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jueves, 29 de diciembre de 2011

LA INTELIGENCIA QUE NOS DA VIDA.



Muchas personas creen y aceptan que existe una inteligencia divina, que controla su cuerpo. Puede que algunos le llamen inteligencia espiritual y otros digan que es una mente superior, una mente más profunda. Pero todas aceptan que hay una inteligencia más grande que ellos. Aunque a esta inteligencia mística la llamamos inteligencia espiritual, en realidad no tiene nada de mística. Es la misma inteligencia que hace que tu corazón lata en este momento. Tu corazón bombea siete litros y medio de sangre por minuto, más de trescientos treinta y ocho litros de sangre por hora, late cien mil veces al día, cuarenta millones de veces al año y más de tres mil millones de veces en una vida. Bombea constantemente sin que tengamos que pensar en ello conscientemente. Si consideramos eso hay un orden, hay una inteligencia que nos da vida, que mantiene el latido de nuestro corazón. Es la misma inteligencia que digiere nuestra comida, que la descompone en gases y nutrientes y la organiza para reparar el cuerpo. Todo ello sucede sin que lo pensemos conscientemente, por eso muchas personas creen que hay una inteligencia a cargo de su cuerpo, que es superior a ellos. Que realmente sabe más que ellos y que si consiguieran conectarse con esta inteligencia quizás, se encargara de curarlos. Cada segundo perdemos diez millones de células y en el segundo siguiente producimos otros diez millones de células. Nosotros no pensamos en hacerlo, tú y yo somos seres con libre albedrío, pero hay un orden, una inteligencia que lo hace por nosotros. Cada célula del cuerpo, de los cien billones de células del cuerpo físico, cada célula experimenta cien mil reacciones químicas por segundo. Si ello lo multiplicamos por los diez billones de células podemos ver que hay cierta inteligencia que nos da constantemente vida. Ahora, lo interesante de esta inteligencia es que tiene una voluntad independiente de nuestra voluntad. Nos da vida constante y sistemáticamente, su voluntad trasciende nuestra voluntad; su mente trasciende nuestra mente y mantiene un orden en el cuerpo físico. Un ejemplo serían los enzimas activos en el ADN de las células. Hay tres mil doscientos millones de ácidos nucleicos en los genes de una célula. Esta inteligencia envía proteínas a lo largo de los ácidos nucleicos y corrige las mutaciones para que no nos descompongamos. Si pensamos en esto, esta inteligencia nos da vida constantemente. Cada vez que pensamos, fabricamos una sustancia química, si nuestros pensamientos son buenos, elevados o felices. Fabricamos sustancia químicas que nos hacen sentir bien y felices. Y si nuestros pensamientos son negativos, malos o de inseguridad, fabricamos sustancias químicas que nos hacen sentir exactamente como pensamos. Cada sustancia que se libera en el cerebro es literalmente un mensaje que alimenta al cuerpo físico. Y ahora el cuerpo empieza a sentir, como piensa. Cuando empezamos a sentir como pensamos, sucede algo asombroso. El cerebro que está en comunicación constante con el cuerpo consulta con el cuerpo y empieza a pensar de la manera en que sentimos, lo que a su vez fabrica más sustancias químicas que nos permiten sentirnos como pensamos y pensar como sentimos.
Y quedamos atrapados en el ciclo de pensar y sentir entre el cerebro y el cuerpo. La consecuencia indirecta final de esto, es que creamos un estado de ser. Y ese estado de ser se convierte en nuestro modo de pensar. En otras palabras, los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar. Y cuando los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar, estamos atrapados en un ciclo donde el cuerpo, literalmente, piensa por nosotros.
Entonces lo lógico es admitir que si mis pensamientos han creado esta enfermedad, y mis pensamientos crean estas sustancias químicas que me hacen sentir de cierta manera y comportarme de cierta manera, tendré que cambiar mi modo de pensar-. Entonces nos tenemos que proponer interrumpir el proceso, para interrumpir ese proceso de pensamiento, tenemos que reinventarnos a sí mismos. Tenemos que convertirnos en otra persona, y cuando empecemos a pensar en quienes queremos ser, pararemos el ciclo continuo de reacciones adversas entre pensar y sentir. Así que ahora nos haremos unas preguntas importantes, preguntas como ésta: ¿Cómo sería ser una persona feliz? ¿A quién conozco en mi vida que sea feliz? ¿Qué tendría que cambiar en mí para ser una persona diferente? ¿A quién de la antigüedad admiro que haya sido magnifico, cuyas habilidades y virtudes pudiera aplicar para formular un nuevo ideal de mi mismo, o de mi misma?
Pero más importante aún, si esto fuera así de fácil el ciclo sería interminable y nuestra vida se prolongaría eternamente.
¿Pero, porqué no es así? ¿Estamos en un estado de cuarentena fuera del ciclo que gobierna todo el cosmos?
Medite en ello.





























































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