Seguidores

domingo, 30 de agosto de 2015

RECONCILIACIÓN (Parte 2)




¿Qué clase de arrepentimiento trae “tiempos de refrigerio”?
A UNA muchedumbre reunida en la columnata de Salomón en el templo de Jerusalén, el apóstol Pedro hizo el llamamiento: “Arrepiéntanse, por lo tanto, y vuélvanse para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová.”—Hech. 3:11-19.
¿Qué quería decir el que ‘se arrepintieran y se volvieran’? ¿Cómo llevaría a “tiempos de refrigerio”? ¿Y nos aplica eso hoy día?
LO QUE SIGNIFICA ARREPENTIMIENTO
En el día de Pedro, los judíos hablaban tanto el hebreo como el griego. En ambos idiomas las palabras que transmitían la idea de “arrepentimiento” se refieren a un cambio, un cambio de parecer, actitud o propósito.
Por ejemplo, el término griego metanoeo se forma de dos palabras: metá, que significa “después,” y noeo, relacionada con nous, que significa la mente, la disposición o la conciencia moral. De modo que metanoeo literalmente significa una idea que se ocurre después (en contraste con una idea de antemano). Es algo semejante a la expresión ‘después de pensarlo bien,’ refiriéndose a que las ideas posteriores producen un cambio en nuestra actitud. A menudo ese cambio es acompañado de, o impelido por, un sentimiento de pena, remordimiento, descontento o hasta disgusto relacionado con el asunto acerca del cual lo ‘hemos pensado bien.’
Pero esto de que hablaba Pedro no era un cambio ordinario de actitud. Previamente les había mostrado a sus oyentes que ellos eran partícipes en la culpa por la muerte de Jesucristo, a quien Dios había hecho “Agente Principal de la vida.” Aunque habían obrado en ignorancia, como lo hicieron sus gobernantes, no obstante tenían culpa porque apoyaron y acompañaron a los que resistían la verdad, incluso las profecías de las Escrituras Hebreas que predecían la venida del Mesías.
Entonces, ¿qué clase de “cambio” les pedía Pedro que hicieran? ¿Simplemente que sintieran remordimiento por la muerte de un hombre inocente y resolvieran jamás volver a participar en la responsabilidad de semejante crimen? ¿Era eso todo? ¡De ninguna manera! El cambio habría de ser tan penetrante que los haría ‘volverse,’ no solo de un acto incorrecto en particular, sino de un entero derrotero de la vida que iba contrario al propósito declarado de Dios. El arrepentimiento debería hacerlos volver de ese derrotero y emprender un diferente derrotero de la vida. Su derrotero estaba alejándolos de Dios. Pero ahora habrían de volverse a Dios por medio de su “Agente Principal de la vida.” Pedro aclaró además que el no escuchar a aquel Enviado de Dios significaría destrucción, mientras que la obediencia a su mensaje traería bendiciones. Sí, por fe en él como Agente Principal de la vida de Dios podrían comenzar a disfrutar de “tiempos de refrigerio” porque ahora Dios perdonaría su derrotero incorrecto, ‘borraría’ sus pecados, y estarían libres de una conciencia cargada de culpa. Entrarían en el favor de Dios, él volvería su rostro hacia ellos en aprobación y los bendeciría y los llevaría a la vida eterna.—Hech. 3:19-26.
¿Qué muestra esto, pues, que es el propósito verdadero del arrepentimiento? Es entrar en relación correcta con Dios... no temporalmente, sino sobre una base permanente, una verdadera reconciliación.
Esto lo aclara lo que otro apóstol, Pablo, anunció a un auditorio en Atenas, no a un auditorio judío, sino a uno compuesto de griegos, adoradores de muchos dioses y diosas.
