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lunes, 16 de abril de 2012

EL SÁBADO (Parte 2ª)


Los días de la creación desde el punto de vista de Dios y la duración del día de descanso.
¡EL PUNTO de vista de Dios! ¡Cuánto descuella por encima del punto de vista del hombre! Dios es infinito, sin limitaciones. Nosotros somos finitos, muy limitados. Bien dice Jehová Dios: “Como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes.”—Isa. 55:9.
Con razón el salmista David preguntó: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente?” Apropiadamente el profeta Isaías exclamó: “¡Mira! Las naciones son como una gota de un cubo; y como la capa tenue de polvo en la balanza han sido estimadas. ¡Mira! Él alza las islas mismas como simple polvo fino.”—Sal. 8:3, 4; Isa. 40:15.
Insondable como es la grandeza de IEVE Dios, así también es insondable su existencia. Él siempre ha existido. Como el “Rey de la eternidad” él es Dios “desde tiempo indefinido hasta tiempo indefinido.” No es sin buena razón que el profeta Daniel describe a IEVE Dios como “el Anciano de Días.”—1 Tim. 1:17; Sal. 90:2; Dan. 7:9.
“DÍA” EN LAS ESCRITURAS
Claramente este Creador sempiterno, IEVE Dios, consideraría el tiempo de manera diferente de la manera en que lo consideramos nosotros los simples mortales, con nuestra duración de vida de setenta u ochenta años. ¿No considera un niñito el tiempo de manera diferente de la manera en que lo considera una persona avanzada en años? A un niño doce meses pueden parecerle un tiempo muy largo, pero a una persona de mayor edad le parece que los años pasan volando. ¡Cuán diferentemente, entonces, debe considerar el tiempo el “Anciano de Días” de la manera en que lo consideramos nosotros los mortales! Obviamente, cuando IEVE en su Palabra habla de un “día” o “días,” no debemos concluir que él siempre se refiere a días de veinticuatro horas. Es posible que se refiera a ellos y es posible que no.
Así encontramos que la palabra hebrea para “día,” yohm, se usa de una variedad de maneras en la Biblia. En el mismísimo relato de la creación se usa “día” para referirse a tres diferentes períodos de tiempo. Se usa “día” para referirse a las horas que dura la luz del día, como cuando leemos: “Empezó Dios a llamar la luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche.” Se usa para referirse al día así como a la noche, como cuando leemos: “Llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día primero.” Y “día” también se usa para referirse al entero período de tiempo envuelto en la creación de los cielos y la Tierra: “Esta es una historia de los cielos y la tierra en el tiempo de ser creados, en el día que hizo IEVE Dios tierra y cielo.”—Gén. 1:5; 2:4.
Por otra parte, en más de una ocasión IEVE Dios usó un día para representar un año. Esto lo hizo con relación a los israelitas en el desierto y a su profeta Ezequiel. Su Palabra dice: “Un día por un año, un día por un año, ustedes responderán por sus errores.” “Un día por un año, un día por un año, es lo que te he dado.” (Núm. 14:34; Eze. 4:6) Así mismo fue tocante a la profecía de Daniel que predijo la venida del Mesías al fin de sesenta y nueve “semanas.” Vino el Mesías, no al fin de sesenta y nueve semanas literales, ó 483 días, sino al fin de 483 años.
No solo un año, sino hasta mil años a veces se representan como un día en la Palabra de Dios. Como meditó el profeta Moisés: “Porque mil años son a tus ojos solo como el día de ayer cuando ha pasado, y como una vigilia durante la noche.” El apóstol Pedro lo expresa aun más fuertemente: “No vayan a dejar que este hecho en particular se les escape, amados, que un día [griego, hemera] es para con IEVE como mil años y mil años como un día.”—Sal. 90:4; 2 Ped. 3:8.
Sí, en las Escrituras Griegas Cristianas “día” también se usa para referirse a otros períodos de tiempo, no solo a veinticuatro horas. Por ejemplo, Jesús en una ocasión dijo: “Abrahán el padre de ustedes se regocijó mucho por la expectativa de ver mi día, y lo vio y se regocijó.” Igualmente leemos de expresiones por sus seguidores como “el día de Cristo,” “el día de IEVE,” y “el gran día de Dios el Todopoderoso.” Ciertamente no se da a entender que alguna de estas expresiones esté limitada a solo veinticuatro horas. (Juan 8:56; Fili. 2:16; 1 Tes. 5:2; Rev. 16:14) Lo susodicho aclara que un “día” desde el punto de vista de Dios no se limita forzosamente a veinticuatro horas.
