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sábado, 27 de febrero de 2016

Se desarrolla la gran apostasía sobre las enseñanzas de Jesús (Capítulo 3)



 LOS ASCETAS

¿Qué características singularizan a los apóstatas en contraste con el cristianismo primitivo?
El apóstol Pablo predijo en 2 Tesalonicenses 2:3 una apostasía entre los que profesaban ser cristianos. Mencionó específicamente a ciertos apóstatas, como Himeneo, Alejandro y Fileto. (1Ti 1:19, 20; 2Ti 2:16-19.) Entre las diversas causas de la apostasía expuestas en las advertencias apostólicas se encuentran las siguientes: la falta de fe (Heb 3:12), la falta de aguante ante la persecución (Heb 10:32-39), el abandono de las normas morales correctas (2Pe 2:15-22), el hacer caso de “palabras fingidas” de falsos maestros y de “expresiones inspiradas que extravían” (2Pe 2:1-3; 1Ti 4:1-3; 2Ti 2:16-19; compárese con Pr 11:9) y el tratar de “ser declarados justos por medio de ley”. (Gál 5:2-4.) Aun profesando tener fe en la Palabra de Dios, puede que los apóstatas desatiendan su servicio a Dios al considerar de poca importancia la obra de predicar y enseñar que Él encargó a los seguidores de Jesucristo. (Lu 6:46; Mt 24:14; 28:19, 20.) También puede que aleguen servir a Dios, pero rechacen a sus representantes, y comiencen a ‘golpear’ a los que habían sido sus compañeros de fe, con el fin de obstaculizar su obra. (Jud 8, 11; Nú 16:19-21; Mt 24:45-51.) Los apóstatas por lo general procuran que otros les sigan. (Hch 20:30; 2Pe 2:1, 3.) Los que abandonan voluntariosamente la enseñanza primitiva cristiana se convierten en parte integrante del “anticristo”. (1Jn 2:18, 19.) Como en el caso de los israelitas apóstatas, también se predice destrucción para los apóstatas actuales. (2Pe 2:1; Heb 6:4-8.
Durante el período de persecución que sufrió la congregación cristiana primitiva a manos del Imperio romano, a los que profesaban ser cristianos a veces se les inducía a negar su discipulado. A aquellos que accedían se les exigía que dieran prueba de su apostasía haciendo una ofrenda de incienso ante algún dios pagano o blasfemando abiertamente contra el nombre de Cristo.
Es evidente que hay una diferencia entre ‘caer’ por debilidad y ‘caer’ por haber apostatado. Este último ‘caer’ implica una retirada drástica e intencional del sendero de la rectitud. (1Jn 3:4-8; 5:16, 17.) Cualquiera que sea su base aparente, intelectual, moral o espiritual, constituye una rebelión contra Dios y un rechazo de su Palabra de verdad. (2Te 2:3, 4;

