd 7:14), había sátrapas nombrados sobre
regiones o países importantes, como, por ejemplo: Media, Elam, Partia,
Babilonia, Asiria, Arabia, Armenia, Capadocia, Lidia, Jonia y, al extenderse el
imperio, Egipto, Etiopía y Libia. A estos sátrapas se les concedía un margen de
autonomía en el gobierno de la satrapía, con competencias en la administración
de asuntos judiciales y financieros dentro de su territorio. En las satrapías
al parecer había gobernadores subordinados de distritos jurisdiccionales (127
en tiempos del rey Asuero), y en los distritos jurisdiccionales había príncipes
de los diferentes pueblos que componían la población del distrito. (Esd 8:36;
Est 3:12; 8:9.) Probablemente para compensar la desventaja que suponía el que
la capital estuviese desplazada hacia un extremo del extenso imperio, se puso
en marcha un rápido sistema de comunicación por medio de un servicio de correo
real que empleaba mensajeros que montaban caballos de posta, y así se conectaba
el trono con todos los distritos jurisdiccionales. (Est 8:10, 14.) Las
carreteras reales se conservaban en buen estado; una iba de Susa hasta Sardis,
en Asia Menor.
Desde la muerte de
Ciro hasta la de Darío. El reinado de Ciro el Grande finalizó
en 530 a. E.C., cuando murió en una campaña militar. Su hijo Cambises le
sucedió en el trono y conquistó Egipto. Aunque en la Biblia no se le llama
Cambises, debió ser el “Asuero” a quien los opositores de la reedificación del
templo enviaron falsas acusaciones contra los judíos, como se registra en
Esdras 4:6.
Las circunstancias
que rodearon el fin de la gobernación de Cambises son confusas. Un relato de
Darío el Grande que aparece en su inscripción de Behistún y que narran Heródoto
y algunos otros con ciertas variaciones, es que Cambises mandó asesinar en
secreto a su hermano Bardiya (llamado Esmerdis por Heródoto). Luego, mientras
Cambises estaba en Egipto, un mago llamado Gaumata (al que Heródoto también
llama Esmerdis) se hizo pasar por Bardiya (Esmerdis), usurpó el trono y
consiguió que lo reconocieran como rey. Cambises murió durante su regreso de
Egipto, de modo que dejó al usurpador afianzado en el trono. (Historia,
III, 61-67.) La otra versión, apoyada por algunos historiadores, es que Bardiya
no fue asesinado y que él, no un impostor, usurpó el trono durante la
ausencia de Cambises.
Sea cual fuere el
caso, el reinado de Cambises terminó en 522 a. E.C. La gobernación que
siguió duró siete meses, y finalizó también en 522 a. E.C., con el
asesinato del usurpador, fuese Bardiya (Esmerdis) o Gaumata (el falso
Esmerdis). No obstante, parece ser que durante esta breve gobernación se
dirigió al trono persa una segunda acusación contra los judíos, siendo rey por
entonces el “Artajerjes” bíblico (quizás un nombre o título adoptado por los
reyes al ascender al trono), y esta vez las acusaciones consiguieron la
proscripción real de las obras de reconstrucción del templo. (Esd 4:7-23.) A
partir de entonces las obras del templo permanecieron paradas “hasta el segundo
año del reinado de Darío el rey de Persia”. (Esd 4:24.)
Darío I
(llamado Darío Histaspes o Darío el Grande) debió ser quien tramó o instigó la
muerte del que ocupaba el trono persa, y consiguió hacerse con el poder.
Durante su gobernación, las obras del templo de Jerusalén se reanudaron con
aprobación real, y durante su sexto año de gobierno se finalizó la construcción
del templo (a principios del año 515 a. E.C.). (Esd 6:1-15.) El reinado de
Darío se caracterizó por la expansión del imperio. Extendió el dominio persa
hacia el E., hasta la India, y hacia el O., hasta Tracia y Macedonia.