¿VEINTICUATRO HORAS DE DURACIÓN?
Sin embargo, muchos de la cristiandad, en particular los llamados fundamentalistas, insisten en que los días de la creación que se mencionan en el capítulo uno de Génesis solo fueron de veinticuatro horas de duración. Por supuesto, dado que IEVE Dios, el Creador, es sapientísimo así como todopoderoso, bien pudo haber creado todas las cosas que se mencionan en el relato de la creación en seis días de veinticuatro horas. Pero por la evidencia que se encuentra en las rocas de la Tierra y por los telescopios de los astrónomos, no parece que él haya hecho las cosas así.
Respecto a estos días de creación dice A Religious Encyclopædia por Schaff: “Los días de la creación fueron días creativos, etapas del proceso, pero no días de veinticuatro horas.” De manera semejante, Delitzsch dice en su New Commentary on Genesis: “Se quiere decir días de Dios, para Él mil años solo son como un día cuando ha pasado, Sal. 90:4 . . . Los días de la creación son, según el significado de las Santas Escrituras mismas, no días de veinticuatro horas, sino eones . . . Pues esta medida de tiempo terrestre y humana no puede aplicar a los primeros tres días.”
Algunas personas ni siquiera se interesan en considerar seriamente la duración de los días de la creación. Muestras típicas de ellos son los redactores del Harper’s Bible Dictionary, que declaran: “Es inútil e innecesario tratar de reconciliar el relato de la Creación del Génesis con la ciencia moderna.” Y The Interpreter’s Dictionary of the Bible (1962) se refiere al relato de la creación como mitológico.
Sin embargo, Jesucristo le atribuyó al relato del Génesis el estar basado en hechos, pues él citó ese relato de Génesis como autoritativo, diciendo: “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’?” El apóstol Pablo fue del mismo parecer, pues dijo que Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres” y que “Adán fue formado primero, luego Eva.” De modo que es para nuestro provecho, y de ninguna manera inútil, interesarnos en cuánto duraron exactamente los días de la creación.—Mat. 19:4, 5; Hech. 17:26; 1 Tim. 2:13.
Pero antes de considerar la duración de estos días de la creación me parece bien aclarar un concepto falso común. Ese concepto falso es que la Tierra misma fue creada durante los seis “días” de la creación. El registro bíblico indica que el universo, los cielos estrellados, así como este planeta Tierra, fueron creados antes de comenzar el primero de los días creativos de la Tierra.
Así, Génesis 1:1 habla de la creación de los cielos estrellados así como de este planeta Tierra, y dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” Cuándo aconteció este “principio,” la Biblia no lo dice. No es sino hasta después en la Biblia que leemos acerca de lo que Dios creó en el primer “día.” Por lo tanto, los seis “días” creativos envuelven los actos creativos de Dios al preparar la Tierra ya existente para habitación humana, y no la creación de la Tierra misma. No hay nada en el relato del Génesis, entonces, que contradiga las conclusiones científicas de los científicos modernos de que el universo material, incluso la Tierra, quizás tenga muchos miles de millones de años.
Entonces, ¿cómo hemos de entender las palabras del Cuarto Mandamiento, acerca de que Dios hizo los cielos y la tierra durante seis días? (Éxo. 20:11) Nos ayuda el entender que, tal como los escritores de la Biblia usaron el término “día” en más de un sentido, así también usaron los términos “cielos” y “tierra” en más de un solo sentido. Así pues, a veces se hace referencia a la atmósfera en la que vuelan los pájaros como “los cielos.” (Jer. 4:25) Esta expansión atmosférica o “cielos” fue hecha el segundo “día” de la semana creativa. También, no fue sino hasta el tercer “día” que apareció la tierra seca. De modo que puede decirse que la tierra, refiriéndose a la tierra seca, también fue hecha durante la semana creativa, pero esto no significa que la Tierra, el globo terráqueo o planeta mismo, fue creada entonces. —Gén. 1:6-10, 13.
DURACIÓN DE LOS DÍAS CREATIVOS
(Esto es de importancia capital para entender lo que significa el día del El Sábado).
