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martes, 25 de abril de 2017

El fin de la violencia doméstica (parte 2) si le interesa lea las citas bíblicas en su propia Biblia




“Para impedir la violencia en el hogar y reducir la violencia familiar son necesarios cambios estructurales importantes tanto en la sociedad como en la familia.” (Behind Closed Doors.)
EL PRIMER asesinato de la historia humana fue un fratricidio. (Génesis 4:8.) Desde entonces el hombre se ha visto plagado de toda forma de violencia doméstica por miles de años. Aunque se han propuesto numerosas soluciones, muchas de ellas tienen inconvenientes.
Por ejemplo, la rehabilitación solo funciona cuando la persona reconoce su problema. Un hombre que solía maltratar a su esposa y se encontraba en proceso de rehabilitación se lamentó: “Por cada uno de los que estamos aquí [en proceso de rehabilitación], hay tres hombres en la calle que dicen: ‘A la mujer hay que tenerla a raya’”. Es obvio que el agresor ha de aceptar su situación. ¿Por qué se ha vuelto así? Para llegar a vencer su problema, necesita que le ayuden a corregir sus propias faltas.
Pero los programas sociales no cuentan con suficiente personal. Se calcula que en el 90% de los casos de infanticidio ocurridos, ya se había denunciado con antelación que existía una situación familiar peligrosa. Así que tanto los programas sociales como la policía se ven limitados. Hace mucha falta algo más.
“La nueva personalidad”
“Lo que se necesita es nada menos que una reestructuración de las relaciones entre los familiares”, dice un equipo de investigación. La violencia doméstica no es tan solo un problema de puños; es ante todo un problema mental. Sus raíces están en cómo se ven unos a otros los miembros de la familia: cónyuge, hijo, padre o hermano. Reestructurar estas relaciones significa vestirse de lo que la Biblia llama “la nueva personalidad”. (Efesios 4:22-24; Colosenses 3:8-10.)
Examinemos algunos principios bíblicos relacionados con la familia que nos ayudan a vestirnos de la nueva personalidad, un modo de ser semejante al de Cristo que puede contribuir a que exista una mejor relación en la familia. (Véase Mateo 11:28-30.)

Modo de ver a los hijos:
Ser padre o madre implica más que engendrar o concebir un hijo. Lamentablemente, hoy día muchas personas ven a sus hijos como una carga, por lo que no asumen su responsabilidad de padres. Tales personas son agresores en potencia.
La Biblia dice que los niños son “una herencia de parte de Jehová” y “un galardón” (Salmo 127:3), de modo que los padres tienen la responsabilidad ante el Creador de cuidar de esa herencia. Los padres que ven a los hijos como un estorbo tienen que cultivar la nueva personalidad en este campo.

Ser realistas respecto a lo que se espera de los hijos:
Un estudio reveló que muchas madres agresoras esperan que la criatura sepa lo que está bien y lo que está mal cuando apenas tiene un año. Según la encuesta, una tercera parte de estas madres especificaron que esperaban eso de sus hijos a los seis meses.
La Biblia indica que todas las personas nacen imperfectas. (Salmo 51:5; Romanos 5:12.) No dice que la criatura consiga el discernimiento cuando nace. Al contrario, explica que “mediante el uso” las facultades perceptivas de una persona son “entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto”. (Hebreos 5:14.) Además, la Biblia hace referencia a “las cosas características de pequeñuelo”, la “tontedad” del muchacho y la “vanidad” de la adolescencia. (1 Corintios 13:11; Proverbios 22:15; Eclesiastés 11:10.) Los padres deben comprender estas limitaciones y no esperar más del niño de lo que sea lógico para su edad y sus aptitudes.

La forma de disciplinar a los hijos:
La palabra griega traducida “disciplina” en la Biblia significa “educar”. Por consiguiente, el objetivo principal de la disciplina no es causar dolor, sino enseñar. Esto se puede conseguir en buena medida sin dar un solo azote, aunque a veces son necesarios. (Proverbios 13:24.) La Biblia dice: “Escuchen la disciplina y háganse sabios”. (Proverbios 8:33.) Pablo también escribió que hay que mantenerse “reprimido bajo lo malo”, administrando censura con “gran paciencia”. (2 Timoteo 2:24; 4:2.) Se excluyen, por tanto, los arrebatos de cólera y el uso de excesiva fuerza incluso en aquellos casos en los que se vea necesario dar al niño algún azote.
En vista de estos principios bíblicos, pregúntese: “¿Enseña mi forma de disciplinar, o simplemente controla haciendo daño? ¿Inculca principios justos, o solo miedo?”.