Para entonces los
gobernantes persas ya habían cumplido los simbolismos proféticos de Daniel 7:5
y 8:4, donde, simbolizado por un oso y también por un carnero, se representa al
Imperio medopersa apoderándose de territorios en tres direcciones principales:
N., O. y S. Sin embargo, en una campaña contra Grecia las fuerzas de Darío fueron
derrotadas en Maratón en el año 490 a. E.C. Darío murió en 486
a. E.C.
Los reinados de
Jerjes y Artajerjes. Jerjes, el hijo de Darío, debió ser
el rey Asuero mencionado en el libro de Ester. Sus acciones también encajan con
la descripción del cuarto rey persa, que “[levantaría] todo contra el reino de
Grecia”. (Da 11:2.) Intentando vengarse de la derrota persa en Maratón, Jerjes
lanzó su maquinaria bélica contra la Grecia continental en 480 a. E.C.
No obstante, tras la costosa victoria de las Termópilas y la destrucción
de Atenas, sus fuerzas fueron derrotadas en Salamina y Platea, lo que le obligó
a retirarse a Persia.
El reinado de
Jerjes se caracterizó por ciertas reformas administrativas y por terminar gran
parte de las obras de construcción que su padre había iniciado en Persépolis.
(Compárese con Est 10:1, 2.) Las narraciones griegas sobre el final del
reinado de Jerjes giran alrededor de ciertas dificultades maritales, desórdenes
en su harén y la supuesta influencia que ejercían sobre él algunos de sus
cortesanos. Estos relatos pueden reflejar, aunque de una manera muy confusa y
distorsionada, algunos de los hechos básicos del libro de Ester, como el que se
depusiera a la reina Vasti y se la reemplazara por Ester, así como la ascensión
de Mardoqueo a un puesto de gran autoridad en el reino. (Est 2:17; 10:3.) Según
los relatos seglares, Jerjes fue asesinado por uno de sus cortesanos.
Artajerjes Longimano, sucesor de Jerjes, se
distinguió por autorizar el regreso de Esdras a Jerusalén con una importante
contribución para el templo. Esto ocurrió en su año séptimo (468 a. E.C.).
(Esd 7:1-26; 8:24-36.) En el año vigésimo de su reinado (455 a. E.C.),
Nehemías consiguió el permiso para ir a Jerusalén y reconstruir la ciudad. (Ne
1:3; 2:1, 5-8.) Más tarde, Nehemías regresó a la corte de Artajerjes por un
tiempo en el año trigésimo segundo del reinado de este rey (443 a. E.C.).
(Ne 13:6.)
Los registros históricos
presentan ciertas diferencias con respecto a los reinados de Jerjes y de
Artajerjes. Las obras de consulta sitúan el año de ascenso de Artajerjes en 465
a. E.C. Según ciertos documentos, el reinado de Jerjes se extendió hasta
su vigésimo primer año. Como tradicionalmente su reinado se cuenta a partir de
486 a. E.C., cuando murió su padre, Darío, se considera que su primer año
reinante comenzó en 485 a. E.C., y su año vigésimo primero, el año de
ascenso de Artajerjes, sería 465 a. E.C. Los eruditos normalmente dicen
que el último año del reinado de Artajerjes comenzó en 424 a. E.C., que
según algunos documentos fue su año cuadragésimo primero. De ser cierto, esto
significaría que su año de ascenso fue 465 a. E.C. y su primer año
reinante comenzó en 464 a. E.C.
Sin embargo,
existen razones sólidas para pensar que el último año de Jerjes y el año de
ascenso de Artajerjes fue 475 a. E.C. Tales pruebas provienen de tres
fuentes: griegas, persas y babilonias.