Entonces, ¿cuánto duraron estos “días” de la creación? La Biblia nos da un indicio en cuanto a la duración del séptimo día. Puesto que todos estos “días” formaban parte de una sola ‘semana,’ sería razonable concluir que todos estos “días” fueron de la misma duración.
Tocante a la duración del séptimo día realmente es interesante que la Biblia no dice nada acerca de ‘tarde y mañana,’ de un principio y un fin para el séptimo día como sucedió con los otros seis días. Esta es una omisión significativa. El registro sencillamente declara: “Procedió Dios a bendecir el día séptimo y hacerlo sagrado, porque en él ha estado reposando de toda su obra.”—Gén. 2:3.
La única conclusión lógica a la que podemos llegar es que el séptimo día ha continuado sin cesar. ¿Apoya la Biblia esta conclusión? Sí, certísimamente, porque al hablar de IEVE Dios se refiere a él como todavía descansando miles de años después de la creación. En armonía con eso leemos en el Salmo 95:8-11 que IEVE dijo a los israelitas en el desierto que no entrarían en su descanso debido a la dureza de sus corazones. Esto muestra que Dios había estado descansando de obras de la clase que se describe en los capítulos uno y dos de Génesis desde la creación de Eva hasta ese tiempo, más de 2.500 años.
El salmista David, unos 400 años después, en el Salmo 95:8-11 habla de entrar en el descanso de Dios en su día. Y entonces más de mil años después del tiempo de David el escritor de Hebreos, hablando de IEVE Dios, se refiere a él como todavía descansando en su día. Él aconseja a los cristianos que no sean como los israelitas en el desierto que no entraron en el descanso de Dios, sino que deben hacer “lo sumo posible para entrar en ese descanso,” el descanso de IEVE. En relación con esto dice que “queda un descanso sabático para el pueblo de Dios.” Y dado que las palabras del apóstol Pablo aplicaron  a los cristianos de su día por ende también aplican a los cristianos sinceros del día actual, se desprende que IEVE ha estado disfrutando de su sábado o descanso de la creación física ya por casi seis mil años. —Heb. 4:9, 11.
Esto da razón de 6.000 años. ¿Es ésa la duración del séptimo día? No, porque leemos que “procedió Dios a bendecir el día séptimo y hacerlo sagrado.” Su resultado tiene que ser “muy bueno,” y eso no es cierto de las presentes condiciones mundiales; de modo que el “día” todavía debe estar continuando. Realmente estos seis mil años han sido, por decirlo así, la semana de trabajo del hombre, en la que ha trabajado con el sudor de su rostro. Pero tendrá descanso durante el venidero reinado de mil años de Cristo, que la cronología bíblica y el cumplimiento de la profecía bíblica muestran que habrá de empezar muy pronto. —Gén. 2:3.
Por consiguiente, el séptimo período de mil años del séptimo “día” en sí será un sábado. Durante él Satanás y sus demonios estarán atados. Cristo y sus seguidores ungidos regirán con él como reyes y sacerdotes. ¿Con qué resultado? Que todos los enemigos de Dios serán puestos bajo los pies de Cristo. Por medio de este sábado el día séptimo verdaderamente será sagrado, porque hará florecer la justicia.—1 Cor. 15:24-28; Rev. 20:1-6; Salmo 72.
De esto encontramos que el séptimo “día” de la semana creativa dura siete mil años. Sobre la base de la duración del séptimo “día” es razonable concluir, por lo tanto, que cada uno de los otros seis “días” también fue un período de 7.000 años. Esta duración de tiempo sería amplia para todo lo que la Biblia nos dice que sucedió en cada uno de los seis días creativos.
UNA ‘SEMANA’ LLENA DE SUCESOS
Así, gradualmente en el primer “día” apareció la luz sobre la “profundidad acuosa” que envolvía la Tierra. Durante el segundo “día” de 7.000 años se formó la atmósfera entre dos capas de agua. Al tercer “día” apareció gradualmente la tierra seca, y IEVE Dios creó toda clase de vegetación, hierba, arbustos y árboles.
En el cuarto “día” las lumbreras, el Sol, la Luna y las estrellas, llegaron a ser visibles por primera vez desde la superficie de la Tierra, preparando la Tierra para que apareciera, en el quinto “día,” la vida marina y las criaturas volátiles. En el sexto “día” Dios creó los animales terrestres y, hacia el fin del día, al hombre.