Límites de comportamiento para adultos:
Un agresor decía que había golpeado a su esposa porque ‘había perdido el control’. Su consejero le preguntó si alguna vez la había apuñalado. “¡Jamás haría algo semejante!”, respondió el hombre. El consejero le ayudó a ver que estaba actuando dentro de unos límites, pero que su problema radicaba en que no eran los apropiados.
¿Cuáles son sus límites? ¿Se detiene antes de que un simple desacuerdo se convierta en malos tratos? ¿O pierde los estribos y termina gritando, insultando, dando empujones, arrojando objetos o golpeando?
La nueva personalidad establece unos límites bastante estrictos, que dejan fuera el abuso mental y la violencia física. “No proceda de la boca de ustedes ningún dicho corrompido”, dice Efesios 4:29. El versículo 31 añade: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad”. La palabra griega para “ira” denota una “naturaleza impulsiva”. Curiosamente, el libro Padres que odian dice que una característica común de los padres que maltratan a sus hijos es que “adolecen de una falta casi total de control sobre sus impulsos”. Sin embargo, la nueva personalidad controla con firmeza los impulsos, tanto físicos como verbales.
Por supuesto, tanto el esposo como la esposa deben cultivar la nueva personalidad. Ella debería esforzarse por no suscitar el antagonismo de su cónyuge, sino más bien mostrar aprecio por los esfuerzos de este por cuidar de la familia, y cooperar con él. Y ninguno de los dos debería exigir a la otra perfección, pues nadie es perfecto. Al contrario, ambos deberían poner en práctica lo que dice 1 Pedro 4:8: “Ante todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados”.


Respeto a las personas de edad avanzada:
“Levántate ante las canas y honra el rostro del anciano”, dice Levítico 19:32. (Straubinger.) Comportarse así puede ser difícil cuando un padre o una madre de edad avanzada está enfermo y quizás sea demasiado exigente. Primera a Timoteo 5:3, 4 habla de dar “honra” y la “debida compensación” a los padres, lo que podría incluir ayudarlos económicamente y respetarlos. En vista de todo lo que nuestros padres hicieron por nosotros cuando éramos bebés indefensos, deberíamos mostrarles la misma atención cuando lo necesiten.

Evitar la rivalidad entre hermanos:
Antes de que la hostilidad le condujese a asesinar a su hermano Abel, Caín recibió el siguiente consejo: “El pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él”. (Génesis 4:7, Versión Popular.) Los sentimientos se pueden controlar. Los hermanos deben aprender a ser pacientes unos con otros, a “[tolerarse] mutuamente las faltas que involuntariamente [puedan] cometer”. (Efesios 4:2, Una paráfrasis del Nuevo Testamento.)
Aprenda a confiar en otros
Muchas víctimas de la violencia doméstica sufren en silencio. Pero el Dr. John Wright aconseja: “Las mujeres maltratadas deberían buscar protección emocional y física de una tercera persona competente”. Lo mismo es cierto en el caso de cualquier miembro de la familia que sea víctima de maltrato.
A la víctima a veces le resulta difícil confiar en otra persona. Al fin y al cabo, la causa de su dolor está relacionada con la confianza que había dentro de la unidad social más íntima: la familia. Sin embargo, “existe un amigo más apegado que un hermano”, dice Proverbios 18:24. Encontrar esa clase de amigo y aprender a confiar discretamente en él es un importante paso adelante para recibir la ayuda necesaria. Por supuesto, el agresor también necesita ayuda.
Todos los años centenares de miles de personas ponen en practica todos estos consejos  y aceptan el desafío de vestirse de la nueva personalidad. Entre ellas hay algunas que en el pasado se comportaban violentamente en su hogar. Para contrarrestar cualquier inclinación a recaer en ese mal proceder, estas personas han de permitir continuamente que la Biblia sea “provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas”. (2 Timoteo 3:16.)
Para estos, el vestirse de la nueva personalidad es un proceso continuo, pues Colosenses 3:10 dice que “va haciéndose nueva”. De modo que hace falta esforzarse constantemente. Qué agradecidos están de contar con el apoyo de publicaciones como estas. (Marcos 10:29, 30; véase también Hebreos 10:24, 25.)