Pruebas de
fuentes griegas. Hay un acontecimiento de la historia
griega que puede ayudarnos a determinar en qué año comenzó a gobernar
Artajerjes. El estadista y héroe militar griego Temístocles fue condenado al
ostracismo (destierro político acostumbrado entre los atenienses), por lo que
huyó a Persia. De acuerdo con el historiador griego Tucídides (La Guerra del
Peloponeso, I, CXXXVII, 3), que tiene la reputación de ser exacto,
entonces Temístocles “dirigió una carta al rey Artajerjes, hijo de Jerjes, que
reinaba desde hacía poco”. Plutarco (Vidas paralelas, traducción de
Antonio Ranz Romanillos, “Temístocles”, [XXVII, 1]) informa que “Tucídides
y Carón de Lampsaco escriben que, muerto ya [Jerjes] fue al hijo a quien
Temístocles se presentó”. (Carón era un súbdito persa que vivió cuando la gobernación
pasó de Jerjes a Artajerjes.) De los testimonios de Tucídides y de Carón de
Lampsaco se desprende que Artajerjes acababa de comenzar su gobernación cuando
Temístocles llegó a Persia.
Podemos determinar
en qué año comenzó a reinar Artajerjes calculando el año en que Temístocles
murió. No todas las obras de consulta dan la misma fecha para su muerte.
El historiador Diodoro de Sicilia (Biblioteca Histórica, XI, 54, 1;
XI, 58, 3) informa de su muerte en un relato de sucesos ocurridos “cuando
Praxiergo era arconte de Atenas”, es decir, en 471/470 a. E.C. (Greek
and Roman Chronology, de Alan E. Samuel, Múnich, 1972, pág. 206.) De
acuerdo con Tucídides, después de llegar a Persia, Temístocles pasó un año
estudiando el idioma preparándose para una audiencia ante Artajerjes. Después
de eso, el rey le permitió establecerse en Persia con muchos honores. Por lo
tanto, si Temístocles murió en 471/470 a. E.C., debió establecerse en
Persia a más tardar en 472 a. E.C., de modo que llegó un año antes, en 473
a. E.C. Podía decirse que entonces Artajerjes “reinaba desde hacía poco”.
M. de Koutorga
escribió con respecto a la fecha en que Jerjes murió y Artajerjes ascendió al
trono: “Hemos visto que de acuerdo con la cronología de Tucídides, Jerjes murió
a finales del año 475 a. E.C., y que según el mismo historiador,
Temístocles llegó a Asia Menor poco después de la subida al trono de Artajerjes
Longimano”. (Mémoires présentés par divers savants à l’Académie des
Inscriptions et Belles-Lettres de l’Institut Impérial de France, serie
primera, vol. 6, segunda parte, París, 1864, pág. 147.)
E. Levesque
refuerza este punto de vista cuando señala: “Por lo tanto, de acuerdo con la Crónica
Alejandrina, es necesario situar la muerte de Jerjes en 475 a. E.C.,
tras once años de reinado. El historiador Justino (III, 1) confirma esta
crónica y las afirmaciones de Tucídides. Según él, cuando Jerjes murió, su hijo
Artajerjes era solo un niño, un puer [muchacho], lo que sería cierto si
Jerjes hubiera muerto en 475. En esa fecha Artajerjes tendría dieciséis años,
mientras que en 465 habría tenido veintiséis, lo que no habría justificado
la afirmación de Justino. De acuerdo con esta cronología, como Artajerjes
comenzó a reinar en 475, el año vigésimo de su reinado sería 455, y no 445,
como suele afirmarse”. (Revue apologétique, París, vol. 68, 1939,
pág. 94.)
No obstante, si
Darío murió en 486 a. E.C. y Jerjes en 475 a. E.C., ¿cómo puede
explicarse que algunos documentos antiguos digan que Jerjes reinó durante
veintiún años? Es de sobra conocido que un rey y su hijo pueden ser
corregentes. Si tal fue el caso de Darío y Jerjes, los historiadores pueden
contar los años de reinado de Jerjes desde el comienzo de la corregencia o a
partir de la muerte de su padre. Si Jerjes gobernó durante diez años con su
padre y otros once solo, algunas fuentes pueden atribuirle veintiún años de
reinado y otras, once.