Hay, como hemos visto, buena razón para creer que los días de la creación fueron de 7.000 años de duración cada uno. Ahora el hecho de que estemos viviendo al fin de seis mil años del séptimo “día” es del mayor interés y de la mayor importancia para nosotros. Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, ejecutó muchas de sus curaciones milagrosas en sábado. A los que se ofendieron por esto se les indicó que él era “Señor del sábado.” Con esto estaba señalando hacia el sábado de mil años durante el cual hará volver a la humanidad a la perfección de cuerpo y mente. Él hará para toda la humanidad lo que hizo para su pueblo Israel en aquel entonces. Esto incluirá hasta el levantar a los muertos, porque “todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán.”—Mat. 12:8; Juan 5:28, 29.
Vemos, pues, que el que comprendamos los días de la creación desde el punto de vista de Dios no solo es bíblico, razonable y armonioso con cualesquier hechos que los hombres de ciencia hayan podido producir, sino que también inspira en nosotros la esperanza de disfrutar pronto del sábado del Señor del día de descanso de Dios, un día en que la salud, la vida y la felicidad serán restauradas a la humanidad. Verdaderamente los caminos y pensamientos de Dios son infinitamente superiores a los pensamientos y caminos del hombre.—Rev. 21:3, 4.
[Nota]
Según Génesis 5:3-29; 7:6, desde la creación de Adán hasta el Diluvio hubo 1.656 años. Génesis 11:10-12:4 muestra que hubo 427 años desde el Diluvio hasta el pacto de Dios con Abrahán. Y Gálatas 3:17 muestra que hubo 430 años desde entonces hasta que fue dada la Ley, lo cual suma a más de 2.500 años.

FINAL.

EL SÁBADO (Parte 1ª)

SÁBADO
Material extraído en parte de:
 El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, de A. Edersheim, 1990.

Día que Dios apartó con el fin de que se descansase en él de los trabajos cotidianos, y que dio como señal entre Él y los hijos de Israel. (Éx 31:16, 17.) La expresión hebrea yohm hasch·schab·báth procede del verbo hebreo scha·váth, que significa “descanso; cesación”. (Gé 2:2; 8:22.) La expresión griega que corresponde a “día de sábado” es hē hē·mé·ra tou sab·bá·tou.
La primera observancia sabática semanal de veinticuatro horas la llevó a cabo la nación de Israel en el desierto, en el segundo mes después de su éxodo de Egipto, en el año 1513 a. E.C. (Éx 16:1.) Jehová le había dicho a Moisés que la provisión milagrosa del maná sería doble en el día sexto. Cuando esto resultó ser así, los principales de la asamblea lo informaron a Moisés, y entonces se anunció la institución del sábado semanal. (Éx 16:22, 23.) Como lo muestran las palabras de Jehová en Éxodo 16:28, 29, desde ese momento Israel quedó obligado a observar el sábado.
Poco tiempo después, con la inauguración formal del pacto de la Ley en el monte Sinaí, el sábado semanal pasó a formar parte de un sistema de sábados. (Éx 19:1; 20:8-10; 24:5-8.) Este sistema sabático se componía de varias clases de sábados: el séptimo día, el séptimo año, el año quincuagésimo (año del Jubileo), el 14 de Nisán (Pascua), el 15 de Nisán, el 21 de Nisán, el 6 de Siván (Pentecostés), el 1 de Etanim, el 10 de Etanim (Día de Expiación), el 15 de Etanim y el 22 de Etanim.
Según Deuteronomio 5:2, 3 y Éxodo 31:16, 17, es evidente que no se impuso el sábado a ninguno de los siervos de Dios hasta después del éxodo, pues estos textos dicen, respectivamente: “No fue con nuestros antepasados con quienes Jehová celebró este pacto, sino con nosotros”; “Los hijos de Israel tienen que guardar el sábado, [...] durante sus generaciones. [...] Entre yo y los hijos de Israel es una señal hasta tiempo indefinido”. Si Israel hubiese observado el sábado con anterioridad, no podría haberles servido de recordatorio de que Jehová los había liberado de Egipto, como se muestra en Deuteronomio 5:15. El hecho de que algunos israelitas fuesen a recoger maná el séptimo día, a pesar de habérseles dicho claramente que no lo hicieran, indica que la observancia del sábado era algo nuevo. (Éx 16:11-30.) Otra prueba de que hacía poco que se había instituido el sábado se aprecia en la incertidumbre que hubo al tratar el primer caso de violación del sábado que se registra después de haberse dado la Ley en Sinaí. (Nú 15:32-36.) Como los israelitas habían sido esclavos en Egipto, no podrían haber observado el sábado en aquel país aunque hubiesen estado bajo esa ley. El Faraón se quejó tan solo porque Moisés pidió un período de tres días para hacerle un sacrificio a Dios, cuanto más si los israelitas hubiesen tratado de descansar un día de cada siete. (Éx 5:1-5.) Aunque es cierto que al parecer los patriarcas dividían el tiempo en una semana de siete días, no hay ninguna prueba de que se hiciesen distinciones con respecto al séptimo día. Sin embargo, el número siete significaba plenitud. (Gé 4:15, 23, 24; 21:28-32.) La palabra hebrea “jurar” (scha·vá) parece provenir de la misma raíz que la palabra que significa “siete”.