Cómo ve Dios el matrimonio
Cuando alguien acepta el consejo que se da en la Biblia, concuerda en acatar los principios del vivir cristiano que se encuentran en ella. Aprende que el hombre ha sido nombrado cabeza de la familia, aquel que debe guiarla. (Efesios 5:22.) Ahora bien, la jefatura jamás autoriza a un hombre a tratar con brutalidad a su esposa, pisar su personalidad o pasar por alto sus deseos.
Al contrario, la Palabra de Dios deja claro que los esposos deben “[continuar] amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella [...] Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia”. (Efesios 5:25, 28, 29.) Efectivamente, la Palabra de Dios dice con claridad que a la esposa se le debe asignar “honra”. (1 Pedro 3:7; véanse también Romanos 12:3, 10; Filipenses 2:3, 4.)
Es obvio que ningún marido cristiano que maltrate verbal o físicamente a su esposa puede decir con sinceridad que la ama y la honra. Eso sería hipocresía, pues la Palabra de Dios ordena: “Esposos, sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente con ellas”. (Colosenses 3:19.) Dentro de poco, cuando Dios ejecute sus juicios contra este sistema inicuo en Armagedón, los hipócritas sufrirán el mismo destino que los que se oponen a la gobernación de Dios. (Mateo 24:51.)
Un marido temeroso de Dios tiene que amar a su esposa como a su propio cuerpo. ¿Golpearía él su cuerpo, se daría puñetazos en la cara o se tiraría violentamente del pelo? ¿Se rebajaría a sí mismo con desprecio y sarcasmo delante de otros? Si alguien hiciese tales cosas sería considerado, cuando menos, un desequilibrado mental.
Si un cristiano maltrata a su esposa, todas sus buenas obras cristianas carecen de valor a los ojos de Dios. Recuerde que “un golpeador” no satisface los requisitos para recibir privilegios. (1 Timoteo 3:3; 1 Corintios 13:1-3.) Por supuesto, cualquier esposa que trate de modo similar a su cónyuge también viola la ley de Dios.
Entre las obras condenadas por Dios que se enumeran en Gálatas 5:19-21 hay “enemistades, contiendas [...], arrebatos de cólera”, y se dice que “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Por consiguiente, maltratar al cónyuge o a los hijos jamás está justificado. Normalmente va contra la ley del país y sin duda alguna va contra la ley de Dios.
Lo que permite la ley de Dios
Dios al final juzgará a los que violan sus leyes. Pero mientras tanto, ¿qué puerta abre la Palabra de Dios a aquellas cristianas que son maltratadas por su esposo cuando este no cambia, sino que continúa maltratándolas? ¿Están obligadas las víctimas inocentes a seguir poniendo en peligro su salud física, mental y espiritual, e incluso quizás su vida?
Hablando sobre la violencia en el hogar, una revista explica lo que la Palabra de Dios permite que se haga. Dice: “El apóstol Pablo aconseja: ‘La esposa no debe irse de su esposo; pero si de hecho se fuera, que permanezca sin casarse, o, si no, que se reconcilie con su esposo; y el esposo no debe dejar a su esposa’”. Y añade: “Si el maltrato se hace insoportable, o la vida misma llega a estar en peligro, puede que el cónyuge creyente decida ‘irse’. Pero debería hacerse el esfuerzo por alcanzar una ‘reconciliación’ al debido tiempo. (1 Corintios 7:10-16.) Sin embargo, el ‘irse’ no constituye en sí base bíblica para divorciarse y casarse de nuevo; no obstante, un divorcio legal o una separación legal pudiera suministrar cierto grado de protección contra el sufrir más maltrato”.
La decisión que la víctima tome en estas circunstancias es personal. “Cada uno llevará su propia carga de responsabilidad.” (Gálatas 6:5.) Nadie más puede tomar una decisión por ella. Y nadie debería tratar de presionarla para que vuelva a convivir con un esposo que la maltrata y pone en peligro su salud, su vida y su espiritualidad. Ella es quien debe tomar la decisión, y por su propia voluntad, no porque otras personas la hayan presionado. (Véase Filemón 14.)
El fin de la violencia doméstica
Muchas personas han aprendido que la violencia doméstica es característica de la situación que la Biblia predijo para estos últimos días, en los que muchos serían “maldicientes”, “desnaturalizados” e “inhumanos”. (2 Timoteo 3:2, 3, Nácar-Colunga.) Dios promete que después de estos últimos días, él introducirá un pacífico nuevo mundo en el que las personas “realmente morarán en seguridad, sin nadie que las haga temblar”. (Ezequiel 34:28.)
En esa maravillosa nueva tierra, la violencia doméstica habrá quedado reducida para siempre a una situación del pasado. “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” (Salmo 37:11.)
Le instamos a aprender más acerca de las promesas de la Biblia para el futuro. Y si pone en práctica los principios bíblicos en su entorno familiar, ya podrá empezar a segar beneficios.