Tenemos pruebas
sólidas de que Jerjes fue corregente con su padre Darío. El historiador griego
Heródoto (Historia, VII, 3) dice: “Darío reconoció que [Jerjes] tenía
razón y lo nombró su sucesor. (En mi opinión, sin embargo, Jerjes hubiera
reinado aun sin seguir ese consejo [...].)”. Estas palabras indican que a
Jerjes se le nombró rey durante el reinado de su padre Darío.
Pruebas
procedentes de fuentes persas. En algunos
bajorrelieves persas pueden verse especialmente indicios de la corregencia de
Jerjes y Darío. En Persépolis se han encontrado varios bajorrelieves que
representan a Jerjes de pie detrás del trono de su padre, vestido con las
mismas prendas que él y con la cabeza al mismo nivel, algo inusitado, pues por
lo general la cabeza del rey está más alta que todas las demás. En A New
Inscription of Xerxes From Persepolis (de Ernst E. Herzfeld, 1932) se
señala que tanto las inscripciones como las edificaciones encontradas en
Persépolis muestran que Jerjes y su padre Darío fueron corregentes. En la
página 8 de esta obra, Herzfeld escribió: “El tono peculiar de las
inscripciones de Jerjes en Persépolis, la mayoría de las cuales
no distinguen entre su propia actividad y la de su padre, así como la
relación igualmente peculiar de sus edificaciones, imposibles de asignar a
Darío o a Jerjes individualmente, siempre han indicado la corregencia de
Jerjes. Por otra parte, dos esculturas de Persépolis ilustran tal relación”.
Con respecto a una de estas esculturas, Herzfeld señaló: “Se representa a Darío
con todos los atributos reales sentado en un trono sobre un estrado llevado por
representantes de las varias regiones de su imperio. Tras él en el relieve, —en
la realidad, a su derecha— se encuentra Jerjes de pie con los mismos atributos
reales y con la mano izquierda descansando sobre el respaldo del trono. Este
gesto indica con claridad algo más que sucesión; significa corregencia”.
Sobre la fecha de
los relieves que muestran a Darío y Jerjes en esa postura, Ann Farkas dice en Achaemenid
Sculpture (Estambul, 1974, pág. 53) que “es posible que se hubieran
colocado los relieves en el Tesoro en algún momento durante la edificación del
primer anexo, en 494/493-492/491 a. C.; este ciertamente sería el mejor
momento para trasladar bloques de piedra tan voluminosos. No obstante, sea
cual fuera la fecha de su traslado al Tesoro, es posible que se hayan esculpido
entre los años 490 y 500”.
Pruebas
procedentes de fuentes babilonias. Se han encontrado
en Babilonia pruebas de que la corregencia de Jerjes con su padre comenzó entre
los años 490 y 500 a. E.C. Las excavaciones practicadas en esa ciudad han
desenterrado un palacio de Jerjes terminado en 496 a. E.C. A este respecto,
A. T. Olmstead escribió en History of the Persian Empire (pág.
215): “Sabemos que el 23 de octubre del año 498 se estaba construyendo en
Babilonia la casa del hijo del rey [es decir, de Jerjes, el hijo de Darío];
no cabe duda de que este es el palacio de Darío en la sección central que
ya hemos descrito. Dos años después [en 496 a. E.C.] en un documento
comercial de la cercana Borsipa se hace mención de ‘un nuevo palacio’ ya
terminado”.
Dos tablillas de
arcilla poco comunes pueden proporcionarnos más testimonio de la corregencia de
Jerjes y Darío. Una es un texto comercial sobre el alquiler de un edificio en
el año de ascenso al trono de Jerjes. La tablilla está fechada en el primer mes
del año, Nisán. (A
Catalogue of the Late Babylonian Tablets in the Bodleian Library, Oxford,
de R. Campbell Thompson, Londres, 1927, pág. 13, tablilla A.
124.) Otra tablilla lleva la fecha “mes de
Ab(?), año de ascenso al trono de
Jerjes”. Es notable que esta última no atribuye a Jerjes el título de “rey
de Babilonia, rey de las tierras”, algo común en ese tiempo. (Neubabylonische
Rechts- und Verwaltungsurkunden übersetzt und erläutert, de M. San
Nicolò y A. Ungnad, Leipzig, 1934, vol. 1, parte 4, pág. 544,
tablilla núm. 634, llamada VAT 4397.)