 
¿Es el ascetismo la llave de la sabiduría?
“ALGUNOS ermitaños se ponían grilletes, cadenas, cilicios y collares de púas. [...] Otros se revolcaban en espinos y ortigas, se exponían a las picaduras de insectos, se quemaban deliberadamente con fuego e irritaban sus heridas hasta provocarse purulencia crónica. Algunos extremaban su dieta habitual de hambre comiendo solo alimentos podridos o igual de repugnantes.” (The Saints [Los santos], de Edith Simon.)
Estas personas eran ascetas. ¿Por qué se infligían semejante maltrato? En el libro For the Sake of the World—The Spirit of Buddhist and Christian Monasticism (Por el mundo. El espíritu del monacato budista y cristiano), los autores dicen que “desde por lo menos los días de Sócrates (siglo V a. E.C.), se generalizó la opinión de que una vida reducida a lo imprescindible, libre del estorbo de los lujos sensuales y materiales, era uno de los requisitos para alcanzar la auténtica sabiduría”. Los ascetas pensaban que la mortificación del cuerpo elevaría su sensibilidad espiritual y les conduciría a la verdadera iluminación.
No es fácil definir con precisión el ascetismo. Para algunos, tan solo significa autodisciplina o abnegación, virtudes que los cristianos primitivos valoraban mucho. (Gálatas 5:22, 23; Colosenses 3:5.) El propio Jesucristo recomendó llevar una vida sencilla, exenta de las ansiedades que vienen de ir en pos de metas materialistas. (Mateo 6:19-33.) Pero el ascetismo se asocia, por lo general, con medidas mucho más austeras, y a menudo extremas, como las descritas arriba. ¿Son estas prácticas ascéticas, particularmente las más extremas, la verdadera llave de la sabiduría?
Se basa en suposiciones falsas
Una de las ideas que ha dado origen al ascetismo es la de que las cosas materiales y los placeres físicos son malos por naturaleza y, en consecuencia, impiden el progreso espiritual. Otro concepto que abre el camino para el ascetismo es la creencia generalizada de que el ser humano se compone de cuerpo y alma. Los ascetas creen que el cuerpo material es la prisión y el enemigo del alma.
¿Qué enseña la Biblia? Las Escrituras indican que cuando Dios terminó su creación terrestre, dijo que cuanto había hecho —toda su creación física, material— era “muy bueno”. (Génesis 1:31.) Dios quería que el hombre y la mujer disfrutaran de las creaciones materiales del jardín de Edén. Precisamente el nombre Edén significa “Placer” o “Deleite”. (Génesis 2:8, 9.) Adán y Eva eran perfectos y tuvieron una buena relación con su Creador hasta que pecaron. A partir de aquel momento, la imperfección se convirtió en una barrera entre Dios y el hombre. No obstante, la satisfacción de los deseos humanos legítimos o el goce de los placeres físicos concedidos por Dios —siempre y cuando estuvieran en armonía con Sus leyes morales—, jamás constituirían una barrera de comunicación entre Dios y sus adoradores. (Salmo 145:16.)
Además, la Biblia enseña claramente que el hombre de carne, creado del polvo, es un alma. Las Escrituras no apoyan la idea de que el alma sea algún tipo de entidad inmaterial e inmortal que se encuentre dentro del cuerpo físico, ni de que la carne impida de algún modo tener una relación estrecha con Dios. (Génesis 2:7.)
Obviamente, el concepto del ascetismo ofrece una imagen distorsionada de la relación del hombre con Dios. El apóstol Pablo advirtió que algunos presuntos cristianos preferirían las filosofías humanas engañosas a las verdades bíblicas. (1 Timoteo 4:1-5.) Respecto a algunos que compartían esta opinión, un historiador religioso dice: “La creencia de que la materia era mala [...] y de que había que librar al alma humana de la influencia de la materia, fomentó un ascetismo riguroso que prohibía comer carne, tener relaciones sexuales, etc., un proceder que solo podía seguirlo una minoría selecta de perfecti (perfectos) que habían pasado ciertas pruebas especiales de iniciación”. Este modo de pensar carece de respaldo bíblico y los cristianos primitivos no lo compartían. (Proverbios 5:15-19; 1 Corintios 7:4, 5; Hebreos 13:4.)
No hace falta ser asceta
Jesús y sus discípulos no eran ascetas. Aguantaron diversas pruebas y tribulaciones, pero nunca se las provocaban ellos mismos. El apóstol Pablo previno a los cristianos contra las filosofías humanas engañosas que podían desviarlos de la verdad de la Palabra de Dios y conducirlos a prácticas extremadas e irrazonables. Pablo mencionó específicamente “un tratamiento severo del cuerpo”. Dijo: “Esas mismísimas cosas, en verdad, tienen una apariencia de sabiduría en una forma autoimpuesta de adoración y humildad ficticia, un tratamiento severo del cuerpo; pero no son de valor alguno en combatir la satisfacción de la carne”. (Colosenses 2:8, 23.) El ascetismo no conduce a la persona a una santidad especial ni a la verdadera iluminación.
Es cierto que el proceder de obediencia cristiana implica esfuerzo vigoroso y autodisciplina. (Lucas 13:24; 1 Corintios 9:27.) Hay que poner gran empeño en adquirir el conocimiento de Dios. (Proverbios 2:1-6.) Además, la Biblia condena la esclavización a “deseos y placeres” y el ser “amadores de placeres más bien que amadores de Dios”. (Tito 3:3; 2 Timoteo 3:4, 5.) Ahora bien, estos pasajes bíblicos no respaldan el ascetismo. Jesucristo, hombre perfecto, disfrutó de ocasiones agradables amenizadas con alimento, bebida, música y baile. (Lucas 5:29; Juan 2:1-10.)
La sabiduría verdadera es razonable, no extremista. (Santiago 3:17.) IEVE Dios creó nuestro cuerpo físico con la capacidad de gozar de muchos placeres en la vida. Él desea que seamos felices. Su Palabra nos dice: “He llegado a saber que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la vida de uno; y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios”. (Eclesiastés 3:12, 13.)