RESPONSABILIDAD PARA CON EL DADOR DE VIDA
En el poderoso discurso que presentó en el Areópago (o cerro de Marte), Pablo le señaló a su auditorio politeísta el único Dios verdadero, el Hacedor del cielo y la Tierra. Los griegos se enorgullecían de su lógica y Pablo demostró lo ilógico que es “imaginarnos que el Ser Divino sea semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a algo esculpido por el arte e ingenio del hombre.” Entonces declaró que, aunque Dios había permitido que continuara por un tiempo este extravío, “sin embargo ahora le está diciendo a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan.”—Hech. 17:29, 30, para establece un reconciliación con el Creador.
Bueno pues, ¿bastaría con que aquellos griegos se arrepintieran de su uso idolátrico de estatuas y de su adoración de un gran conjunto de deidades? ¿Podrían seguir entonces viviendo su vida en otros respectos de la misma manera que lo hacían antes? No, eso no era lo que estaba diciendo Pablo.
Él primero había establecido sólidamente la verdad de que toda la humanidad le debe su vida, y la continuación de la vida, a Dios, la Fuente de toda la vida. De modo que toda la humanidad está endeudada con Dios... es responsable a él. Como Creador y Dador de vida, Dios tiene el derecho de requerir de todas sus criaturas que sirvan su propósito, que vivan en armonía con su voluntad suprema. Pablo enfatizó la necesidad de que estos griegos consideraran seriamente esa responsabilidad cuando pasó a decir: “Porque [Dios] ha fijado un día en que se propone juzgar a la tierra habitada con justicia por un varón [Cristo Jesús] a quien él ha nombrado, y ha proporcionado a todos los hombres la garantía con haberlo resucitado de entre los muertos.”—Hech. 17:22-31.
Esta verdad cardinal acerca de la responsabilidad de todos los hombres para con el único Dios verdadero por la vida que viven... ésta fue una nueva enseñanza para los griegos. Puso el arrepentimiento bajo una nueva luz. El Theological Dictionary of the New Testament (tomo IV, pág. 979) señala esto, declarando que “arrepentimiento” (metánoia) entre los griegos antiguos “nunca sugiere una alteración de la actitud moral total, un cambio profundo en la dirección de la vida, una conversión que afecta toda la conducta.”
Oh, es posible que aquellos griegos “se arrepintieran” (metanoeo) de cierto hecho, habla, plan o proyecto, rechazándolo como insatisfactorio o lamentable. Quizás hasta fueran ante la estatua de uno de sus dioses y expresaran remordimiento acerca del asunto. Pero el apóstol Pablo ahora estaba mostrándoles que su entera vida se debía a Dios. Eran responsables a él por todo su derrotero de la vida. ¡Qué profundo cambio podría significar “arrepentimiento” en vista de esa enseñanza! Si ahora comenzaban a ‘buscar a Dios’ como Pablo les mostró que podían hacerlo, conseguirían conocimiento y, a la luz de ese conocimiento, ¡qué cantidad de cosas descubrirían que habían estado haciendo contrarias a la voluntad y propósito del Dios verdadero, el Dador de vida!
¿QUÉ HAY DEL DÍA ACTUAL?
No solo a aquellos griegos que oyeron a Pablo, sino a “todos” los de la humanidad, “en todas partes” les era, y les es, necesario este arrepentimiento. Hoy la mayoría de las personas, especialmente en la cristiandad, tienen la idea de que simplemente por haber nacido entran en una relación con Dios como parte de su familia. Las Escrituras muestran que este punto de vista es completamente nulo.