Estas dos tablillas
son algo extrañas. Normalmente, el año de ascenso de un rey comienza tras la
muerte de su predecesor. No obstante, hay prueba de que Darío, el
antecesor de Jerjes, vivió hasta el mes séptimo de su último año, mientras que
estos dos documentos del año de ascenso de Jerjes llevan fechas anteriores al
mes séptimo (uno está fechado en el mes primero y el otro, en el quinto). Por
lo tanto, esos documentos no se refieren al período de ascenso de Jerjes
que siguió a la muerte de su padre, sino al año de ascenso durante su corregencia
con Darío. Si el año de ascenso fue 496 a. E.C., cuando se había terminado
la construcción del palacio de Babilonia para Jerjes, su primer año de
corregencia habría comenzado al siguiente Nisán, en 495 a. E.C., por lo
que su vigésimo primer y último año de reinado habría empezado en 475
a. E.C. En ese caso, el reinado de Jerjes abarcaría los diez años de
reinado con Darío (desde 496 hasta 486 a. E.C.) y los once años que habría
gobernado solo (desde 486 a 475 a. E.C.).
Por otra parte, los
historiadores concuerdan en que el primer año de reinado de Darío II
comenzó en la primavera de 423 a. E.C. Una tablilla babilonia indica que
Darío II ya regía el día 4 del mes 11 de su año de ascenso, es decir, el
13 de febrero de 423 a. E.C. (Babylonian Chronology, 626 B.C.-A.D. 75,
de R. Parker y W. H. Dubberstein, 1971, pág. 18.)
No obstante, dos tablillas muestran que Artajerjes continuaba gobernando
después del día 4 del mes 11 del año cuadragésimo primero de su reinado. Una de
ellas lleva la fecha del día 17 del mes 11 de su cuadragésimo primer año de
gobernación (pág. 18), y la otra está fechada en el mes 12 del año
cuadragésimo primero. (Old Testament and Semitic Studies, edición de
Harper, Brown y Moore, 1908, vol. 1, pág. 304, tablilla núm. 12, llamada CBM,
5505.) Por lo tanto, Artajerjes no fue sucedido en el trono en su año
cuadragésimo primero, sino que gobernó durante todo él. Estos hechos indican
que Artajerjes debió gobernar durante más de cuarenta y un años y que su primer
año reinante no comenzó en 464 a. E.C.
Se encuentran
pruebas de que Artajerjes Longimano gobernó más de cuarenta y un años en un
documento comercial procedente de Borsipa fechado en el año quincuagésimo de
Artajerjes. (Catalogue
of the Babylonian Tablets in the British Museum, vol. 7: tablillas de
Sippar 2, de E. Leichty y A. K. Grayson, 1987, pág. 153;
tablilla B. M. 65494.) Una de las tablillas que relaciona el
fin del reinado de Artajerjes con el comienzo del de Darío II tiene la
siguiente fecha: “Año quincuagésimo primero, año de ascenso al trono, mes 12,
día 20, Darío, rey de las tierras”. (The Babylonian Expedition of the University of Pennsylvania, Series
A: Cuneiform Texts, vol. 8, parte I, de Albert T. Clay, 1908,
págs. 34, 83 y lámina 57, tablilla núm. 127,
llamada CBM 12803.) Puesto que el primer año reinante de Darío II fue 423
a. E.C., el año quincuagésimo primero de Artajerjes fue 424 a. E.C.,
y su primer año reinante, 474 a. E.C.
Por lo tanto, los
testimonios que nos proporcionan las fuentes griegas, persas y babilonias
concuerdan en que el año de ascenso al trono de Artajerjes fue 475
a. E.C., y su primer año reinante, 474 a. E.C. De acuerdo con esto,
el año vigésimo de Artajerjes, cuando comenzaron a contar las setenta semanas
de Daniel 9:24, fue 455 a. E.C. Por eso, si basándose en Daniel 9:25, se
cuentan sesenta y nueve semanas de años (483 años) desde 455 a. E.C., se
llega al significativo año de la llegada de Mesías el Caudillo.