El sábado se conmemoraba como un día sagrado (Dt 5:12), un día de descanso y de regocijo para todos —israelitas, siervos, residentes forasteros y animales—, en el que se cesaba de todo trabajo. (Isa 58:13, 14; Os 2:11; Éx 20:10; 34:21; Dt 5:12-15; Jer 17:21, 24.) Se hacía una ofrenda quemada especial, junto con ofrendas de grano y de libación, además de la “ofrenda quemada constante” que se presentaba a diario. (Nú 28:9, 10.) Se reponía el pan de la proposición en el santuario, y una nueva división de sacerdotes se encargaba de sus deberes. (Le 24:5-9; 1Cr 9:32; 2Cr 23:4.) Los deberes de los sacerdotes no sufrían en sábado variación alguna. (Mt 12:5.) E incluso se circuncidaba a los niños en sábado si coincidía con el octavo día desde su nacimiento. En tiempos posteriores los judíos acuñaron el dicho: “No hay sábado en el santuario”, lo que quiere decir que los deberes sacerdotales no cesaban nunca. (Jn 7:22; Le 12:2, 3; El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, de A. Edersheim, 1990, pág. 199.)
Según fuentes rabínicas, en tiempos de Jesús tres toques de trompetas hacia la hora nona —las tres de la tarde— del viernes anunciaban la llegada del sábado. A partir de ese momento cesaba todo trabajo y actividad comercial, se encendía la lámpara sabática y la gente se ponía los vestidos de fiesta. El comienzo oficial del sábado se indicaba con otros tres toques de trompeta. La división saliente de sacerdotes ofrecía el sacrificio matutino correspondiente al sábado, mientras que la entrante ofrecía los sacrificios de la tarde, si bien ambas pasaban todo el día en el santuario. Las dos divisiones le entregaban al sumo sacerdote la mitad de su porción correspondiente de pan. Los sacerdotes que se habían purificado comían el pan durante el día de sábado en el templo mismo. Los cabezas sacerdotales de las familias que pertenecían a las divisiones entrantes determinaban por suertes a qué familia le correspondería servir en cada uno de los días especiales de su semana de ministerio en el templo y a quién le correspondería asumir las funciones sacerdotales el día de sábado. (Le 24:8, 9; Mr 2:26, 27; El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, págs. 197, 198, 203-205.)
Diferían los requisitos para el sábado semanal regular y los sábados o “convocaciones santas” que estaban relacionados con las fiestas. (Le 23:2.) En términos generales, el sábado semanal era más restrictivo, no podía hacerse ningún trabajo, fuese fatigoso o de otra clase (excepto en el santuario). Hasta estaba prohibido recoger leña o encender fuego. (Nú 15:32-36; Éx 35:3.) También se restringían los viajes en día de sábado basándose, al parecer, en las palabras de Éxodo 16:29. El Día de Expiación era igualmente un período de descanso de toda clase de trabajo. (Le 16:29-31; 23:28-31.) Sin embargo, en los días de la convocación santa de las fiestas no se efectuaba trabajo fatigoso ni se participaba en actividades comerciales, pero estaba permitido cocinar, hacer preparativos para la fiesta, etc. (Éx 12:16; Le 23:7, 8, 21, 35, 36.)
Algunas veces se daba el caso de que una fiesta sabática especial coincidía con un sábado regular; este era un sábado “grande”, como cuando el 15 de Nisán (un día sabático) coincidía con el día de sábado regular. (Jn 19:31.)