Es verdad, todos entramos en la vida en la relación de deudores con Dios, habiendo recibido vida de él, pero no como miembros aprobados de su familia universal. Como muestra claramente el apóstol Pablo, por el pecado de Adán todos sus descendientes fueron vendidos a la esclavitud y llegaron a estar bajo sujeción al ‘rey’ Pecado y al ‘rey’ Muerte. (Rom. 5:12-14, 21; 7:14) La humanidad en conjunto ha estado alejada de Dios, necesitando reconciliarse con Él. Es por eso que el apóstol pudo decir de las naciones gentiles, que estaban fuera del pacto de Dios con Israel, que ellas en ese entonces “no tenían esperanza y estaban sin Dios en el mundo.” (Efe. 2:11, 12) Por el sacrificio propiciatorio de su Hijo, Cristo Jesús, Dios proveyó el medio para la reconciliación consigo mismo de parte de todos los que mostraran fe en ese sacrificio. (Col. 1:19-23) La súplica de los apóstoles, como embajadores por Cristo, fue por lo tanto: “Reconcíliense con Dios.”—2 Cor. 5:20.
Por eso, una razón básica para el arrepentimiento de parte de todas las personas es que todos somos inherentemente pecaminosos. Una segunda razón es que, si hemos estado acompañando al mundo de la humanidad en su derrotero, entonces hemos estado tomando un derrotero de oposición a Dios... por la sencilla razón de que la humanidad en conjunto ha pasado por alto la voluntad y los propósitos de Dios y hasta ha peleado contra ellos. Es por eso que la historia humana básicamente no es más que un relato deprimente de repetidos actos de derramamiento de sangre, opresión, injusticia e inmoralidad. El rehusar ver, reconocer y confesar uno su propia responsabilidad en todo esto como miembro anuente de la comunidad mundial sería tratar de taparse con una capa rota. Como lo expresa el apóstol Juan: “Si hacemos la declaración: ‘No hemos pecado,’ lo estamos haciendo a él [Dios] mentiroso, y su palabra no está en nosotros.”—1 Juan 1:10.
Al ver su situación verdadera la persona sincera no tratará de evadir la responsabilidad o justificarse, más bien sentirá pesar genuino y se esforzará por reconciliarse con Dios. Definitivamente rechazará su derrotero pasado de conformidad voluntaria con un mundo que está en enemistad con Dios, odiará sinceramente ese derrotero incorrecto y todo lo que contradice las normas justas de Dios. (Sant. 4:4; Sal. 119:104; Rom. 12:9) Verdaderamente arrepentida, se “volverá” y demostrará esa conversión por “obras propias del arrepentimiento.” (Hech. 26:20; Mat. 3:8) Se vestirá con una “nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad.”—Efe. 4:17-24.
Hoy, como en tiempos apostólicos, el arrepentimiento y la conversión conducen a otro paso: el bautismo. El bautismo, según la escritura inspirada del apóstol Pedro, simboliza “la solicitud [de uno] hecha a Dios para una buena conciencia.” (1 Ped. 3:21) Sí, así uno le pide formalmente a Dios que lo permita entrar en buenas relaciones con Él y disfrutar de los beneficios de una buena conciencia para con Él. Habiendo experimentado los malos efectos de la esclavitud al ‘rey’ Pecado con la muerte en mira, este individuo entonces suplica a Dios que lo compre como Su propio esclavo por medio del precio de rescate que pagó amorosamente el Hijo de Dios.—Rom. 6:16-18; 1 Cor. 7:22, 23.
¿Ha hecho usted este cambio vital? ¿Reconoce usted la responsabilidad que tiene para con el Dador de vida de vivir su vida de acuerdo con la voluntad de Él? ¿Se siente usted impelido a hacerlo por amor a él y a la justicia?
Esto exige estudio de su Palabra. Usted tiene que ‘abrir los ojos y oídos’ receptivamente a la verdad bíblica para que pueda ‘captar el sentido de ello con el corazón.’ De los que lo hacen, IEVE dice: ‘Yo los sanaré.’ (Isa. 6:9, 10; Mat. 13:13-15) Habiendo esto, usted experimentará “tiempos de refrigerio” y será introducido en los “caminos de agradabilidad” y en las ‘veredas de paz’ mientras disfruta de una buena conciencia delante de Dios.—Pro. 3:17; 1 Ped. 3:21.