Si se cuenta desde
455 a. E.C. hasta el año 1 E.C., tenemos un total de 455 años. Añadiendo
los 28 restantes (para un total de 483 años), se llega al año 29 E.C., el
año exacto del bautismo en agua de Jesús de Nazaret, de su ungimiento con
espíritu santo y el comienzo de su ministerio público como el Mesías o Cristo.
(Lu 3:1, 2, 21, 22.)
Hasta la caída y la
división del imperio. Diodoro de Sicilia nos proporciona la
siguiente información respecto a los sucesores de Artajerjes Longimano en el
trono de Persia: “En Asia el rey Jerjes murió tras un reinado de un año o, como
algunos registran, dos meses; su hermano Sogdiano le sucedió en el trono y
reinó por siete meses. Este a su vez fue asesinado por Darío, quien reinó por
diecinueve años”. (Biblioteca histórica, XII, 71, 1.) El verdadero
nombre de este último era Ocos, pero adoptó el de Darío (Darío II) cuando
subió al trono. Al parecer se trata del Darío mencionado en Nehemías 12:22.
Después de
Darío II vino Artajerjes II (llamado Mnemón), durante cuyo reinado se
sublevó Egipto y se deterioraron las relaciones con Grecia. A su reinado
(404-359 a. E.C.) le siguió el de su hijo Artajerjes III (llamado
también Ocos), a quien se atribuye una permanencia en el trono de unos veintiún
años (358-338 a. E.C.) y de quien se dice que fue el más sanguinario de
todos los gobernantes persas. Su hazaña más importante fue la reconquista de
Egipto. A continuación la historia extrabíblica registra una gobernación de dos
años de Arsés y una de cinco años de Darío III Codomano, durante cuyo
reinado se asesinó a Filipo II de Macedonia (336 a. E.C.), a quien
sucedió en el trono su hijo Alejandro. En 334 a. E.C. Alejandro emprendió
su ataque al Imperio persa en Asia Menor; derrotó a sus fuerzas primero en
Gránico, en el extremo NO., y de nuevo en Isos, en el extremo opuesto (333
a. E.C.). Finalmente, después que los griegos conquistaron Fenicia y
Egipto, en el año 331 a. E.C. aplastaron la última resistencia persa en
Gaugamela, y el Imperio persa llegó a su fin.
Tras la muerte de
Alejandro y la posterior división del imperio, Seleuco Nicátor obtuvo el
control de la mayor parte de los territorios asiáticos, de los que Persia era
la parte central. Así dio comienzo la dinastía de reyes seléucidas, que
continuó hasta el año 64 a. E.C. Al parecer, con Seleuco Nicátor comenzó a
manifestarse la figura profética del “rey del norte” predicho por Daniel, que
se opone al linaje tolemaico de reyes de Egipto, quienes al principio
desempeñaron el papel del simbólico “rey del sur”. (Da 11:4-6.)
Los reyes
seléucidas vieron limitado su territorio a la parte occidental de su dominio
debido a las incursiones de los partos, que conquistaron el territorio de
Persia propiamente dicho durante los siglos III y II a. E.C. Los
partos fueron derrotados por los sasánidas en el siglo III E.C., y el
gobierno de estos últimos continuó hasta la conquista árabe, en el
siglo VII.
La profecía de
Ezequiel (27:10) menciona a los persas entre los hombres de guerra que
sirvieron en la fuerza militar de la próspera Tiro y que contribuyeron a su
esplendor. También se incluye a Persia entre las naciones que forman parte de
las muchedumbres dirigidas por el simbólico “Gog de la tierra de Magog” contra
el pueblo que está en relación de pacto con IEVE. (Eze 38:2, 4, 5, 8, 9.)
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