Beneficios e importancia del sábado. El cese de todo trabajo y la observancia de otros requisitos sabáticos dados por Dios no solo proporcionaban descanso al cuerpo, sino que, como cosa más importante, daba a la persona la oportunidad de demostrar su fe y obediencia por medio de la observancia sabática. Los padres podían inculcar las leyes y los mandamientos de Dios en la mente y el corazón de sus hijos. (Dt 6:4-9.) El sábado se dedicaba habitualmente a adquirir conocimiento de Dios y a atender necesidades espirituales, como lo indica la respuesta del esposo de la mujer sunamita cuando ella le pidió permiso para ir a ver a Eliseo, el hombre de Dios: “¿Por qué vas a él hoy? No es luna nueva ni sábado”. (2Re 4:22, 23.) Los levitas que estaban esparcidos por todo el país sin duda aprovecharon el sábado para enseñar la Ley al pueblo de Israel. (Dt 33:8, 10; Le 10:11.)
Era importante que todos los israelitas se acordaran de guardar el sábado, pues no hacerlo se veía como una rebelión contra Jehová que se castigaba con la muerte. (Éx 31:14, 15; Nú 15:32-36.) El mismo principio aplicaba a toda la nación. El que observasen todo el sistema sabático de días y años, y lo hicieran de todo corazón, era un factor esencial para que continuasen existiendo como nación en la tierra que Dios les había dado. La falta de respeto a las leyes sabáticas contribuyó grandemente a su caída y a la desolación de la tierra de Judá durante setenta años para compensar los sábados que no se habían guardado. (Le 26:31-35; 2Cr 36:20, 21.)
Restricciones rabínicas del sábado. El propósito del sábado en sus comienzos era el de ser una ocasión de gozo y edificación espiritual. No obstante, el afán de los guías religiosos judíos por distinguirse al máximo de los gentiles los llevó —sobre todo a partir del regreso del exilio babilonio— a ir aumentando las restricciones sabáticas hasta alcanzar el número de treinta y nueve, con innumerables restricciones subsidiarias, que convirtieron el sábado en una carga. La compilación posterior de estas restricciones llenaba dos grandes volúmenes. Por ejemplo, estaba prohibido atrapar una pulga debido a que era cazar. No se podía atender a un enfermo a menos que estuviese en peligro de muerte. No se permitía colocar en su lugar un hueso dislocado, ni tampoco vendar una torcedura. Los guías religiosos judíos habían anulado el verdadero propósito del sábado, puesto que habían convertido al pueblo en esclavos de la tradición, en vez de dejar que el sábado les sirviese para honrar a Dios. (Mt 15:3, 6; 23:2-4; Mr 2:27.) Cuando los discípulos de Jesús arrancaron espigas y las frotaron con las manos para comérselas, por lo visto se les acusó de dos cosas: de cosechar y de trillar en día de sábado. (Lu 6:1, 2.) Los rabinos tenían un dicho: “Los pecados del que observe escrupulosamente toda ley del sábado, aunque sea idólatra, son perdonados”.
No se impuso a los cristianos. Como Jesús era un judío obligado por la Ley, observó el sábado, pero no como los fariseos, sino como instruía la Palabra de Dios. Sabía que era lícito hacer obras buenas aun en sábado. (Mt 12:12.) Sin embargo, los escritos cristianos inspirados declaran que “Cristo es el fin de la Ley” (Ro 10:4), lo que resulta en que los cristianos hayan sido “desobligados de la Ley”. (Ro 7:6.) Ni Jesús ni sus discípulos hicieron la más mínima distinción entre una supuesta ley moral y otra ceremonial. Citaron de otros pasajes de la Ley, así como de los Diez Mandamientos, considerando que eran igualmente obligatorios para quienes estaban bajo la Ley. (Mt 5:21-48; 22:37-40; Ro 13:8-10; Snt 2:10, 11.) Las Escrituras dicen llanamente que el sacrificio de Cristo “abolió [...] la Ley de mandamientos que consistía en decretos”, y que Dios “borró el documento manuscrito contra nosotros, que consistía en decretos [...] y Él lo ha quitado del camino clavándolo al madero de tormento”. La ley mosaica fue ‘abolida’, ‘borrada’, ‘quitada del camino’ en su totalidad. (Ef 2:13-15; Col 2:13, 14.) Por consiguiente, el entero sistema sabático, tanto de días como de años, fue cancelado junto con el resto de la Ley por medio del sacrificio de Cristo Jesús. Este hecho explica por qué los cristianos pueden considerar “un día como todos los demás”, tanto si es un sábado como cualquier otro día, sin tener ninguna clase de temor de ser juzgados por ello. (Ro 14:4-6; Col 2:16.) Pablo hizo el siguiente comentario concerniente a los que observaban escrupulosamente “días y meses y sazones y años”: “Temo por ustedes, que de algún modo me haya afanado en vano respecto a ustedes”. (Gál 4:10, 11.)
Después de la muerte de Jesús, sus apóstoles no ordenaron en ningún momento que se observase el sábado. Tampoco se incluyó como requisito cristiano ni en Hechos 15:28, 29 ni posteriormente. No instituyeron un nuevo sábado, un “día del Señor”. Aunque Jesús fue resucitado en el día que actualmente llamamos domingo, en ningún lugar indica la Biblia que deba conmemorarse este día de su resurrección como un “nuevo” sábado o algo semejante. Se han citado 1 Corintios 16:2 y Hechos 20:7 para apoyar la observancia del domingo como un sábado o día de descanso. Sin embargo, el primer texto meramente indica que Pablo dio instrucciones a los cristianos para que cada primer día de la semana pusiesen aparte en sus casas una cierta cantidad para sus hermanos necesitados de Jerusalén. No tenían que entregar el dinero en su lugar de reunión, sino guardarlo hasta la llegada de Pablo. En cuanto al segundo texto, era lógico que Pablo se reuniese con los hermanos de Troas el primer día de la semana, puesto que partía al día siguiente.
Lo antedicho deja claro que la observancia literal de días y años sabáticos no formaba parte del cristianismo del primer siglo. No fue sino hasta 321 E.C. cuando Constantino decretó que el domingo (en latín: dies Solis, un título antiguo relacionado con la astrología y la adoración del Sol, no Sabbatum [sábado] o el dies Domini [día del Señor]) fuese un día de descanso para todos excepto para los agricultores.
Entrar en el descanso de Dios. Según Génesis 2:2, 3, después del sexto día o período creativo, Dios “procedió a descansar en el día séptimo” al cesar sus obras creativas —mencionadas en el capítulo 1 de Génesis— con relación a la Tierra.
En los capítulos 3 y 4 de Hebreos, el apóstol Pablo muestra que si el pueblo judío que viajaba por el desierto no entró en el descanso de Dios se debió a su falta de fe y obediencia. (Heb 3:18, 19; Sl 95:7-11; Nú 14:28-35.) Los que entraron en la Tierra Prometida acaudillados por Josué experimentaron un descanso, pero no el descanso completo que se disfrutará bajo el Mesías. Solamente fue un tipo o sombra de la realidad. (Jos 21:44; Heb 4:8; Heb 10:1.) Sin embargo, Pablo dice seguidamente: “Queda un descanso sabático para el pueblo de Dios”. (Heb 4:9.) Por consiguiente, toda persona obediente y que ejerza fe en Cristo puede disfrutar del “descanso sabático” al dejar de hacer “sus propias obras”, por medio de las cuales procuró en el pasado demostrar su propia justicia. (Compárese con Ro 10:3.) Pablo muestra así que el sábado o descanso de Dios aún estaba vigente en su día y que los cristianos tenían acceso a él, todo lo cual indica que el día de descanso de Dios se extiende por miles de años. (Heb 4:3, 6, 10.)
“Señor del sábado.” Durante su ministerio terrestre, Jesús dijo de sí mismo que era “Señor del sábado”. (Mt 12:8.) El sábado semanal, que había tenido el propósito de proporcionar a los israelitas alivio de sus ocupaciones cotidianas, era “una sombra de las cosas por venir, pero la realidad [pertenecía] al Cristo”. (Col 2:16, 17.) Una de esas “cosas por venir” es el sábado del que Jesús será Señor. En calidad de Señor de señores, Jesucristo regirá sobre toda la Tierra por un período de mil años. (Rev 19:16; 20:6.) Algunos de los milagros más impresionantes que realizó durante su ministerio tuvieron lugar en sábado. (Lu 13:10-13; Jn 5:5-9; 9:1-14.) Esos ejemplos ofrecen una vislumbre de la clase de alivio que Jesús traerá a la humanidad a medida que la conduzca hacia la perfección física y espiritual durante su reinado milenario, un período que será semejante a un descanso sabático tanto para la Tierra como para la humanidad que la habita. (Rev 21:1-4.)
Final de la primera parte.